Ha llegado la niebla a Castilla. Lo ha hecho sin preaviso, como siempre. Una noche te acuestas en otoño y cuando el día siguiente sales de casa te la encuentras cayendo pálida y silenciosa, tal y como la dejamos el último invierno. Y entonces cierro los ojos y me pongo a oler la niebla como un pointer, ante la cara absorta de mi hija, que me mira como las hijas guapas miran a los padres que olfatean la niebla, con esa mezcla de vergüenza ajena y preocupación por la vejez que le voy a dar. Y le explico que la niebla lo aísla todo , llena el ambiente de elegancia, convierte el aire castellano en un vapor mágico y la... Ver Más