Un gesto sencillo como abrir el grifo de casa representa el inicio del ciclo de la gestión del agua, que encierra una complejidad mayor de la que la ciudadanía debe ser corresponsable. A partir de ahí, lo que consumimos acaba en la red de saneamiento para regresar a los cauces tras pasar por las depuradoras, y el objetivo es que vuelva de la forma más limpia posible, con el menor impacto al medio natural. Las entidades encargadas del proceso tienen el reto de cumplir con los objetivos de sostenibilidad, hasta ahora sin una norma que fuera capaz de entrar al detalle. La aprobación del Real Decreto 665/2023 y de la nueva Directiva de la Unión Europea marcan un hito en la regulación del ciclo que exige a las empresas mayor adaptabilidad a la innovación tecnológica, a la eficiencia energética y la mejora de sus infraestructuras. Todo ello para convertir al sector en ejemplo de sostenibilidad. Estos retos fueron abordados por los representantes de estas entidades en el encuentro organizado por ABC y Emasesa sobre la nueva normativa en saneamiento y depuración de las aguas residuales. Una perspectiva legal que para el jefe de división de Distribución de Emasesa, Ángel Mena , tiene «el objetivo de mejorar la calidad del agua». Lo hace, además, poniendo el foco en algo que hasta ahora no estaba regulado como los desbordamientos por la lluvia. «Tenemos la necesidad de saber qué volumen se está vertiendo y sobre todo qué calidad tiene el agua que llega», pues esta directiva europea obliga «a que no tenga una carga contaminante superior al 2%» . Se trata de un compromiso de «calidad» en el que hay que tener en cuenta aspectos como «el patrón de lluvia». Por ejemplo, «el de Bilbao nada tiene que ver con el de Sevilla, a pesar de que el volumen es el mismo». Así, « aquí la lluvia es más brusca, como en todo el arco mediterráneo europeo », por lo que «hay que hacer ver a la Comisión que el rendimiento hidráulico es un sistema adecuado para mejorar la calidad». Es, como avisa el jefe del área de Desarrollo de la Innovación del Canal Isabel II , Antonio Lastra, una cuestión de cambio de mentalidad, pues «la gente piensa que el agua de lluvia está limpia, pero no es verdad». Entre otras cosas, porque «arrastra la contaminación atmosférica» y luego, al tocar el suelo, «se lleva consigo aceites, gasolinas y metales pesados que acaban llegando hasta los alcantarillados» . Todo ello es consecuencia de que las ciudades son cada vez «más impermeables» y «eso no es manejable». La nueva directiva «lo detectó» y, por ello, invita a «mejorar la depuración, a exigirle más a los núcleos de población más pequeños y hacer más permeables las ciudades». Calca el análisis Juan Lluch, comisario adjunto de la Confederación Hidrográfica del Guadalquivir (CHG), desde la perspectiva de la gestión de los cauces públicos. «Los ríos son de todos y deben estar integrados en las ciudades», afirma. Para ello, hay que acabar con ese «problema serio» que es « el vertido de aguas pluviales con todo el contaminante ». Lo plantea desde «el sentido común y las soluciones basadas en la naturaleza», de modo que «la gestión sea lo más natural posible». Pero no es el único reto que propone esta nueva normativa. Como indica el jefe de división de Producción de Emasesa, Enrique Baquerizo , la nueva directiva europea que entrará en vigor en enero es «más ambiciosa», puesto que «muestra que las cosas en materia de depuración no se pueden hacer de cualquier manera». Para ello fija tres objetivos. Por un lado, intensificar la descontaminación, algo que aborda « centrándose en las pequeñas poblaciones, en los tratamientos terciarios, y en los elementos que en concentraciones muy pequeñas son tóxicos y perjudiciales tanto para el medio ambiente, la salud animal y humana». Por otro, apostando porque el sector sea «neutro energéticamente» y porque «se le dé un nuevo uso al agua tratada». Finalmente, a través de la mejora de la gobernanza, con «un factor importantísimo como es la responsabilidad ampliada del productor, es decir, quien contamina paga». Para Marcelino Manzanares, director de operaciones de Hidralia , la norma configura «retos muy importantes» como la digitalización, ya que «nos va a obligar a tener monitorizados los alivios y su carga contaminante». Al hilo también destaca «uno de los primeros deberes que tenemos que hacer» que son «los planes integrales de gestión de los sistemas de saneamiento» y que van a conllevar «mucha inversión» para poder acometer las infraestructuras necesarias. De hecho, la parte económica es fundamental, como también indica Baquerizo. «Partimos de una tarifa que de media en España es de 2 euros el metro cúbico, frente a las 8 euros que se pagan, por ejemplo, en un país como Dinamarca». Como insiste Lastra, «nosotros pagamos en función de lo que consumimos, pero el agua de lluvia no se paga» . Aboga, por tanto, porque «los que apuesten por un drenaje urbano sostenible, cubiertas verdes o un asfalto drenante paguen menos que el que opta por una tecnología tradicional que mete mucha agua de lluvia». Es lo que definió como «una estructura tarifaria». La normativa también apuesta por una mejora de la instalaciones «en muy corto espacio de tiempo», como señala Baquerizo, teniendo en cuenta sobre todo que « estamos rondando entre ocho y diez años para estudios previos, licitaciones, adjudicaciones y ejecución de las obras ». En eso también es necesario «cambiar la forma de hacer» y ver «cómo planificamos y ejecutamos de una forma más ágil». Manzanares aboga, además, por reforzar aspectos como la digitalización y la transparencia, que nos van a llevar a que «al menos una vez al año tengamos que informar a los ciudadanos del nivel de cumplimiento en nuestras depuradoras». Todo ello, «con soluciones basadas en la naturaleza, que son más rentables y más baratas». Sin olvidar, como advirtió Lluch, la importancia de perseguir «a esa gente que aprovecha los episodios de lluvia para meterte en la red el contaminante que si tiene que tratar le cuesta un riñón» . La nueva regulación incide en todos esos aspectos y, sobre todo, dibujo un horizonte mas restrictivo y más verde para poner en valor el gran tesoro del agua que disfrutamos.
