Merkel no se moja en Barcelona: “No lamento mis decisiones ni me arrepiento de nada”
La excanciller alemana reúne en la capital catalana a una nutrida representación política de todos los espectros y evita dar su opinión sobre cualquier asunto espinoso
Hemeroteca - Angela Merkel, tras 16 años pensándoselo: “Sí, soy feminista y todos deberíamos serlo”
La imagen de Angela Merkel, otrora poli malo de la austeridad alemana, ha mejorado a una velocidad fulminante con el tiempo: ahora todo el mundo la quiere. Un reguero de personalidades de la política, el periodismo, las finanzas y la vida social barcelonesa se ha reunido este martes en Barcelona para asistir a una presentación privada de su libro, Libertad, escrito junto a su asesora y confidente política Beate Baumann.
Lo de privada podría ser un eufemismo. Hasta 450 personalidades han sido invitadas nominalmente al evento, celebrado en la sede de RBA, la editora del libro, con cóctel y cena posterior en la que algunos invitados se han dado codazos para que les firmase el libro o se tomara una fotografía con ellos.
Estaban los expresidents Jordi Pujol, Artur Mas y José Montilla (Salvador Illa la ha recibido antes del acto). También el alcalde de Barcelona Jaume Collboni. Y después un elenco de consellers, representantes políticos y periodistas de renombre que abarcaban todo el espectro político: desde Josep Antoni Duran Lleida, líder durante años del partido en Catalunya más asimilable a la formación de la excancillera, hasta David Cid, portavoz de un partido tan crítico con las políticas de Merkel como han sido los comuns. Entre medio, representantes del PP, de Junts, del PSC, de ERC.
Se venía a hablar, en palabras de la presentadora del acto, del “testimonio personal y político más relevante de la Unión Europea”. Y Merkel ha hecho gala de su veteranía y ha esquivado todas las preguntas relevantes sobre la actualidad que la corresponsal de La Vanguardia en Berlín, María Paz López, le ha planteado durante el acto.
Merkel no prefiere ni a Rajoy ni a Sánchez, los dos presidentes españoles con los que le tocó tratar durante sus 16 años de cancillera. “Con los dos trabajé estupendamente”, ha respondido la exlíder conservadora, que ha admitido que se convirtió en el “poli malo” de la austeridad durante la crisis del euro a inicios de la pasada década.
La pregunta sobre el auge de la ultraderecha la ha capeado sin querer opinar de Vox ni del partido de Meloni. Solo ha dado unas pinceladas sobre la AFD de su país. Merkel cree que “todos los partidos democráticos” deben “esforzarse” para resolver los problemas que han hecho aumentar el apoyo de las formaciones ultras, pero sin asumir su agenda. “Esto no es fácil, hay gente que no escucha”, ha afirmado.
Tampoco ha querido decir mucho sobre Donald Trump, a quien en el libro define como un político fascinado por autócratas como Vladímir Putin y que gestiona a la mayor potencia del mundo como si fuese una inversión inmobiliaria. “Creo que habrá cooperación [con la UE]”, ha respondido. “La hubo en su primera legislatura”.
¿Una posible coalición entre conservadores y verdes en Alemania tras las elecciones en su país en febrero? “Me había propuesto no meterme en asuntos de mi sucesor y por eso no quiero responder”, ha afirmado, antes de conceder que en su país hacen falta reformas.
¿Está la democracia en retroceso? Tampoco aquí se ha mojado: “Si queremos libertad debemos ser tolerantes”, ha respondido. “Es una gran tarea para la que debemos infundir ánimos a nuestros jóvenes. Hay que buscar puntos en común”.
Un pasaje de su libro describe un encuentro con Putin en el que el presidente ruso, conocedor de la aprehensión de Merkel a los perros por haber sufrido una mordida en los 90, llevó a su can a un encuentro con la entonces cancillera en 2007. El mandatario ruso explicó la semana pasada que desconocía este temor de la alemana.
“Un año antes de ese suceso, me regaló un perro enorme de peluche y me dijo que estuviera tranquila, que ese no mordía”, ha respondido Merkel. “Me cuesta creer que se le hubiera olvidado”.
Merkel tampoco ha admitido apenas ningún error durante su mandato. Ni por los lazos comerciales con Rusia para obtener su gas —“no considero que sea algo reprochable”—, ni por su política de austeridad, ni por su negativa en 2008 a que Ucrania entrara en la OTAN. “No lamento mis decisiones ni me arrepiento de nada”, ha señalado.
También ha defendido su decisión de no cerrar las fronteras alemanas cuando miles de migrantes se agolpaban en Hungría, un movimiento que le granjeó simpatías entre los países del sur. También ha defendido, sin embargo, lo que se conoció como la “solución turca” para que el país ejerciera de tapón a la migración gracias a los fondos de la Unión Europea y a unas prácticas difícilmente alineadas con los derechos humanos.
Sus años en la RDA
Lo más interesante ha sido la parte en que Merkel ha hablado de su infancia, de su juventud y de sus primeros años de vida adulta en la Alemania del Este. También de su papel como mujer en política y de algunos aspectos personales de su paso por la gestión pública.
Ha confesado que estudió física porque la gravedad era la misma bajo el comunismo y así no tendría problemas, que nunca delató a nadie durante sus años viviendo bajo el yugo soviético, en los que tuvo que hacer “equilibrios” para evitar conflictos. “El arte de vivir radicaba en saber dónde estaban los límites del Estado”, ha añadido.
Merkel ha confesado es posible ser feliz viviendo en una dictadura y ha puesto su infancia como ejemplo.“Un Estado no lo es todo”, ha respondido. “Tenía amistades y familia y de una manera reducida pude vivir mi vida”, ha explicado. “Aunque por supuesto yo hubiese querido nacer en una democracia”.
La caída del muro de Berlín supuso la apertura de un nuevo mundo para ella. “Occidente olía a jabón bueno, a café de calidad, a productos naturales”, ha rememorado Merkel, que ha señalado que suele usar americanas coloridas en contraposición al gris de sus primeros 30 años viviendo en la Alemania del Este.
La reunificación de Alemania le permitió descubrir la política y constatar que la ciencia no le gustaba tanto. “No quería pasarme 12 o 14 horas en un laboratorio investigando”, ha recordado. “Me interesaba mucho la gente y por eso acabé en política”.
Merkel ha demostrado recordar parte de los artículos periodísticos críticos con ella, y ha empleado en más de una ocasión la fórmula “alguien escribió de mí que” para referirse a los ataques que recibió durante sus años como servidora pública: por ser mujer, pero también por ser del Este en un país en el que, a día de hoy, todavía más del 80% de los altos cargos de las autoridades federales crecieron en la Alemania occidental
“Es cierto que no hice bandera de ser mujer para medrar en política”, ha confesado la que ha sido, hasta la fecha, la única canciller en Alemania. Merkel se ha definido como feminista pero con algunos matices, sin identificarse con el “feminismo clásico de la izquierda” ni querer presentarse como “abanderada de nada”.
La heterogénea asistencia ha puesto de relieve el vacío que ha dejado una política cuya discreción y limitado ego parecen una rareza a día de hoy, incluso un estilo de otra época, a pesar de que solo hace tres años que tomó la decisión de abandonar su cargo. “Me alegro mucho de mi carrera política, pero también de ya no estar ahí”, ha asegurado, en uno de los pocos momentos en que Merkel ha confesado algo.