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La verdad de los psicofármacos: «La medicación acaba siendo la única alternativa cuando no hay acceso a terapia»

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Los datos no mienten. Lo que ocurre es que, cuando se ponen sobre la mesa, sorprenden. Alarman, más bien. Y si de lo que hablan es de salud, aún más. Según el Informe Edades 2024, elaborado por el Ministerio de Sanidad, el consumo de hiposedantes (ansiolíticos, entre otros), con o sin receta médica, se ha incrementado en España hasta un 27,4% en el último año. En 2024, el 12% de las personas de 15 a 64 años aseguró haberlos consumido en los últimos 12 meses, siendo la proporción de consumo mayor entre las mujeres (14,7%) que entre los hombres (9,3%). Además, el 4,8% de la población de España, de entre 15 y 64, admite haberlos consumido alguna vez en su vida, el 1,8% en el último año y menos del 1% en los últimos 30 días.

Por si fuera poco, según la Junta Internacional de Fiscalización de Estupefacientes (JIFE), España es el país del mundo con mayor consumo de benzodiacepinas (fármaco de la familia de los hiposedantes). Pues bien, con esta radiografía de los psicofármacos sobre la mesa, el psiquiatra David López Gómez (a quien no le gusta que se expongan los datos sin contextualizar, por el riesgo de estigmatizar a quienes utilizan psicofármacos), atiende a LA RAZÓN para hablar del uso/abuso/adicciones/ buen y mal uso de los fármacos dirigidos a paliar problemas de salud mental.

Unos medicamentos, amados y denostados a partes iguales, que llegaron a nuestras vidas en los años cincuenta y que han experimentado un desarrollo espectacular. «Las principales dianas terapéuticas en psiquiatría se establecieron con los fármacos de los años 50. Estas dianas son, en su mayoría, los sistemas de neurotransmisión y los receptores de los neurotransmisores en nuestro organismo. Hasta donde sabemos, no hay nuevas dianas terapéuticas en psiquiatría. Las investigaciones posteriores se han centrado más en afinar los fármacos existentes, en lugar de desarrollar nuevos enfoques completamente diferentes. Los fármacos actuales siguen teniendo perfiles de eficacia similares a los de hace décadas, aunque con mejoras significativas en seguridad y efectos secundarios», puntualiza López, que acaba de publicar «Hablemos de los psicofármacos» (Arpa), donde desgrana la tipología, secuelas y dependencia (o no) que generan.

Aclarado que la eficacia sigue siendo similar a la de los medicamentos más antiguos, pero con un perfil de «tolerabilidad mucho mejor», es decir, menos efectos secundarios, el experto asevera que es necesario desmontar algunos mitos como el de la dependencia generalizada que provocan las benzodiacepinas (ansiolíticos). «La dependencia psicológica y la física están muy relacionadas. Si tomas un medicamento y te ayuda a calmar la ansiedad, el cuerpo puede desarrollar tolerancia, lo que significa que necesitarás una dosis mayor para obtener el mismo efecto. Pero más allá de la dependencia física, existe una dependencia psicológica, ya que el paciente empieza a creer que solo con el medicamento podrá controlar sus síntomas, como la ansiedad o el insomnio. Este mecanismo crea un círculo vicioso, donde el paciente cree que no puede funcionar sin el medicamento. Es crucial educar a los pacientes para que comprendan que los fármacos son un tratamiento a corto plazo y que, una vez desaparezca la causa subyacente, pueden dejar de usarlos sin problema.»

Sobre los pacientes «enganchados» a psicofármacos durante años, López, que también es director de la clínica menteAmente, apunta que «en muchos casos, el paciente no está consciente de que podría dejar de tomarlo, especialmente si nunca se le ha explicado que los antidepresivos no deben tomarse de forma indefinida sin control médico. Este es un problema común que he observado en la consulta, donde los pacientes siguen tomando medicación sin un plan de revisión adecuado».

Pero, pese a que son medicamentos sensibles, ¿no cree que hay una sobreprescripción de los mismos?

