Nos las prometíamos muy felices al marcharnos de
Ha’il. Dejábamos el norte del país y suponía olvidarnos del frío. Pero en
Riad nos esperaba lo peor. Yo estaba pasando por un mal momento de gripe y pedí que los periodistas pudieran dormir en la sala de prensa. Sin embargo, rápidamente nos dimos cuenta que en aquella sala se estaba peor que fuera. Era un congelador. Dormí en el suelo, con dos bufandas en la cara, acurrucado en el saco.
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