El frente popular, constituido en el cardenismo, significó una convergencia temporal del Partido Comunista Mexicano (PCM) con el régimen revolucionario para enfrentar el fascismo de acuerdo con la directriz de la Komintern. En las siguientes décadas, hasta llegar a la conformación del Partido de la Revolución Democrática (PRD), distintos segmentos de la izquierda nacional buscaron aliarse con los sectores progresistas del régimen a fin de profundizar la Revolución mexicana. El avilacamachismo, seguido del alemanismo, fueron el acicate para emprendimientos editoriales en esta dirección, dando lugar a las revistas Combate, Índice, Problemas agrícolas e industriales de México y, más adelante, a Política, abiertamente crítica de los gobiernos de Adolfo López Mateos y de Gustavo Díaz Ordaz, procubana y en una línea afín con el internacionalismo soviético en complicado equilibrio con la simpatía por el Movimiento de los Países No Alineados.Codirigida por Manuel Marcué Pardiñas —quien editó en la posguerra Problemas agrícolas e industriales de México— y Jorge Carrión, Política. Quince días de México y del mundo circuló a partir de 1960 y hasta 1967. La revista pretendía “devolver a la palabra política su prestigio y su connotación y valor social, conectarla con los valores superiores de la práctica y el pensamiento, extender su dominio a todos los territorios económicos, sociales y culturales que convienen con su esencia humanística”. Política congregó a intelectuales de distinta estirpe ideológica: comunistas (David Alfaro Siqueiros, José Revueltas, Arnoldo Martínez Verdugo, Enrique Semo Calev, Miguel Aroche Parra), lombardistas (Manuel Mesa Andraca, Agustín Cué Cánovas, el propio Lombardo), priistas (Carlos A. Madrazo), sindicalistas (Valentín Campa, Demetrio Vallejo), escritores (Salvador Novo, Renato Leduc, Ermilo Abreu Gómez, Carlos Monsiváis, José Emilio Pacheco), filósofos (Emilio Uranga, Eli de Gortari, Alberto Híjar), científicos (Guillermo Haro), economistas (Alonso Aguilar Monteverde, Fernando Carmona), sociólogos (Francisco A. Gomezjara), periodistas (Víctor Rico Galán, Carleton Beals) y caricaturistas (Rius). Los vasos comunicantes del antiimperialismo con el cardenismo y el nacionalismo revolucionario facilitaron el vínculo.Con ánimo contestatario frente al “régimen policiaco” que advertían por la matanza en la Alameda Granados Maldonado en Chilpancingo (30 de diciembre de 1960) y la persecución de los opositores, los directores de Política interpelaron al presidente López Mateos sobre si esta era una iniciativa del procurador y del jefe de Policía o se trataba de la “deliberada transformación de nuestro régimen de derecho democrático en dictadura represiva y anticonstitucional”. Uranga lamentaba la decadencia, “el arrinconamiento”, “la enorme baja de prestigio” y el “afeminamiento” de la cultura universitaria, degradada por el antiintelectualismo de “trogloditas que con la frase exculpante de que son inteligentes y no intelectuales han elevado su ignorancia a virtud”. Sugería escuchar “la poesía en voz alta” nada más para determinar si en verdad “esta blandengue manifestación tiene que ver con la auténtica cultura universitaria”. Alonso Aguilar descreía del proyecto empresarial de “restructurar la mecánica capitalista nacional” que, en lugar de modificar radicalmente los fundamentos del desarrollo nacional, un arduo y espinoso camino, proponía transitar “por la vía corta e incruenta descubierta por los hombres de negocios”. Fuentes acompañó durante una semana al general Cárdenas en el Bajío y pudo constatar su arraigo popular, la justicia de sus causas y la pertinencia de sus enseñanzas animadas por la convicción de que la “vida democrática de un país no puede depender de un hombre”, antes bien “debe depender de todos”. En consecuencia, la reforma agraria integral, la democracia sindical y la libertad política solo podrá conquistarlas “el pueblo organizado”.La foto del abrazo de López Mateos con Rubén Jaramillo ilustró la portada del número del 1 de junio de 1962, a una semana escasa del asesinato de él y su familia en Xochicalco. “Un crimen del régimen”, el editorial, calificó como “el peor, el más criminal de los terrorismos” al “terrorismo desde arriba”, el ejercido “desde posiciones de mando, desde las alturas del poder público”, cobijado en la impunidad. Excepción hecha del PRI “todas las organizaciones políticas condenaron la ejecución del agrarista, por lo que el silencio podría interpretarse como “confesión de culpa”. Varias columnas más reprobaron algo que olía a traición presidencial que, “en el dilema de aplastar a la reacción regiomontana o silenciar las demandas del pueblo, prefiere, como lo demuestra el asesinato de Jaramillo, inmolar al proletariado”. Y, al año siguiente, otro colaborador señaló que Díaz Ordaz, quien apuntaba como sucesor de López Mateos, representaba “las fuerzas más oscuras de México”, por lo cual la izquierda debería integrar un frente para impedirlo.Número tras número, el rechazo al candidato priista era patente. Ganó Díaz Ordaz y Fuentes, Benítez, López Cámara, Flores Olea y González Pedrero se retiraron de la revista aduciendo que la revista era sectaria, dogmática y monolítica, al punto de no dejar espacio para el diálogo entre las izquierdas, lo que bloqueaba esfuerzos como los de ellos en el sentido de ofrecer un combate, “limitado pero honesto, por la independencia y el progreso de México, por la completa actualización de la Revolución mexicana, por el acercamiento de nuestra política exterior al no alineamiento a ninguno de los bandos en pugna, por el eventual desarrollo de una democracia socialista en nuestra patria”.De acuerdo con los editores de Política, los cinco intelectuales se habían doblado frente al poder. Dos de ellos, sin aclarar quiénes (se referían a López Cámara y González Pedrero), habían escrito “concienzudos elogios al presidente designado”, elogiando “la madurez cívica del pueblo” que lo votó en unas elecciones democráticas, “pacíficas y ordenadas”. Benítez optó por abstenerse “de discutir los problemas nacionales”. Y Fuentes publica en la prensa “solo cuando hay un acto de gobierno que aplaudir, porque cuando es preciso censurar no escribe”. En función de esto Rico Galán se preguntaba si los intelectuales de izquierda pueden “olvidar la reivindicación más importante del pueblo mexicano, que es la democratización del país”.En 1965 cardenistas como Aguilar Monteverde y Carmona y el exlombardista Enrique Ramírez y Ramírez también se separaron de la revista cuando renunciaron al Movimiento de Liberación Nacional (MLN), organización formada alrededor de Lázaro Cárdenas para acuerpar a la Revolución cubana, que nunca acabaría de cuajar y quedó herida de muerte cuando el general apoyó la candidatura presidencial de Díaz Ordaz. Debilitada y con el asedio del inquilino de los Pinos, Política se despidió del público con el número doble 181-182 de diciembre de 1967.AQ