¿La serie "Cien años de soledad" no tiene nada que decir?
De todos los grandes libros de la literatura universal, solo uno no entrababa en la categoría de adaptables. Ese lugar, se entiende, era para Cien años de soledad, de Gabriel García Márquez, premio Nobel de Literatura 1982. Incluso, el mismo García Márquez llegó a declarar lo siguiente en 1987, en una entrevista para la periodista cubana Lidice Valenzuela:
“Imagínate lo que es Cien años de Soledad reestructurada en una película por muy larga que sea… La veo más como una serie de televisión, en diez años, sin adaptación”.
Esta declaración, suscita distintas preguntas, en especial en su tramo final: “La veo como una serie de televisión…”. Palabras que tras el estreno de la homónima serie de Neftlix el pasado miércoles 11 de diciembre, fueron prácticamente proféticas. El colombiano no solo fue un gran escritor, igualmente se le conoció como un voraz cinéfilo. Sabía, entonces, de lo que hablaba, y así lo dicho por él haya sonado a broma o a deseo irrealizable, lo cierto es que la serie Cien años de soledad existe y el escrutinio del espectador no se ha hecho esperar.
Se trata de un acontecimiento, tratándose de una novela que, aparte de su impacto literario, no tenía a disposición las puertas para su adaptación. Para algunos, resultaba imposible trasladar a imágenes la poesía discursiva de la novela, para otros, no lo era por el abanico de imágenes que deparaba. El escritor español Sergio del Molino, ganador del premio Alfaguara de novela por Los alemanes, indicó en El País de España que se trataba de una serie “más propia de un anuncio que de un drama”; por su parte, el director peruano Francisco Lombardi, para Infobae, dijo “no transmite” (la peor definición que puede recibir un producto artístico, es más contundente que calificarla de mala: es decir, como serie, Cien años de soledad no tiene nada que decir).
Llegar a un punto medio sobre esta serie de 16 capítulos divididos en dos temporadas, tomará tiempo. En el caso de Cien años de soledad, esta es una novela instalada más en la emotividad que en la racionalidad, he ahí su magia, la misma que empezó a conquistar al mundo en los años 60, en plena crisis de las narrativas literarias europeas, como la estafa del movimiento francés nouveau roman (nueva novela) de Alain Robbe-Grillet y compañía. El mundo cultural necesitaba poesía y García Márquez se lo dio mediante el realismo mágico.
Que haya sido adaptada en esta época obedece al auspicioso presente de las técnicas audiovisuales. Hasta hace un tiempo, adaptarla era una imposibilidad, incluso era visto como un despropósito. No extraña: por ser no racional, como discurso y estructura, Cien años de soledad, como indicamos líneas arriba, conectó con el corazón de millones de lectores y para muchos es quizá el único lazo que tienen con la literatura.
Quien escribe ha quedado satisfecho con la adaptación de la novela, pero esta satisfacción no obedece a los puntos en común con el documento base, sino por lo que brinda en sus coordenadas visuales, partiendo del principio de que ninguna adaptación va a honrar el discurso que la inspira, salvo grandes excepciones, como El gatopardo, novela de Giuseppe Tomasi di Lampedusa, llevada a la pantalla grande por Luchino Visconti en 1963. El propio Visconti se encargaría de hacer lo mismo en 1971 con La muerte en Venecia, la deliciosa novela corta de Thomas Mann. Obras maestras.
La algarabía que genera la serie se entiende, del mismo modo las críticas. Solo lo que no genera discusión encontrada, se va derechito al olvido, a la muerte en silencio. Pero en lo que no se está incidiendo, es en la raíz del debate: el triunfo de la gran literatura, ergo, en la vigorosa actualidad del libro.
No es poco lo consignado: el libro y la literatura, hasta hace no mucho y con mayor razón con la virtualidad potenciada por las restricciones de la pandemia, estaban condenados a un segundo plano. No se les permitía ni la convivencia con la virtualidad. Hubo mucha ignorancia amparada en criterios comerciales. Lo que ha generado esta serie, es un despertar de la experiencia sensorial del libro físico, la necesidad del contacto con las páginas y la comunión con la palabra escrita. La serie Cien años de soledad, más allá de las calificaciones polarizadas, está acercando a millones de jóvenes a la lectura, algo que parecía inconcebible. Ese es el punto central que debemos celebrar por todo lo alto.
Hablamos de un triunfo cultural.
Cuando en La República entrevistamos a Salvador del Solar, quien encarna al general Moncada en la serie, señaló la necesidad de llevar la gran literatura a las pantallas. Los resultados lo estamos viendo: más de uno está yendo a buscar esta novela de García Márquez. De eso se trata.