El PP debate el coste de no transmitir «coherencia»
La estrategia de oposición de la dirección nacional del PP cojea siempre del mismo lado, «la obsesión por jugar a derecha y a izquierda y por no incomodar a ningún sector de la opinión pública», según reza la crítica que se escucha en distintos niveles de la organización popular.
«Estamos dejándonos llevar por una oposición gaseosa que nos penaliza en nuestra eficacia». Este último análisis sale del comité de dirección popular, donde no todas las voces tiran hacia el mismo lado en cuanto a la estrategia a seguir. El último tropezón ha sido la
gestión de la subida del Salario Mínimo Interprofesional (SMI) –Feijóo reprochó a Sánchez el «paripé» de la coalición–, tras los errores en la comunicación de la posición fijada con el decreto ómnibus que salió recortado del acuerdo entre el Gobierno y Junts. En el primer caso, el Salario Mínimo, la imagen que han dado es de un contorsionismo oportunista, que se ajusta a lo que en este momento les aconsejan los gurús demoscópicos que cada vez mandan más en la estrategia de Génova –con un referente principal en este «mando» que es el sociólogo Narciso Michavila. Por cierto, hay una mayoría dentro del partido que recela del poder de Michavila desde la campaña de las últimas elecciones generales, pero esto no afecta a la decisión de mantenerle en el círculo de confianza de la cúpula popular.
Incluso cuando son leales con su posición tradicional, como es rechazar la subida de impuestos en lo que toca a la exención del IRPF con el SMI, la imagen que «trasladamos es la de un partido incoherente, que nos movemos siempre a rebufo de lo que hace la izquierda, intentando aprovechar sus divisiones y debilidades, pero sin fijar un criterio propio con valentía en temas en los que debemos tener una posición clara y rotunda como partido de gobierno que somos». Aquí la reflexión sale de un presidente autonómico de esos que están colocados en el «bando» de los moderados. Pero esta misma crítica se hace también desde el lado más identificado con una oposición dura, como es el entorno de la Puerta del Sol.
El equipo de Feijóo ha decidido dirigir su estrategia a comer a derecha y a izquierda, pero por el primer flanco hay cada vez más dirigentes de primer nivel que se muestran escépticos sobre la capacidad que tienen de poder meter el diente a Vox. De ahí que se multipliquen los gestos hacia un electorado que ha podido votar al PSOE, pero que, según les dicen sus sondeos, están insatisfechos con políticas del Gobierno de coalición como, por ejemplo, todo lo que tiene que ver con la vivienda.
Aquí entra otra variable que no tenerla en cuenta les puede suponer caer en el mismo error que en las pasadas elecciones generales, el miedo que en ese electorado provoca la opción de un gobierno de coalición con Vox. Y Vox, aunque no se plantee entrar en ese hipotético gobierno, en cuanto tenga oportunidad volverá a dedicarse a embarrar el terreno y a marcar posición con respecto a sus ambiciones en Moncloa.
Génova es un fuerte en el que todas las decisiones competen al núcleo duro, el «clan gallego» del que hablan en el partido. La secretaria general, Cuca Gamarra, está cada vez más desdibujada porque la apuesta es el portavoz en el Congreso, Miguel Tellado. Y también se está dando aire, para sorpresa interna, a la vicesecretaria de Sanidad, Esther Muñoz, incluso a costa de rebajar el perfil de otros veteranos como Elías Bendodo, que ha pasado a resguardarse en los cuarteles de invierno, ocupado en el tema de las encuestas, que ya trabajó en la campaña de las generales, después de especializarse en la materia en Andalucía. Algo parecido a lo sucedido con el vicesecretario de Relaciones Institucionales, Esteban González Pons, que también ha pasado a un segundo plano, retirado en Bruselas, y después de que en la campaña de las elecciones generales figurase como uno de los principales puntales del equipo de Feijóo.
«Acomodarnos a por dónde sopla el viento nos resta credibilidad y nos debe hacer reflexionar sobre los errores que cometemos en un momento en el que el PSOE hace agua por todas partes». La justificación que dan en el equipo de Feijóo es que tienen que jugar con las mismas cartas que Pedro Sánchez, y que esta es una partida de ajedrez donde se mide el tacticismo de cada uno de los contrincantes, «sin renunciar, por supuesto, a nuestras líneas rojas». «Pero un partido que aspira a gobernar tiene que mostrarse como una alternativa firme y proyectar siempre un rumbo fijo, con una hoja de ruta a largo plazo», sentencian en el PP andaluz.