Bello y a la par que exigente programa con un memorable resultado en un concierto en el Auditorio del Palau de Les Arts, de alguna forma, especial por dos razones. La primera, por ser el estreno en Valencia de una obra del gran compositor de la tierra, Francisco Coll , pero cuya música ha traspasado ya no pocas fronteras; y la segunda, por ser la primera cita con el público tras conocerse que James Gaffigan , director musical del teatro, no renovará su contrato. Al parecer, el motivo de ello, más que un desencuentro ha sido una cuestión de fechas, pues el director neoyorquino es también titular de la Ópera Cómica de Berlín, y porque ha mostrado su deseo de dirigir más en su país natal. Es de desear que en breve se anuncie su sustituto y que sea un director conocedor del teatro, y, sobre todo, las máximas garantías para mantener el alto nivel de los cuerpos estables y el prestigio de la institución. Se abrió el programa con las trompas de caza que enuncian el poema sinfónico de César Franck, 'El cazador maldito', una obra que apenas se programa y que este crítico escuchaba por primera vez en directo. Una música épica, tardoromántica y descriptiva con claras influencias de Liszt y Berlioz. Gaffigan y sus músicos ofrecieron una intensa lectura, ideal para caldear el ambiente para lo que vendría de inmediato. La segunda obra de la tarde sería una composición del citado Francisco Coll, siendo un estreno en España, aunque era la segunda vez que se interpretaba, tratándose de un encargo del Palau de Les Arts, la Orquesta Filarmónica de Londres, la Orquesta Sinfónica de Basilea y la Sinfónica de Toronto. La primera audición se llevó a cabo en Londres con Gustavo Gimeno a la Batuta y Javier Perianes al piano. 'Ciudad sin sueño' no es un concierto, aunque podría parecerlo, con dos movimientos rápidos en los extremos, jugando con un pie fuera y dentro de la tonalidad y empleando el piano de forma más rítmica y como instrumento de percusión. Ambos envuelven una amplia parte lenta tonal, descriptiva, melódica incluso, entre la contemplación y la evocación. Se trata según su autor una Fantasía para piano y orquesta. El título viene referido al poema de Federico García Lorca de su obra 'Poeta en Nueva York'. En un panorama en el que es cada vez más complejo hallar un lenguaje propio, Coll lo logra de forma natural, sin artificios , por eso y por muchas otras razones lo han convertido en el compositor español más internacional. De sus composiciones, las escritas para instrumentos solistas siempre ponen a prueba las capacidades técnicas y expresivas de sus dedicatarios y en esta ocasión no lo fue menos. Qué gran músico es el pianista Javier Perianes, el mejor traductor posible de esta fascinante partitura, y qué aparente facilidad para hacer suya la obra de Coll, enfrentándose desde la plena asimilación a la complejidad de esta escritura, compleja y virtuosa en los extremos y sin solución de continuidad adentrándose en una poética ensoñación introspectiva, cargada de lirismo, a través de un lenguaje propio a la par que síntesis de la más grande música española del último siglo (Falla, Albéniz…). La música de Coll es de natural imprevisible y no es fácil intuir el camino que tomará diez compases más allá cuando tomamos contacto con una de sus composiciones por primera vez. Esta Fantasía tiene aroma a obra relevante y posee todos los aditamentos para convertirse en una de sus partituras fetiche que, ojalá, tenga predicamento en los dedos de otros solistas y formaciones internacionales, por lo que es de desear que se lleve pronto al disco. El éxito fue grande como lo fue la ovación que llevó el propio compositor en el escenario. Espectacular lectura del concierto en Sol de Ravel con una visión abiertamente «americana», al poner de relieve más lo jazzístico que esta obra maestra encierra, que decantarse por una lectura más afrancesada, de corte más impresionista e íntima. Incluso Perianes, quizás amoldándose a la visión de Gaffigan, o por «acuerdo» de ambos, recurrió a un pianismo de amplias sonoridades de un discurso más percutivo y menos ligado de lo que viene siendo habitual en el pianista español, cuando le hemos escuchado recientemente. Tiene pocos secretos este concierto para el onubense, y dominó de forma apabullante, todos los recursos rítmicos, las articulaciones, los diálogos con los solistas para componer una memorable lectura . La orquesta y sus profesores disfrutaron tejiendo una irresistible armadura rítmica llena de sensualidad y estados de ánimo: ensoñadora el arpa, espectacular y juguetón el requinto, evocadora la flauta y así el corno, trompa, fagot, trompeta etc, pues se trata de una obra en la que todos los primeros atriles han de estar 'on fire', y lo estuvieron. Magnífico James Gáffigan y una Orquesta de la Comunitat Valenciana, ahora en plan gran conjunto, sonando como una opulenta maquinaria en una sensual, opulenta y hedonista versión de 'La Valse' en la que la orquesta dibujó en el espectro sonoro la sinuosidad de esta música genial. Sin duda uno de los grandes conciertos sinfónicos del director neoyorquino desde que llegara a nuestra ciudad.