"La OMS estima que hay 300 millones de personas con depresión en el mundo y calcula que la mitad no recibe tratamiento. Claro, esto puede estar relacionado con la falta de recursos en países en desarrollo, pero incluso en España, hay casos de depresión no tratados. El mensaje de que en España se sobreprescriben fármacos, en realidad, puede perjudicar a aquellos que realmente los necesitan. Si un tratamiento está indicado para una persona que se va a beneficiar de él, no es realmente sobreprescripción. El problema es que la vía de la terapia está bloqueada por la lista de espera, y lo más accesible es la vía de medicación. La medicación debe ser una opción válida, siempre y cuando esté indicada para aliviar el sufrimiento de la persona, pero cuando la terapia no está disponible de inmediato, es la opción que queda. Eso no significa que la medicación sea una sustitución de la terapia, sino que en esos momentos, la medicación es lo que se puede ofrecer.

Un mal, el de las listas de espera de nuestro sistema sanitario, que está muy relacionado no solo con la cantidad de casos, sino con la falta de profesionales (aproximadamente 10 psiquiatras por cada 100.000 habitantes). «La escasez de profesionales hace que los casos de salud mental sean más difíciles de gestionar, y el volumen de pacientes no permite dedicar el tiempo necesario a cada caso, especialmente los más graves. Es un problema complejo, porque las patologías son muy heterogéneas, y mientras unos pacientes requieren atención urgente, otros pueden tener problemas emocionales más leves, pero igualmente importantes», puntualiza López Gómez.

Así, según añade a continuación, «cuantos más pacientes lleguen, menos tiempo habrá para los casos más graves, los que realmente necesitan tratamiento médico urgente. A veces no se puede dedicar el tiempo necesario a los casos más complejos. Por eso, la medicación, aunque no sea la opción ideal, acaba siendo la única alternativa cuando no hay acceso a terapia. Pero eso no significa que no se deba prescribir si está indicada, porque, al final, lo importante es aliviar el sufrimiento del paciente».

Eso sí, matiza que «es importante que el paciente elija si tomar el medicamento, entendiendo los beneficios y los riesgos que implica. Sin embargo, debemos reconocer que la atención en salud mental está limitada, como ocurre con otros servicios médicos».

Y, en el otro lado, en el del paciente. ¿No nos hemos convertido en personas demasiado poco tolerantes a la frustración, a los males de la vida cotidiana? ¿Acudimos con soltura a soluciones fáciles (medicamentos)?

"El malestar de la vida cotidiana no debería resolverse solo de manera individual. No se trata de que las personas aprendan a lidiar con las emociones negativas, sino que también debemos apoyarnos mutuamente. La sociedad tiene un rol importante en la prevención de enfermedades mentales, y si las personas reciben el apoyo necesario, es posible que no busquen ayuda médica en primer lugar. La solución no está únicamente en la consulta individual, sino en el fortalecimiento del apoyo social. Vivimos en una sociedad cada vez más individualista, donde el éxito empresarial y económico parece ser lo más importante. Esto hace que las personas vayan al médico buscando que les resuelvan el problema, sin esperar que su entorno pueda ofrecerles ayuda. Este individualismo puede agravar los problemas de salud mental.

A punto de que nuestra cita con el psiquiatra llega a su fin, la curiosidad se impone. ¿Qué garantías tienen las nuevas terapias psicodélicas (a base de psicotrópicos) que cada vez cosechan más adeptos? ¿Son seguras? El doctor lo tiene claro: «En España, actualmente, las dosis administradas de estas sustancias son muy pequeñas y controladas. Los pacientes deben estar en un entorno hospitalario para garantizar que se les monitoree de cerca. La principal preocupación es que las sustancias psicodélicas pueden provocar alucinaciones, por lo que se deben tomar en un entorno seguro, controlado, no en casa ni en la calle.»

Y es que, tal y como se ha podido comprobar, muchos de estos tratamientos tienen buenos resultados, «pero siempre debe haber una evaluación médica rigurosa. El principal mensaje es que, si alguien está pasando por un mal momento, debe consultar a un médico psiquiatra que pueda orientarlo correctamente y ofrecerle tratamientos con evidencia científica», sentencia el psiquiatra.




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