El Real Madrid toma el Etihad (2-3) ante un frágil Manchester City, Champions League
Le costó, le costó mucho al Real Madrid ganar al Manchester City, pero más por los errores propios en ataque. Atacó mucho, más que en cualquier otro partido, pero falló también más que otras veces. Se puso dos veces con el marcador en contra, casi se desesperó ante lo que se le escapaba, pero acabó ganando con justicia y gracias a que el Manchester City es un flan cuando defiende. Entre un portero que duda casi siempre y una defensa que no sabe muy bien a qué jugar, el equipo de Guardiola se descose como nunca se había visto.
Estuvo muy cerca de dejarlo pasar el Real Madrid, pero al final le cambió la puntería y llegará al encuentro de la semana que viene con el marcador y, sobre todo, las sensaciones muy a favor.
Sin experimentos, con Valverde en la derecha y los cuatro de arriba, el equipo de Ancelotti dejó muy buena imagen en ataque, pero volvió a mostrar que tiene problemas en defensa, pese a que Asencio se marcó un partido superior, siempre rápido al corte, arriesgando e intimidando a un Haaland que rompió su mal fario contra el conjunto español.
Fue el noruego quien desniveló el partido gracias a una jugada en la que el City recuperó su identidad: un balón muy bien sacado desde atrás, un defensa, Gvardiol, que pasa como el mejor centrocampista y llega al área como el mejor llegador, y el remate de Haaland. El Real Madrid lo estaba haciendo bien hasta entonces, pero le faltaba lo que no le suele faltar: puntería.
No era el partido esperado a estas alturas de la Champions, porque ambos tendrían que verse más adelante, como ha ocurrido en los últimos años, pero sí que fue el partido de siempre: emocionante, divertido, algo loco y con esa pizca de misterio que le suele poner el Real Madrid. El curso pasado, porque convirtió el choque en una agonía defensiva, una resistencia numantina (aunque ya nadie sepa lo que es eso), y este año la emoción se la puso su incapacidad para convertir en gol sus llegadas. Hacía daño al City, le hacía dudar, pero no lo mataba.
El equipo de Guardiola juega mejor cuando no tiene que mirar atrás, pero sufre muchísimo sin la pelota o en las transiciones. Sin embargo, parecía que al Madrid se le iba a escapar la oportunidad. Como el fútbol es así, el gol del empate llegó en el remate más tonto de Mbappé. Hizo el salto y el giro para golpear el balón, pero le dio con la espinilla: salió una parábola tan extraña como inesperada, que fue a gol.
Ceballos y Camavinga eran quienes sostenían al equipo en el medio del campo, aunque, esta vez, la ayuda de Rodrygo y Bellingham fue mayor. Sin embargo, es complicado que el equipo no se desequilibre; es imposible, diríamos. Para solventarlo, tienen que pasar dos cosas: que los de arriba no fallen y que los del medio sean ordenados. Pero ni Ceballos ni Camavinga lo son. Valverde les echó una mano desde la banda derecha, que se le queda pequeña.
El caso es que Ceballos, que debería bajar las revoluciones, hizo un penalti innecesario cuando el Madrid se tomaba un descanso y se echaba hacia atrás.
Haaland no dudó y el asunto se puso feo para los de Ancelotti. ¿Había que arriesgar y buscar el empate o esperar para no recibir otro gol? El daño, sin duda, era exagerado para el partido de ambos equipos, pero el resultado estaba ahí.
Ancelotti sacó a Brahim y a Modric, y Guardiola no pudo quitar a Ederson, el portero que, de tanto sacar en corto, ha olvidado sacar en largo. Bellingham, además, estaba fino para recuperar todos los balones. Brahim hizo el segundo tras un saque fallido de Ederson y después, cuando el empate parecía lo mejor para todos, Bellingham aprovechó que la defensa del City no está para nada de nada este año..