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Europa prohíbe el bisfenol A en envases, pero España no garantiza controlar su cumplimiento

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El pasado 19 de diciembre, el Parlamento Europeo daba luz verde a una de las regulaciones más estrictas en la historia con respecto al bisfenol A (BPA): la prohibición de su uso en la fabricación de envases alimentarios. Este compuesto químico, presente durante décadas en plásticos, ha sido objeto de intensos debates por sus numerosos y comprobados efectos nocivos para la salud humana. De hecho, desde 1937 se conoce su capacidad para alterar el equilibrio hormonal del organismo. Pese a que han pasado casi 90 años para tomar medidas, Europa da este paso adelante en la protección de la salud pública, un hito que requerirá que controles gubernamentales para garantizar el cumplimiento efectivo de la regulación. Sin embargo, en España todavía vuelven a desentenderse sobre esta cuestión. “Ya pasó con los tickets de compra. A día de hoy, nadie nos asegura que estén libres de bisfenol A. Y ahora con su eliminación en los envases, Transición Ecológica asegura que Sanidad está trabajando en los mecanismos de control; pero Sanidad lo niega y señala que el responsable es Transición Ecológica”, denuncian los expertos.

El bisfenol A (BPA) es un compuesto químico utilizado en la fabricación de plásticos, ya sea como policarbonato y resinas epoxi. Su principal función es dar dureza y transparencia a los materiales, lo que lo ha convertido en un ingrediente común en muchos productos cotidianos. Desde hace décadas, se ha utilizado en envases plásticos para alimentos y bebidas (especialmente aquellos marcados con PC y el número 7 en el símbolo de reciclaje), en el recubrimiento interior de las latas de conserva, en biberones y botellas antiguas, así como en tiques de caja térmicos. “Es una molécula compuesta por dos grupos fenólicos unidos por un puente de carbono. Es pequeña, sencilla y barata, pues se obtiene de la destilación de compuestos del petróleo”, explica Nicolás Olea, catedrático Radiología y Medicina Física de la Universidad de Granada, médico en el Hospital Clínico San Cecilio de esta ciudad y uno de los investigadores más prestigiosos de nuestro país en el estudio del efecto de las sustancias químicas en la salud.

Los efectos nocivos del bisfenol A en la salud

Este experto lleva casi 40 años investigando sobre los efectos nocivos del bisfenol A y solicitando su prohibición. De hecho, la lucha contra el uso de BPA en España comenzó a raíz de las conclusiones de un estudio publicado por su equipo que versaba sobre los niveles de bisfenol A en la orina de los europeos. “Descubrimos que el 100% de la población europea tiene bisfenol A en la orina. Aunque en humanos no se permiten estudios experimentales, hemos realizado estudios epidemiológicos que asocian niveles de bisfenol A en orina con enfermedades como déficit de atención, desarrollo neuroconductual de los niños, bajo peso al nacer, infertilidad y tumores hormonodependientes como el cáncer de mama, enfermedades ginecológicas”, asegura. Y añade: “Uno de los efectos indeseables más importante es su acción sobre el sistema inmune. Y es que, el BPA disminuye la eficacia de las vacunas. Lo descubrieron investigadores de Dinamarca y fue una de las razones por las que se decidió que había que bajar la dosis máxima de exposición”.

El mayor efecto del BPA es a nivel hormonal. “El bisfenol A se descubrió en 1937 como un mimético de los estrógenos. Con respecto a sus efectos en la alteración del equilibrio hormonal tanto en hombres como en mujeres se pronuncia María José Martínez Cañavate, directora de la clínica de Ginemed y Ginefiv en Madrid. “Aunque puede interactuar con varios sistemas de nuestro organismo, como el sistema nervioso central, el BPA actúa principalmente como disruptor endocrino, es decir, los receptores reconocen a esta molécula artificial como si fuera un estrógeno y se unen a ella de tal forma que provoca que tengamos niveles de estrógenos en momentos en los que el cuerpo no debería estar expuesto a ellos. Esto pone en un riesgo relevante a embarazadas, niños pequeños o adolescentes, ya que, en ellos, los receptores y la función hormonal todavía no están del todo desarrollados. Si hay un incremento de esta función estrogénica, puede alterar su desarrollo metabólico normal”, explica.

