Llamamos a una tregua legislativa
El Parlamento en Costa Rica ha sido históricamente un pilar fundamental de la democracia. Funciona como el espacio donde se debaten, analizan y construyen las decisiones que impactan las reglas del juego y de la convivencia de todo el país.
Su rol en el fortalecimiento de las instituciones democráticas es irremplazable, pues es allí donde se expresa y se confronta la diversidad de ideas y perspectivas que conforman el panorama social, político, económico, ambiental y cultural del país. En su naturaleza, el Parlamento es un contrapeso de poder; debe caracterizarse por el debate constructivo y respetuoso, en el que cada voz es escuchada sin comprometer el bienestar de quienes participan en él, ni el bienestar de la sociedad costarricense.
El debate es un principio esencial de este órgano político, pero cuando se ve teñido por comportamientos violentos, se generan efectos psicosociales muy perjudiciales. No solo se afecta el ambiente interno de trabajo de la Asamblea Legislativa, sino que también se contagian las relaciones sociales, lo que crea un clima país de odio, polarización, tensión y desconfianza que impacta a toda la nación.
La violencia verbal y los ataques personales no solo son contraproducentes para el ejercicio democrático, sino que afectan directamente la percepción de la Asamblea Legislativa ante la ciudadanía. En este contexto, la función del Parlamento como “caja de resonancia” social pierde su efectividad, pues en lugar de promover para el conjunto social el entendimiento y la resolución de conflictos, se perpetúan los discursos de odio, los antagonismos y las divisiones.
Es importante reconocer que la estrategia de polarización del debate y del país tiene sus actores bien claros e identificados y no favorece en absoluto el bienestar colectivo.
En el Foro de Mujeres Políticas por Costa Rica, entendemos los desafíos que enfrentamos como sociedad y creemos firmemente que los tiempos exigen liderazgos transformadores, tanto de mujeres como de hombres, que sepan afrontar estos retos con propuestas constructivas y una comunicación no violenta.
Consideramos un avance que, por primera vez en la historia del país, se haya logrado la paridad en la Asamblea Legislativa, gracias al trabajo sororo de cientos de mujeres y organizaciones de mujeres que por décadas han luchado por nuestros derechos humanos.
Esto un triunfo para las mujeres, representa una gran inspiración para las jóvenes y las niñas del país, y las motiva a soñar y trabajar por un futuro en el que puedan ejercer un liderazgo político sin limitaciones. No obstante, las actitudes violentas que se están observando entre las personas diputadas en este periodo son un síntoma alarmante de lo deterioradas que están las relaciones internas en el Parlamento. Este tipo de comportamientos no solo afecta a los involucrados, sino que deteriora la imagen de la institución frente a la ciudadanía y genera un ambiente de desconfianza.
Nos preguntamos, ¿a quién le conviene que el Parlamento sea percibido cada vez con menos respeto, alimentando la percepción de un espacio de confrontación y violencia? La violencia engendra más violencia, y lo que vemos reflejado en los ataques entre diputadas y diputados tiene y alimenta repercusiones más amplias. Por ejemplo, desvía la atención de temas urgentes por resolver y no contribuye a dar respuestas de toda la institucionalidad a la guerra de violencia y los homicidios en las calles, en nuestros barrios, donde las familias costarricenses sufren las consecuencias del crimen organizado.
Más grave aún, día con día, la violencia física, sexual y psicológica desgarra la vida de las mujeres, las niñas y las jóvenes en los hogares costarricenses y los femicidios en Costa Rica no cesan. Tenemos que reconocer que hay un entorno social cada vez más desbordado, y no podemos permitirnos que las instituciones políticas, en particular la Asamblea Legislativa, se conviertan en un espacio de división exacerbada, irrespetuosa, violenta y muchas veces hasta vulgar.
Sabemos que este año preelectoral las tensiones aumentarán. Por eso, es el momento de hacer un llamado urgente y vehemente a que se haga una tregua legislativa respecto a este tipo de eventos violentos. Costa Rica necesita liderazgos equilibrados y conciliadores, que ejerzan la comunicación no violenta, y promuevan el diálogo y la búsqueda de soluciones. El país necesita respuestas concretas y responsables que vayan más allá de la confrontación y el señalamiento personal.
Es el momento de que nuestras y nuestros líderes asuman con valentía la responsabilidad de generar una política de paz, una política en la que el bienestar de todas las personas, especialmente las más vulnerables, sea el centro de las acciones.
Las voces que se alzan desde el Parlamento deben ser aquellas que construyan, que promuevan el entendimiento y que eleven la calidad de la democracia en Costa Rica.
marlenemoraca@yahoo.com
Marlene Mora es la presidenta del Foro de Mujeres Políticas por Costa Rica.