La actividad empresarial de Reino Unido se contrajo por primera vez en más de un año, mientras el sector privado advirtió que la confianza en el gobierno laborista resultó muy golpeada por el presupuesto del mes pasado. Así comenzaba un artículo que apareció en Financial Times el 22 de noviembre. Plantea la importante pregunta de si la “confianza” importa siquiera para el desempeño económico.Para responderla es necesario distinguir la noción de confianza a la del impacto directo de una política. Así, en este artículo, se cita a Chris Williamson de S&P Global diciendo que “las empresas le dan claramente ‘un pulgar hacia abajo’ a las políticas anunciadas en el Presupuesto (el 30 de octubre de 2024), sobre todo el aumento que se planea en las contribuciones de los empleadores a la seguridad social”.Sin embargo, esto tiene poco que ver con una pérdida de confianza y puede significar que las empresas estaban bastante seguras de que unos impuestos más altos al empleo llevarían a mayores costos, precios más altos, menos empleo y menores utilidades y, que de ser así, serían contractivos, en ausencia de una compensación poderosa.Una compensación puede ser una caída en los costos de endeudamiento a medida que suban los impuestos. En la práctica, como señaló la Oficina de Responsabilidad Presupuestaria en ese momento, el endeudamiento prospectivo aumentó. Entonces, no es algo que sorprenda que los rendimientos de los costos de los bonos del gobierno a 10 años aumentaran 268 puntos básicos desde antes del Presupuesto hasta el 19 de diciembre, un aumento mayor que en cualquier miembro del G7, aparte de EU.Sin embargo, la confianza todavía puede importar. De hecho, es seguro que lo hará. Después de todo, como señalaron los premios Nobel George Akerlof y Robert Shiller en su libro de 2009 Animal Spirits, las personas no somos máquinas de calcular racionales. Somos intensamente emocionales.Con frecuencia podemos analizar la economía como si eso no fuera un problema. El análisis mecanicista de lo que puede lograr un aumento de impuestos ―como el del presupuesto de otoño― sería suficiente. Sin embargo, hay excepciones cruciales. Estas ocurren principalmente cuando la “incertidumbre radical”, el título de un libro de 2020 de dos economistas británicos John Kay y Mervyn King, se convierte en el tema principal. Además, hay dos circunstancias en las que esa incertidumbre sí se vuelve dominante para determinar lo que va a ocurrir: la primera es una inestabilidad macroeconómica grave, como una crisis financiera; la segunda es una de crecimiento débil a largo plazo.En ambos casos, una variable crucial es lo que John Maynard Keynes llamó la “propensión a invertir”. La inversión es donde tienen que entrar los “espíritus animales”. Cualquier decisión de invertir es una apuesta a un futuro incierto a largo plazo. Las últimas dos décadas demostraron qué tan impredecible puede ser ese futuro. En la actualidad, difícilmente parece menos impredecible. Basta con pensar en lo que puede suceder en política, economía o en materia ambiental.Además, como subrayó Keynes, es probable que la inversión se vea deprimida durante años si la economía llega a caer en una recesión. Por eso, desde mi punto de vista, la austeridad fiscal posterior a la crisis financiera fue un error. Es parte de la razón por la que el crecimiento en Reino Unido y la mayoría de las demás economías europeas se muestra débil desde entonces.Ahora, sobre todo en Reino Unido, donde, como señalé el 25 de noviembre, la inversión neta es excepcionalmente baja, los espíritus animales deprimidos amenazan la inversión de la que depende el crecimiento económico futuro. Por desgracia, los datos sugieren que la confianza es bastante baja.Un ejemplo es un “indicador de confianza económica” publicado por el Institute of Directors a principios de este mes, en el que se muestra la confianza empresarial en niveles cercanos a los de 2020, en el apogeo de la pandemia de covid, o después de la invasión a gran escala de Rusiaa Ucrania en 2022. El 2 de diciembre de 2024 el gobierno informó que “las empresas del sector privado esperan que la actividad caiga en los tres meses hasta febrero de 2025… esta es la primera vez este año en que las expectativas son negativas”.El peligro es que las medidas adoptadas por el gobierno para aumentar los impuestos y endurecer la regulación, en particular del mercado laboral aumentarán la incertidumbre y elevarán la certeza de que la economía seguirá estancada. Ambos efectos deben minar la confianza, lo que a su vez puede desencadenar una agresiva espiral descendente en la que la falta de confianza frena el espíritu animal, debilita la inversión y la demanda, socava la innovación y reduce la capacidad productiva.El gobierno enfatiza la prioridad del crecimiento económico. Y tiene razón, nada va a funcionar sin él, pero debe comprender que el crecimiento depende de la confianza de las empresas para aprovechar las oportunidades riesgosas. Por tanto, en cada decisión, el gobierno debe preguntarse: ¿las empresas creerán con más firmeza en un futuro mejor o no?