La literatura prohibida sale de la clandestinidad en las librerías de Damasco
Novelas que relatan el calvario de los prisioneros políticos se codean con textos de teología islámica radical: en las librerías de Damasco se exhibe libremente la literatura clandestina que antes se intercambiaba a escondidas.
Amr al Laham, un estudiante de 25 años, encontró un libro que buscaba desde hace tiempo, Al Maabar (El Pasaje), en el que la guerra de Alepo es narrada desde un paso fronteriza que unía los barrios orientales de la ciudad, en poder de los rebeldes armados, con los barrios occidentales, controlados por el gobierno.
Paseando con su hermano por las librerías cerca de la Universidad de Damasco, pudo comprar obras antes prohibidas.
"Si hace 60 días hubiera preguntado sobre un libro, habría desaparecido y terminado en prisión", sostuvo el joven.
"Antes teníamos miedo de que los servicios de inteligencia nos etiquetaran como sufí, salafista, izquierdista debido a alguna compra".
La caída de Bashar al Asad el 8 de diciembre por una coalición de grupos armados dirigidos por islamistas, puso fin a medio siglo de reino absolutista del clan familiar.
Toda disidencia era reprimida implacablemente, las libertades públicas amordazadas por las agencias de seguridad que aterrorizaban a la población y torturaban a los opositores detenidos.
Para muchos sirios, persisten las preocupaciones sobre el futuro, que esperan sea democrático.
En tanto, el presente de Damasco está liberado de la seguridad omnipresente en cada esquina, en un país desgarrado por una guerra civil desde 2011.
- "Literatura de las prisiones" -
En los muros a lo largo de las aceras o en las tiendas, vuelven a aparecer títulos antes accesibles solo en versión pirateada o por internet.
Está "La casa de mi tía" -una expresión del dialecto sirio que significa prisión-, una novela del iraquí Ahmed Khairi Alomari, o "La concha", del sirio Mustafa Khalifa, que relata los años de detención de un ateo confundido con un islamista radical en la prisión de Tadmor.
"La literatura de prisiones era totalmente prohibida", comentó el librero Abu Yamen, de una cincuentena de años. "Antes la gente no se atrevía a preguntar, sabían a qué atenerse", indicó.
El propietario de una prestigiosa editorial aceptó hablar de los altibajos del negocio en condición de anonimato.
Desde los años 1980 suprimió todas las obras políticas de su catálogo, con excepción de algunos ensayos "de pensamiento político muy generales, que no abordan una región o país en particular".
"Pese a ello, los servicios de seguridad nos citaban para interrogarnos sobre nuestro trabajo y nuestras ventas, quién había venido a vernos, qué había comprado, qué pedía el público", recordó.
"En materia de literatura, eran los más incultos", bromea el editor, al relatar la historia de un investigador que exigía que Ibn Taymiyya, figura central del fundamentalismo sunita fallecido en el siglo XIV, fuera citado al día siguiente.
- "Teníamos miedo" -
En los estantes a la entrada de su librería, Abdel Rahman Suruji dispuso libros encuadernados en cuero, cuyos títulos están caligrafiados con letras doradas: escritos de Ibn Qayyim al Jawaziyya, un teólogo musulmán de la Edad Media e ideólogo del salafismo, o Sayyed Qotb, uno de los principales teóricos de los Hermanos Musulmanes e inspiración de este movimiento radical.
"Todos estos libros estaban prohibidos, los vendíamos en secreto, solo a gente de confianza", explicó a AFP este librero de 62 años.
Hoy día se regocija con la "fuerte demanda". Entre sus nuevos clientes figuran habitantes de Damasco, sirios que regresan del extranjero y otros procedentes de los antiguos bastiones rebeldes del norte.
En las últimas tres décadas, Suruji aprendió a distinguir entre informantes y estudiantes que buscan alguna obra. Aunque en 2010, una decena de agentes registraron su librería de arriba abajo y finalmente "se incautaron de más de 600 libros".
Mostafa al-Kani, de 25 años y estudiante de maestría de teología islámica, llegó a preguntar por el precio de una colección de obras de Sayyed Qotb.
"Durante la revolución teníamos miedo de buscar algunos libros, no los podíamos tener, había que consultarlos por internet", relató el joven. "Con solo publicar una cita de Sayyed Qotb te podían meter a la cárcel".
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