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En medio del océano Pacífico, está un país compuesto por nueve islas coralinas, conocidas por su belleza paradisíaca y por su particular fuente de ingresos: el internet. Esta pequeña nación, que apenas supera los 12.000 habitantes, obtiene gran parte de su economía a través de la venta de dominios web. Sin embargo, hay una historia que lo conecta con las bases aéreas de Estados Unidos durante la Segunda Guerra Mundial, un rol clave que pocos conocen.
Actualmente, esta nación enfrenta una amenaza existencial. El cambio climático avanza sin tregua y el nivel del mar sube a un ritmo alarmante. Se estima que para el año 2100, el 95% de su territorio estará completamente sumergido. Esta nación podría convertirse en el primer país del mundo en perder su territorio físico debido al calentamiento global, una realidad que sus líderes intentan evitar a toda costa mientras luchan por mantener su soberanía e identidad cultural.
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¿Cuál es el país que vive del internet y clave para las bases aéreas de EE. UU. hace 82 años?
Tuvalu, una de las naciones más pequeñas y menos pobladas del mundo, ha encontrado en el internet una fuente crucial de ingresos. Gracias a su dominio de nivel superior ".tv", que coincide con la abreviatura universal de "televisión", el país genera millones de dólares anuales al vender licencias de este dominio a gigantes de los medios y plataformas de streaming. A pesar de sus limitados recursos naturales y su lejana ubicación geográfica, el país que vive del internet ha logrado capitalizar esta oportunidad digital para sostener su economía.
Pero su relevancia no termina ahí. Durante la Segunda Guerra Mundial, las islas de Tuvalu se convirtieron en un enclave estratégico para las fuerzas estadounidenses en el Pacífico. Las bases aéreas establecidas en el territorio permitieron operaciones claves para enfrentar a las fuerzas japonesas. La posición geográfica de estas islas resultó ideal para vigilar las rutas marítimas y proteger la región. Aunque hoy estas instalaciones han desaparecido, el impacto de su contribución a la historia militar de Estados Unidos sigue siendo recordado.
¿Cómo eran las bases de EE. UU. y quién gobierna Tuvalu?
Las bases aéreas estadounidenses en Tuvalu, conocidas principalmente por su instalación en la isla de Funafuti, sirvieron como puntos estratégicos para el abastecimiento de aviones y tropas de Estados Unidos durante la Segunda Guerra Mundial. Estas bases facilitaron el movimiento de las fuerzas aliadas en el Pacífico, pero también protegieron rutas comerciales y aseguraron una presencia militar constante en la región. Hoy, pocos vestigios de estas instalaciones permanecen, pero su legado como pieza clave en la defensa del Pacífico es innegable.
En la actualidad, Tuvalu sigue siendo parte de la Commonwealth y reconoce a la monarquía británica como su máxima autoridad ceremonial, con el rey Carlos III como jefe de Estado. Sin embargo, el poder ejecutivo reside en el Primer Ministro, elegido democráticamente. Esta mezcla de monarquía constitucional y gobierno parlamentario ha permitido a Tuvalu mantener una estabilidad política admirable a pesar de sus numerosos desafíos económicos y ambientales.
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¿Cómo Tuvalu terminaría bajo el agua en 2100?
El cambio climático representa una amenaza inminente para este pequeño estado insular. Tuvalu está compuesto principalmente por atolones y arrecifes de coral, con una altitud máxima que no supera los 4,5 metros sobre el nivel del mar. Esta característica geográfica lo convierte en uno de los países más vulnerables ante el aumento del nivel de los océanos.
El deshielo de los casquetes polares y el aumento de las temperaturas globales han acelerado este fenómeno. Para 2100, los expertos advierten que casi la totalidad del territorio tuvaluano podría quedar sumergido. Además, la salinidad del agua marina ya afecta las fuentes de agua potable y la agricultura local, complicando aún más la vida cotidiana de sus habitantes.
Ante esta amenaza, Tuvalu ha tomado medidas innovadoras, como la digitalización de su territorio en el metaverso y la búsqueda de acuerdos internacionales para la reubicación de su población. Sin embargo, la solución definitiva no está en sus manos, sino en un esfuerzo global para frenar el cambio climático antes de que sea demasiado tarde.