En los últimos años, y en paralelo a los avances en la comunicación, diversos públicos accedieron a la difusión de ideas y opiniones con mayor facilidad. Sin embargo, en climas de polarización y crisis institucionales, también se masificaron los discursos de odio y la desinformación a gran escala. Todo esto ha puesto en tensión la veracidad y la calidad de la discusión pública en contextos democráticos.