Crónica de iniciación del reportero en la Patagonia
¡La Patagonia!, exclamaba Chatwin, como si paladeara cada sílaba de aquella palabra mítica; luego intentaba descifrarla: «Es una amante exigente. Te embruja. ¡Es una hechicera! Te atrapa en sus brazos y nunca te suelta». He comprobado en Europa que pronunciar el nombre de ese confín provoca aún hoy estremecimiento y fascinación; también puro asombro cuando cuento que yo ejercí el periodismo durante cinco años en ese territorio de leyendas. Fue en la lejana década de ochenta, y la experiencia cambió para siempre mi vida. Yo era reportero de sucesos en Buenos Aires, y alguien me convenció de abandonar la ciudad, fundar un diario en el Alto Valle del Río Negro y del Neuquén e internarme en aquella gran aventura; la...
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