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¿Hacia dónde va América Latina? Un vistazo a los riesgos políticos en 2025

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El índice de riesgo político de América Latina, que llega en 2025 a cinco años de publicación, se ha constituido en una herramienta esencial para anticipar desafíos, mitigar riesgos y aprovechar oportunidades.

Nuestro informe sobre este año destaca cinco riesgos estructurales que persisten en América Latina: inseguridad y crimen organizado, corrupción estructural, democracia sin resultados, creciente crisis migratoria con deportaciones masivas y el aumento de la desinformación.

Son desafíos internos que se agravan por otros de la geopolítica: inflación persistente, cambio climático, proteccionismo comercial, irrelevancia regional y la escalada de conflictos bélicos, reflejando la interacción entre problemas locales y dinámicas globales que agrega complejidad al panorama regional.

Por tercer año consecutivo, la inseguridad, el crimen organizado y el narcotráfico lideran el ranquin de riesgo político en América Latina, donde las organizaciones han evolucionado hacia estructuras transnacionales, integradas y profesionalizadas.

Con solo el 8 % de la población mundial, la región concentra un tercio de los homicidios, con un costo anual, según el BID, equivalente al 3,4 % del PIB.

El segundo lugar lo ocupa la corrupción estructural, que trasciende fronteras. Aunque algunos países intentan avanzar en transparencia y buen gobierno, la mayoría continúa atrapada en un ciclo de corrupción e inestabilidad.

En tercer lugar, destacan la nueva ola migratoria y las deportaciones masivas, que han aumentado significativamente desde la quinta posición del año pasado. Esto se debe principalmente a la agudización de la crisis en varios países, así como al anuncio de Trump de ejecutar un plan de deportaciones a gran escala.

El cuarto lugar lo ocupan la democracia sin resultados y el avance del autoritarismo, riesgo persistente entre los cinco principales desafíos por cuarto año consecutivo. La incapacidad de los gobiernos para responder, de manera eficaz y oportuna, a las crecientes demandas ciudadanas incrementa el malestar social, profundiza la desconfianza en las instituciones y los partidos, debilita el apoyo popular a la democracia y eleva la insatisfacción.

En quinto lugar están la desinformación y la polarización tóxica, síntomas del auge de movimientos políticos cada vez más radicalizados y de una creciente fragmentación social, así como del mal uso de las redes sociales, todo lo cual divide a las sociedades en bloques ideológicos profundamente irreconciliables.

La parte inferior del ranquin está dominada por factores geopolíticos:

Persistencia inflacionaria (6.º lugar): Aunque desde mediados de 2024 los principales bancos centrales de economías avanzadas comenzaron a bajar las tasas de interés, las tensiones geopolíticas continúan generando volatilidad en los mercados globales, con un dólar que se fortalece, una situación fiscal en EE. UU. que exacerba las preocupaciones y eventuales menores rebajas de tasas en el futuro.

Agravamiento del cambio climático (7.º lugar): Ningún país ni sector escapa a este peligro. Además de su impacto negativo en la economía, el BID calificó la región como una de las más vulnerables, mientras el BM advierte que, para 2050, más de 140 millones de personas en la región podrían convertirse en migrantes climáticos, obligados a abandonar sus hogares en busca de refugio debido a la pérdida de sus medios de vida.

Auge del proteccionismo (8.º lugar): El mal uso de la política comercial, la transición energética y la competencia tecnológica de las potencias configuran un entramado de medidas proteccionistas en la economía global, no solo referidas a aranceles, las cuales podrían agravarse con Trump.

Los dos últimos lugares están ocupados por el riesgo de irrelevancia regional, en la novena posición, y el escalamiento de conflictos bélicos, en el décimo lugar.

El 2025, por tanto, es un año decisivo para determinar si la región sabe navegar con éxito renovado en un escenario global marcado por una geopolítica turbulenta y un alto nivel de incertidumbre, o si continuará atrapada en dinámicas de estancamiento económico, malestar social y polarización política.

Ian Bremmer, en su reciente informe “Top Risks 2025” de Eurasia Group, señala que vivimos en la era del G-cero, marcada por la ausencia de potencias dispuestas a liderar o mantener el orden internacional.

Por su parte, varios analistas advierten sobre un retroceso hacia una “ley de la selva”, donde los más fuertes imponen su poder, ignorando a los vulnerables que sufren las consecuencias. Este escenario refleja el desorden y la fragmentación del sistema internacional actual, agravado por el regreso de Trump.

En América Latina, al “factor Trump” se le agregan varias otras variables de peso. Por un lado, la Cepal prevé un crecimiento mediocre del 2,4 % como promedio regional, inferior al global del 3,2 % estimado por el FMI. La pobreza, pese a la reciente reducción, aún afecta al 27,3 % de la población, mientras la desigualdad y la informalidad se mantienen altas. En estas condiciones, es imposible que la región logre escapar a la triple trampa en la que se encuentra: bajo crecimiento, alta desigualdad y frágil institucionalidad y gobernanza.

Latinoamérica muestra un panorama democrático desigual, donde conviven democracias consolidadas, defectuosas o estancadas, y regímenes híbridos y autoritarios.

En 2025, la democracia continuará oscilando entre la resiliencia y el deterioro, enfrentando desafíos como bajo crecimiento, malestar social, debilidad institucional y gobernabilidad frágil. Las amenazas a la democracia, la integridad de las elecciones, los derechos humanos y la libertad de expresión seguirán presentes, evidenciadas por la reciente usurpación de poder de Nicolás Maduro en Venezuela, que forma un bloque autoritario junto con Cuba y Nicaragua.

Haití, por su parte, profundiza su crisis como Estado fallido. Pero estos no son los únicos hechos que ameritan atención. La coyuntura política en varios otros países también enfrentará desafíos y amenazas que, de no ser abordados con éxito, podrían conducir al deterioro o incluso al retroceso democrático.

A ello debemos agregar el inicio de un nuevo super ciclo electoral, cuya agenda de este año incluye cuatro elecciones presidenciales (Ecuador, Bolivia, Chile y Honduras) y las legislativas de medio período en Argentina, las cuales, dependiendo de sus resultados y tendencias, podrían iniciar el proceso de reconfiguración del mapa político regional en los próximos años.

Daniel Zovatto es investigador sénior en el CEIUC y coeditor de “Riesgo Político”.

Jorge Sahd es director del CEIUC y coeditor de “Riesgo Político”.




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