Occidente y los países árabes se unen para monitorizar a la nueva Siria

En una poco habitual exhibición de unidad, la capital saudí reunió este domingo a los ministros de Asuntos Exteriores de los principales países árabes y a representaciones de alto nivel de los principales países y organizaciones occidentales, a la cabeza de ellos Estados Unidos y la Unión Europea, para abordar la situación en Siria al cumplirse un mes de la caída de la dictadura de Al Asad y la entrada en Damasco de los rebeldes yihadistas del grupo Hayat Tahrir al Sham (HTS).

La monarquía saudí reunió ayer a los ministros de Exteriores de Emiratos Árabes Unidos, Qatar, Irak, Jordania, Egipto, Turquía, Kuwait, Bahréin y Líbano, además de los anfitriones, así como a los jefes de las diplomacias de la Unión Europea, entre ellas Alemania, y al Reino Unido.

Estados Unidos estuvo representado en la convocatoria por el subsecretario de Estado John Bass. La de ayer fue también la primera cita internacional en la que está presente el recién nombrado ministro de Exteriores sirio, Asaad al Shaibani, que pudo comprobar de primera mano el interés que la transición siria ha suscitado en las principales cancillerías a uno y otro lado del globo.

El principal asunto abordado por los anfitriones y el resto de países árabes en el encuentro de Riad fue la retirada de las sanciones internacionales a fin de facilitar una transición ordenada y pacífica en Siria. «Subrayamos la importancia de levantar las sanciones internacionales y unilaterales impuestas a Siria, pues su continuación obstaculiza las aspiraciones del pueblo sirio a lograr el desarrollo y la reconstrucción», aseguró ayer el jefe de la diplomacia saudí, el príncipe Faisal bin Farhán al Saúd.

Otras de las preocupaciones invocadas durante la cita de ayer por las autoridades árabes fueron la lucha contra el terrorismo -y concretamente el riesgo a la recuperación del Estado Islámico-, los planes de las nuevas autoridades sirias dominadas por HTS -que solo hace seis años formaba aún parte de Al Qaeda- y la cuestión de los refugiados, ya que no hay que olvidar que sigue habiendo más de tres millones de sirios en Turquía.

El jefe de la diplomacia saudí hizo además un llamamiento a respetar la soberanía y la integridad territorial de Siria, en un mensaje velado de Riad a Ankara y sus ambiciones territoriales en el país levantino.

El futuro de una Siria destruida preocupa tanto en la región como en Occidente. Las cancillerías internacionales son conscientes de que los niveles de desarrollo que se registran en el país levantino, con un 90% de la población por debajo del umbral de la pobreza según Naciones Unidas, son terreno fértil para la emergencia de ideas y movimientos radicales. La división de facto del territorio sirio, con al menos un 20% en manos de las prokurdas Fuerzas Democráticas Kurdas, contribuye además a la posibilidad de que elementos armados vinculados al Estado Islámico de Irak y el Levante (ISIS) ganen terreno en las amplias zonas desérticas y despobladas del este de Siria. En este contexto, las distintas potencias de la región se posicionan ante el nuevo escenario.

Sin duda, la Turquía de Erdogan, sin cuyo respaldo no se habría producido la fulgurante y triunfante operación militar liderada por HTS desde el noroeste sirio que acabó en apenas diez días con la dictadura siria, es la mejor situada. Compite con ella Arabia Saudí, mucho más solvente económicamente. En este escenario, la monarquía de la Casa de Saúd no quiere en modo alguno una Siria dominada por el islamismo afín a los Hermanos Musulmanes.

Con una Hizbulá -tentáculo de Teherán en el país- disminuida, la monarquía saudí será igualmente fundamental para la reconstrucción del Líbano, cuyo Parlamento fue la semana pasada capaz de elegir presidente tras más de dos años sin jefe de Estado. El primer viaje oficial de Joseph Aoun, el jefe de las fuerzas armadas convertido en presidente, será a la capital saudí. El hombre fuerte del HTS y de la nueva Siria, Abú Mohamed Al Jolani -o Ahmed al Sharaa-, es consciente de que necesitará del músculo financiero saudí, y recientemente reconoció que la monarquía árabe «está llamada a jugar un papel fundamental en la nueva Siria».

La gran derrotada de la ecuación es, sin duda, la República Islámica de Irán, que con la caída del régimen de Al Asad ha perdido un aliado fundamental en la región. También lo es la Rusia de Vladimir Putin que, implicada de lleno en la guerra en Ucrania, renunció esta vez -y para siempre- a salvar la cabeza de Bachar al Asad, como sí lo hiciera hace una década. Respecto al papel siempre importante de Estados Unidos, el pasado lunes la Casa Blanca anunció el levantamiento -durante seis meses- del bloqueo a las transacciones con las nuevas instituciones sirias a fin de facilitar la llegada de ayuda humanitaria. Las nuevas autoridades sirias insisten en que las sanciones «fueron impuestas al antiguo régimen» y, por tanto, su prolongación no está justificada en la situación política actual.

El fin de las sanciones, sobre la mesa

Presente en la cita en la capital saudí, la jefa de la diplomacia europea, Kaja Kallas, adelantó ayer que los ministros de Exteriores de la UE se reunirán en Bruselas el 27 de enero para el levantamiento de las sanciones a Damasco. Con todo, a día de hoy la cuestión está lejos de generar consenso. A juicio de la alta representante comunitaria, para aliviar las sanciones de la UE Siria deberá seguir un progreso «tangible» dentro de una transición política que «refleje toda su diversidad», huya de la radicalización y respete los derechos de las mujeres.

Por su parte, la ministra de Exteriores alemana, Annalena Baerbock, insistió en la necesidad de mantener las sanciones sobre los «responsables de los crímenes» cometidos durante la guerra en Siria, en tanto que, a su juicio, ello representa un «elemento esencial para lograr justicia».