“Mi madre y mi padre se conocieron el día en que él había decidido tirarse desde el puente Sixto en el Trastéver”, así arranca La extranjera (Anagrama), novela de la escritora Claudia Durastanti (Brooklyn, 1984). En entrevista con MILENIO, la autora habla de su novela “familiar” que transcurre entre el pasado y el presente.¿De qué necesidad nace La extranjera?Siempre tuve un rechazo psicológico hacia la escritura autobiográfica. Comencé a escribir desde niña y me di cuenta de que cada vez que contaba los hechos de mi familia, la migración y sobre varios temas, de alguna manera, la atención de quien me escuchaba se movía hacia mi familia y yo desaparecía lentamente. Siempre he tenido mucho interés por la ficción, las historias, la imaginación y que la literatura estaba en la voz y, de alguna manera, en la capacidad de transfigurar el material autobiográfico en algo nuevo, mágico, y es muy irónico que La extranjera se transforme en un libro que cambia mi escritura.¿Por qué decidiste escribir la novela?Cuando uno crece en una familia que tiene experiencias extravagantes y traumáticas como la mía, en un cierto punto la familia desaparece, es invisible y no es automático que la familia vuelva a ser interesante. Hubo algunos episodios que me regresaron las ganas de contar, sobre todo la historia de mi mamá. Yo tenía 34 años cuando empecé a escribir la novela y era la misma edad que tenía ella cuando se mudó desde Brooklyn a este pueblito del sur de Italia; era como un cierre simbólico. Yo quería saber lo que mi mamá era sin mí; quería regresarle autonomía.¿La historia de tus papás merecía ser contada?Yo no veo a mis papás en la tradición literaria. No hay personajes como ellos; escribo este libro y yo sentía una falta hacia ellos que pertenecen a mi vida y como una posibilidad de personaje literario. Y digo: “¿Quién tiene derecho a contar su propia historia?” Yo soy escritora y había publicado otra cosa y podía, obviamente, contar la historia; pero obviamente, si mi mamá hubiera publicado sus diarios, hubieran sido liquidados como autobiografía, género de sobrevivientes, un género inferior. Entonces hay también un juego sobre la politización de géneros literarios.¿En qué decides que tienes una historia? Provengo de dos papás que siempre cuentan las mismas historias; sobre todo mi mamá, por eso la primera parte de la novela es “Mitología”, porque ella siempre contó su pasado intentando transformarlo en una leyenda. Para mí fue fundamental cuando mi papá me contó otra versión de los hechos, como cuando salvó a mi mamá de una agresión y mi mamá me contaba que fue ella quien lo salvó de un suicidio. Me doy cuenta de que tengo una novela, tengo una declaración poética. Cada uno de nosotros reelabora su propia memoria, génesis, mitología. Yo tuve la suerte de crecer en una familia de impostores románticos que tenían un talento por el storytelling.En La extranjera, la protagonista (la autora) desciende de una familia de emigrantes que salieron de Italia rumbo a Estados Unidos y nació en Brooklyn; es hija de padres mudos y volvió con su madre a Italia.¿Fue doloroso escarbar en tu pasado?Paradójicamente, yo eché hacia afuera mi rabia, mi sufrimiento, en mis primeras novelas, cuando mis papás tenían otro nombre, cuando no contaba directamente mi historia. La novela ha sido un instrumento fundamental de catarsis para mí; La extranjera me dio mucha felicidad escribirla, porque la pregunta no era hacer paz con mi familia, sino escribir y contar su historia explotando todo el potencial narrativo.¿Qué dijo tu familia?Mi mamá siempre tuvo un rechazo hacia la narrativa, la obra de imaginación; ella siempre ha sido de memoir, de biopic, porque piensa que todo lo que se cuenta nace de una historia real. Yo escribí este libro que se fundamenta sobre sus cuentos, diarios, testimonios y las entrevistas a mi familia; me comentó que es una bellísima obra de imaginación. Es una historia suya y es la primera vez que creyó haber leído una novela, pero es su vida; eso demuestra que yo sí logré el intento poético que me había propuesto.¿Te sientes extranjera?Siempre pensé que ser extranjero tenía como un sentido negativo, de exclusión, con estigmas, haber sido marginada, sin independencia económica. Entonces no lograba pronunciar la palabra extranjera con valor. De mi mamá aprendí este gran sentido de libertad, en el momento en el cual tú no sufres por esta palabra, pero la escoges para ti y tiene un significado positivo, también transformativo, y es una perspectiva literaria, la perspectiva de la extrañeza, del margen; es lo que yo,pues, sigo haciendo y es algo que se relaciona con mi vida y también con la manera con la cual yo construyo historias sobre la página.¿Qué tienen los italianos que son tan ricos en historias?Fui a hablar de la novela en una universidad de California y había estudiantes de segunda generación vietnamitas, filipinos, chinos e irlandeses, que estudiaban la cultura italoamericana y pregunté, ¿por qué? Ellos decían que cuando un escritor se ocupa de la migración italiana, que fue una de las más grandes, se crea un fundamento novelístico de la migración; otras poblaciones que emigraron, cuando intentaban contar literariamente su migración, se apegaron al ejemplo italiano.¿Qué dirías a los lectores para que se acerquen a la novela?Escribí este libro para salir del aislamiento, de una dimensión de silencio y, más que contar mi historia, quería entender dónde mi ‘yo’ se derramaba en algo diferente, dónde mi vida se extendía y se transformaba en la vida de los demás. Es una historia que escribí en la primera persona singular, pero pensaba siempre en nosotros; espero que, dentro de esta dimensión personal, que se transforma en universal, todos puedan encontrar un gusto también para contar su propia historia.AMG