La Nochebuena es a la vez una gran noche familiar y un campo de minas. Tanto es así que los menús de la cena se planifican semanas antes para evitar escenas que ríete tú de Puerto Hurraco. Una tarea cada vez más compleja porque no hay casa en la que no haya un crudivegano que arruga el morro mientras el resto degustamos un lechazo, un alérgico a los alimentos que comienzan por una letra aleatoria o, lo peor de todo, esa persona que se empeña en pelar los langostinos con cuchillo y tenedor. Que si el vino tiene que ser de aquí o de allá, que si el pulpo ya es todo marroquí y que nada es como antes. Incluso...
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