Son cinco escalones, ni uno más. Los he subido cientos de veces para ir del descansillo al ascensor . Quizá hayan sido miles. Sí, los he subido miles de veces y nunca ha supuesto un gran problema, al menos no más que lo que supone mantenerse erguido y mostrarse más o menos capaz de poner un pie delante de otro, repitiendo el esquema sucesivamente. Sin embargo, sin causa aparente, ayer confundí el cuarto escalón con el quinto. «Tú y tu manía de no encender la luz del portal» , mira que me lo ha dicho veces María. El resultado, una catástrofe, una caída estrepitosa, de esas con voltereta incorporada , como Vinicius Jr ., un dolor agudo en la rótula...
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