En el caso de la salud reproductiva, tiene efecto tanto en hombres como en mujeres. “Los estudios en animales sugieren que puede alterar tanto la cantidad como la calidad de los óvulos; también puede afectar el ciclo hormonal normal, dificultando la ovulación, lo que podría reducir la fertilidad natural”, comenta la doctora. En el caso de los hombres, el BPA actúa disminuyendo las hormonas masculinas, como la testosterona. “Esto afecta la cantidad y movilidad de los espermatozoides. Además, puede tener un efecto oxidante en los tejidos, lo que podría dañar el ADN de los espermatozoides y relacionarse con algunos procesos oncológicos”, lamenta la doctora Martínez Cañavate.

Este potencial efecto nocivo lleva años regulándose en nuestro país, el cual, dicho sea de paso, ha sido uno de los grandes productores de bisfenol A. De hecho, la mayor fábrica de producción de bisfenol A de toda Europa se encuentra entre Alhama de Murcia y Cartagena. Pertenece, desde hace décadas, al grupo saudí SABIC.

Un misterio: ¿cómo se realizan los controles para demostrar la eliminación efectiva del bisfenol A

El 30 de junio de 2011 se prohibieron los biberones de policarbonato. En 2018, los tiques de caja recubiertos con bisfenol A, pues el compuesto podía transferirse fácilmente al organismo por exposición dérmica al ser manipulados, especialmente en personas con exposición frecuente, como cajeros y empleados de tiendas. Ahora, y pese a que países como Japón y Francia llevan años sin usarlo y está prohibido en envases alimentarios para niños en toda Europa desde 2018, llega el turno de los envases alimentarios para población general. La incorporación de esta normativa, aprobada el 19 de diciembre de 2024 por mayoría, tiene como fecha límite el 31 de diciembre de 2024. Sin embargo, contempla con un periodo de carencia de 18 meses durante el cual la industria deberá adaptar sus procesos y sustituir completamente el uso de este material.

Pero ¿cómo se realizarán los controles para demostrar que su eliminación es efectiva? Ese es el gran misterio. “El gran reto ahora no es únicamente buscar alternativas seguras al bisfenol A. Lo más importante será demostrar que su eliminación es efectiva y se realiza siguiendo rigurosos controles e imponiendo amonestaciones a quienes no cumplan con la normativa”, desvela el investigador. Sin embargo, lamenta que la promesa de un futuro libre de bisfenol A “quedará en papel mojado” debido a la inacción del Gobierno. “La experiencia previa con el control de la desaparición del BPA en tiques de caja revela una importante falta de transparencia y seguimiento. En aquel momento, nadie midió si los tiques de supermercado ya no contenían bisfenol A, no se emitieron informes que confirmaran su eliminación total. Esto provocó, en la población, más preguntas que certezas”, comenta.

El catedrático Radiología y Medicina Física de la Universidad de Granada lamenta que este patrón de “oscurantismo y falta de responsabilidad” se repita ahora. Y revela que la administración no ha definido quién supervisará que las empresas eliminen realmente el compuesto de los envases alimentarios. “Recientemente, nos reunimos con la Presidencia del Parlamento, con representantes de los Grupos parlamentarios y con el Ministerio de Sanidad. Desde Transición Ecológica nos aseguraron que Sanidad está trabajando en ese control, en Sanidad apuntan al Ministerio de Transición Ecológica y a AESAN (Agencia Española de Seguridad Alimentaria y Nutrición) como corresponsables de ese control. Pero realmente no sabemos quién llevará a cabo medidas que vayan más allá de las que establezcan los propios productores de envases”, indica.

Según el catedrático, la normativa no se puede implementar como si se tratara de un acto de fe. “Hace falta un sistema de vigilancia robusto, con inspecciones periódicas y sanciones claras para quienes no cumplan. Sin esto, no solo se pone en riesgo la salud pública, sino que también se debilita la credibilidad de las políticas de salud y medio ambiente”, recalca. Además, destaca que países como Francia han liderado iniciativas de seguimiento transparentes, publicando informes regulares sobre la presencia de BPA en materiales prohibidos y adoptando medidas correctivas cuando se detectan irregularidades. “En España, carecemos de esa cultura de rendición de cuentas. Si no aprendemos de estos ejemplos, corremos el riesgo de perpetuar una exposición innecesaria a sustancias tóxicas, a pesar de que la normativa esté en vigor”, concluye.



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