Los vecinos de Torre Baró crean sus propias luces navideñas: "A pesar del éxito de 'El 47', seguimos abandonados"
Este barrio de la periferia de Barcelona se organiza para iluminar sus calles con escenas de la película que recuerda su lucha para conseguir transporte público
'El 47' hace historia con 18 nominaciones a los Premios Gaudí y supera a 'Casa en Flames'
Sentados en sillas plegables alrededor de una mesa larga, llena de la comida que cada uno ha traído, los vecinos del barrio barcelonés de Torré Baró se han reunido en su segunda casa, el Centre Obert. Hablan por turnos valorando cómo ha ido este año el proyecto de las luces navideñas. Desde la ventana se observa uno de estos paneles iluminados hechos elaborado los niños que participan en el centro social: junto a una bola de Navidad, se puede leer “Comunitat Centre Obert Torre Baró”.
Hasta hace un año, este barrio periférico de Barcelona no contaba con la tradicional decoración navideña que abunda en el centro de cualquier ciudad. Ahora, sus calles se iluminan gracias al esfuerzo y la organización de sus vecinos. En esta ocasión, se han inspirado en escenas de la película 'El 47', para recordar la lucha vecinal que protagonizaron hace medio siglo para conseguir que los autobuses municipales recorrieran por sus empinadas cuestas. “A pesar del éxito de 'El 47', seguimos abandonados”, lamenta Valeria Ortiz, presidenta de la Asociación de Vecinos de Torre Baró
Los vecinos del barrio denuncian un menosprecio institucional hacia las periferias de la ciudad que alcanzan detalles como la decoración navideña. “Llevábamos mucho tiempo reclamando que no había luces de Navidad en Torre Baró, y hasta que no nos organizamos nosotros mismos, nadie nos prestó atención, básicamente porque no tenemos comercios”, explica la vecina Andrea Acevedo.
Finalmente lo consiguieron mediante la iniciativa del Pla de Barris de la Zona Nord en colaboración con el Centre Obert. “Nos inspiramos en el barrio del Raval, que también decoraba sus propias calles. Ellos nos ayudaron el primer año a iluminar las nuestras, pero las actuales han sido autogestionadas”, añade Maria Acevedo también vecina del lugar. Sufragado a través del Pla de Barris municipal, las luces han costado unos 30.000 euros, pero la mano de obra y la organización han corrido a cargo de los vecinos.
“El Ayuntamiento solo ha venido a hacerse la foto”, subraya José Manuel Romero, vocal de la Asociación de Vecinos, muy crítico con un consistorio que destina este año 3,3 millones –un 13% más que el año pasado– a decoración de todo tipo, especialmente a las luces que cuelgan tanto en el centro como en las avenidas neurálgicas de cada barrio.
Desde septiembre, los vecinos se han reunido dos días por semana en el Centre Obert para preparar las luces. El proceso fue colectivo con la coordinación de Joan Ortega, trabajador social: mientras unos dibujaban las siluetas, otros se encargaban del montaje de las luces y otro grupo, de la conectividad y la instalación. “Ha sido como una cocina comunitaria”, destaca Montse Rodón, del Pla de Barris. En una zona que carece de puntos de encuentro, bares o cafeterías, las actividades culturales promovidas por los vecinos no solo iluminan las calles, sino que también fortalecen los lazos de la comunidad, tal como explican ellos mismos.
Una parte del barrio, concretamente la Zona Sud, aún no cuenta con iluminación. “Esto se debe a que solo disponemos de un presupuesto para poder elaborar e instalar 13 paneles”, explica Andrea Acevedo. “Además, el acceso a esa área es complicado y la conexión eléctrica también”, aclara.
Los vecinos desean ampliar el proyecto el próximo año, de manera que una parte siga siendo financiada por Pla de Barris, mientras que la instalación y conexión del sistema de iluminación sean asumidas por el Ayuntamiento, quedando fuera del presupuesto de esta iniciativa municipal. “Este presupuesto está destinado a proyectos comunitarios para el barrio, y nos gustaría poder hacer más cosas, no solo iluminar nuestras calles por Navidad”, admite Maria Acevedo.
Una lucha intergeneracional
“Frente a cualquier desafío, Torre Baró existe y resiste”, afirma Romero, repitiendo la misma frase que ilumina una de las calles del barrio. En otra, las luces rinden homenaje a Manolo Vital, el conductor del autobús, y a su esposa, Carmen Vila. Joel León, un joven vecino, subraya que pese a las narrativas tanto oficiales y populares que han intentado trivializar su historia, el secuestro del 47 no fue un acto impulsado por la desesperación individual del conductor, sino una acción colectiva, resultado de una estrategia política consciente y un capítulo clave en la lucha de toda un barrio por la dignidad.
“La historia no ha cambiado tanto: seguimos gritando 'Torre Baró existe y resiste'. Seguimos pensando que somos los de detrás de la montaña y seguimos preguntándonos si realmente somos Barcelona”, reflexiona Ortiz. “No somos el barrio de los años 70, pero tampoco la Barcelona de 2024”, añade Maria Acevedo.
Entre los 13 paneles, destaca una maleta, símbolo de homenaje a las familias migrantes que llegaron al barrio desde distintos puntos de la península en las décadas de los 50 y 60. Romero recuerda a su madre, originaria de Granada, quien le enseñó desde pequeño la importancia de luchar por su barrio. “Y eso es lo que he hecho desde los 14 años”, afirma, mientras rememora cómo, en primera persona, vivió el momento en que el famoso autobús subía por las cuestas de Torre Baró.