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Lo bueno, lo malo y la incertidumbre de la economía de Trump

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¿Qué impacto tendrá la próxima administración estadounidense en el crecimiento económico y la inflación? La respuesta aún no está clara, porque si bien algunas de las políticas propuestas por el presidente electo, Donald Trump, impulsarían el crecimiento y reducirían la inflación con el tiempo, otras tendrán el efecto contrario.

En el lado positivo del balance, Trump será en general favorable a las empresas, y este hecho por sí solo estimularía la actividad económica al desatar los “espíritus animales” que impulsan la inversión empresarial, la innovación y el crecimiento.

El crecimiento también debería beneficiarse si él y los republicanos del Congreso consiguen prorrogar de manera permanente los recortes de los impuestos corporativos y sobre la renta de las personas físicas que expirarán en el 2025.

Del mismo modo, si se mantienen a raya los posibles excesos de su programa desregulador, la reducción de la burocracia podría promover el crecimiento y fomentar la competencia, reduciendo los precios a más largo plazo.

Trump también quiere aumentar la producción de petróleo y gas de Estados Unidos en un equivalente a tres millones de barriles diarios, lo que reduciría los precios de la energía y lograría que los sectores nacionales que consumen mucha energía sean más competitivos.

Pero es de esperar que esto se haga sin eliminar gradualmente la mayor parte de los subsidios a la energía verde de la administración anterior.

El Departamento de Eficiencia Gubernamental, comité asesor externo dirigido por Elon Musk y Vivek Ramaswamy (dos influyentes donantes de la campaña de Trump), no llegará ni cerca de recortar el presupuesto federal en $2 billones, como se prometió en un principio. Pero si el DOGE identifica recortes, inclusive por $200.000 millones, disminuirá las ineficiencias del sector público.

Por último, el creciente apoyo de Trump entre los líderes tecnológicos sugiere una posible aceleración de la ventaja comparativa de Estados Unidos en muchas industrias del futuro, empezando por la inteligencia artificial, la robótica, la automatización y la investigación biomédica.

No solo es improbable que la nueva administración se interponga en el camino de estas industrias, sino que se esforzará por eliminar toda resistencia a la que se enfrenten de los reguladores o la sociedad civil.

Pero un crecimiento más rápido y una menor inflación producto de las políticas fiscales, la desregulación y otras medidas favorables a las empresas tardarán en materializarse y, sobre todo, dependerán del impacto del lado negativo del balance de Trump.

En particular, varias de las políticas que Trump prometió promoverían un aumento de la inflación, ya sea a través de shocks negativos de la oferta o atizando una demanda excesiva.

No se puede negar que los aranceles elevados, las guerras comerciales y el desacople de China serán inflacionarios y perjudiciales para el crecimiento. La magnitud del daño, sin embargo, dependerá del tamaño y el alcance de los aranceles y otras políticas proteccionistas.

Del mismo modo, las restricciones draconianas a la migración —por no hablar de las deportaciones masivas— socavarán aún más el crecimiento e impulsarán la inflación al incrementar los costos laborales y aumentar el riesgo de escasez de mano de obra en sectores esenciales.

Asimismo, si los recortes fiscales se vuelven permanentes y se aplican otras promesas fiscales sin medios para pagarlas, la deuda pública va a aumentar en casi $8 billones en los próximos diez años. Esto también atizaría la inflación, lo que haría subir las tasas de interés a largo plazo y desincentivaría la inversión futura, socavando el crecimiento.

Un intento desordenado de reforzar la competitividad nacional debilitando el dólar también tiene el potencial de subir la inflación y agitar los mercados financieros. Cualquier intento, real o inminente, de desafiar la independencia de la Reserva Federal de Estados Unidos aumentaría tanto la inflación prevista como la real.

El impacto de los factores geopolíticos es igualmente incierto. Trump puede contener y reducir algunos riesgos geopolíticos que afectan a las economías y los mercados —como la guerra entre Rusia y Ucrania y los conflictos de Oriente Medio—, pero también puede desencadenar una guerra económica más amplia con China que fragmentaría aún más la economía mundial.

En consecuencia, los efectos de la administración Trump sobre el crecimiento y la inflación dependerán del equilibrio relativo de las políticas positivas y negativas.

Afortunadamente, varios factores juegan en contra de las propuestas más perjudiciales de Trump. El primero, y quizás el más relevante, es la disciplina del mercado: las políticas que aumenten la inflación y el déficit despertarán a los “vigilantes” del mercado de bonos, harán subir las tasas de interés nominales y reales (ajustadas por inflación) a largo plazo y, posiblemente, causarán una corrección del mercado bursátil (una caída de por lo menos el 10 %).

Dado que Trump considera el mercado de valores como un indicador del desempeño presidencial, esta señal por sí sola podría echarles agua fría a sus ideas más febriles.

Asimismo, dado que la Fed sigue siendo independiente, es casi seguro que reduzca o detenga sus recortes de tasas si la inflación vuelve a repuntar.

La mera posibilidad de este desenlace debería servir como una restricción adicional a la mala formulación de políticas, al igual que la influencia de los candidatos de Trump para ocupar altos cargos en el ámbito de la política económica, que en general entienden la economía y los mercados.

Por último, la escasa mayoría republicana en la Cámara de Representantes implica que Trump no cuente necesariamente con que su partido respalde plenamente todas sus políticas, especialmente las que aumentarían sustancialmente la deuda pública.

Todas estas son barreras significativas. Si limitamos nuestras perspectivas al 2025, el impacto neto de la agenda económica de Trump puede ser un lavado de cara para el crecimiento, aunque es probable que el ritmo de retorno de la economía a la meta de inflación del 2 % de la Fed se desacelere.

El crecimiento puede mantenerse por encima del potencial —dados los fuertes vientos de cola—, pero será menor que en el 2024. Mientras se contengan las políticas más radicales de Trump —y salvo algún acontecimiento inesperado, como un shock geopolítico—, el próximo año debería ser relativamente benigno para la economía estadounidense.

Nouriel Roubini, asesor sénior de Hudson Bay Capital Management LP y profesor emérito de la Escuela de Negocios Stern de la Universidad de Nueva York, es el autor de Megathreats: Ten Dangerous Trends That Imperil Our Future, and How to Survive Them (Little, Brown and Company, 2022).

© Project Syndicate 1995–2025




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