Tiempos de dolor
Los peores pronósticos iniciales en la relación con México se cumplieron con la asunción de Donald Trump como presidente de los Estados Unidos y ello requiere altura de miras, diplomacia de alto nivel, mesura y valentía por parte de su contraparte mexicana, quien vivirá uno de los capítulos más intensos en la relación entre ambos países, casi similar y guardando las proporciones a la intervención estadounidense en México en los años de 1846-48.
No dejó títere con cabeza; el magnate le pegó a todos sus adversarios, principalmente a México y los demócratas, a quienes puso en la lista de todos sus males.
Los ilusos que pensaban que Trump tan solo estaba blofeando y que no pasaría de sus amenazas a los hechos; lo cierto es que apenas vimos la punta del iceberg en lo que se refiere a medidas coercitivas contra nosotros. Es decir, la versión recargada será más violenta, irracional y brutal.
Para empezar, la declaratoria de emergencia en la frontera sur implica una política del garrote contra los migrantes ilegales y justifica toda clase de arbitrariedades que atentan contra sus derechos humanos.
Como dijimos en otra colaboración, los albergues que dispuso el gobierno mexicano en la frontera norte son insuficientes para los ríos de gente que buscarán en la figura de “Quédate en México” asentarse en territorio nacional y, en el mejor de los casos, eventualmente ser aceptados en territorio norteamericano.
Se colapsarán varias ciudades fronterizas nacionales con la sobrepoblación emergente que los inundará desde ahora y que no solo requiere la participación de los gobiernos municipales y estatales, sino que también se necesita el apoyo federal y ello implica recursos presupuestales para atender la emergencia.
La declaratoria contra “todas las pandillas y redes criminales extranjeras”, al declararlos como terroristas y con ello acabarlos, sin importar en dónde se encuentren, representa un gran reto para el gobierno de la presidenta Claudia Sheinbaum, quien se tiene que mover con inteligencia y cautela entre la delgada línea que separa la soberanía y el restablecimiento del Estado de derecho en nuestro país.
En el pasado sexenio, los criminales se apropiaron de vastas regiones del territorio nacional, merced a la política obradorista de “Abrazos, no balazos”, que les permitió crecer exponencialmente de forma inusitada, incluso en otros países del orbe, como en la Unión Americana.
Ahora, con ese monstruo de las mil cabezas que se alimentó con la complicidad de López Obrador, rebasó la capacidad del gobierno mexicano para doblegarlos y, pese al gran trabajo que emprende Omar García Harfuch con la milicia, la realidad es que pasarán varios años para que se recobre la seguridad pública en las zonas más conflictivas del país.
No hubo una referencia por el momento al T-MEC, aunque sí insistió en el tema del proteccionismo comercial a sus trabajadores y productos, por lo que, no dude, estimado lector, que el presidente norteamericano buscará un tratado comercial totalmente a su favor, con todas las canicas para su bolsa.
Donald Trump le echó bronca al mundo y en esa bravata requiere necesariamente contar con aliados y particularmente en la guerra comercial contra China; por ello, necesita cerrar filas con Canadá y México.
No solo México tiembla ante el regreso del nuevo Ejecutivo norteamericano, sino el mundo, y aunque insistió en que es un hombre de paz, lo cierto es que los alfiles que mantienen la paz mundial están muy blandengues ante el ánimo expansionista y hegemónico de Trump.
Muchos cuatroteros e izquierdosos seguramente le están calentando la cabeza a la presidenta Claudia Sheinbaum, al ponerse a las patadas con su contraparte gringa; empero, insistimos, son momentos de mucha mesura, sin claudicación, de valentía, sin valemadrismo, pero sobre todo de inteligencia con sabiduría, para medir hasta dónde apretar para contrarrestar los aumentos de aranceles y las repatriaciones.
La doctora Sheinbaum debe negociar con altura de miras, sin caer en provocaciones, pero sí con firmeza.
Dos reflexiones finales. Una, los pueblos mexicanos y norteamericanos están unidos más allá de los presidentes en turno, y dos, el guante fino de la diplomacia y la negociación debe ser la principal carta que debe jugar la presidenta mexicana.
El rebautizar al Golfo de México es una minucia, si lo comparamos con el intento de recobrar el canal de Panamá. Claro, si cambiar el nombre del Golfo representa que van a hacer perforaciones en aguas profundas para extraer el petróleo y gas de esa región, entonces sí estamos fritos.
Muchos connacionales transitarán por tiempos de dolor que requieren el cobijo de todos los mexicanos.