Hubo un tiempo en el que era posible ver en la misma fiesta a gente tan dispar. Por ejemplo en aquellos años libérrimos de la Transición y hasta en los noventa. Pero la polarización nos impele desde hace tiempo a elegir una trinchera en la guerra cultural, un adversario obsesivo, una pendencia política o una rivalidad escénica o estética. Y no es que no las hubiese antes, recordemos aquello de la poesía de la experiencia, o la diatriba de Claudio Rodríguez contra las causas justas defendidas en poemas injustos, incluso el eco de los apocalípticos e integrados. La cultura es campo feraz que se rotura con debates, desde los clásicos. Pero hace tiempo que no se veía lo que ocurrió...
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