Carlos Hernández: "Si algo nos enseñaron los años 30 es que a la ultraderecha no se la apacigua, se la combate"
El periodista describe en su último libro un futuro distópico con inquietantes conexiones con el actual avance de una derecha populista apoyada en la tecnología: "Imaginemos qué hubiera pasado si Serrano Súñer o Franco hubieran tenido los medios que tienen hoy Musk, Netanyahu o Trump"
Los emperadores tecnológicos hincan la rodilla ante Trump
Anne Watts es periodista, igual que Carlos Hernández de Miguel. Ella vive en el año 2149 en un mundo sin exclusivas, hiperconectado. Él empezó su carrera en 1990, recuerda las viejas redacciones analógicas y ha sido corresponsal de guerra en Kosovo, Palestina, Afganistán, Irak. Ella presenta noticias sobre un gobierno global y aparentemente benévolo que organiza consultas populares antes de tomar cada decisión, pero que oculta un lado oscuro. Muy oscuro. Él ha dedicado los últimos años a poner luz sobre los horrores de la dictadura franquista, sus campos de concentración y los españoles que acabaron asesinados por los nazis.
Anne es una creación de Carlos, y ambos son la clave de Créeme. No es una novela, es vuestro futuro, su primer libro de ficción. Una historia que comienza con un mensaje de advertencia que ella le envía a través del tiempo, en el que nos describe una realidad distópica con inquietantes conexiones con el presente. Y ante la que Anne (y Carlos en esta entrevista) nos piden reaccionar.
Ha pasado de escribir sobre memoria histórica a escribir sobre la memoria del futuro. ¿Fue un ejercicio consciente?
No me di cuenta de que estaba haciendo una especie de memoria histórica escrita desde el futuro hasta después de publicar la novela. Cuando empecé a reflexionar sobre el tema entendí que lo que hago en el libro es situarme en un futuro al que me temo que vamos a llegar y narrar lo que ha pasado, lo que nos ha conducido hacia esa situación, de tal manera que no deja de ser otro trabajo de memoria histórica. Lo que pasa es que en este caso, desde la ficción y enfocado desde el futuro.
¿Por qué eligió la ficción?
Necesitaba hablar de las amenazas a las que estamos sometidos y de la falta de reacción por parte de la sociedad (y sobre todo de los gobernantes). Tuve la tentación de hacer otro ensayo, pero se me ocurrió que quizás a través de la ficción se pueda llegar a otras personas, no solo a las que ya estamos concienciadas o empezando a concienciarnos de lo que tenemos por delante. La idea es conseguir que por lo menos reflexionen sobre el escenario en el que estamos y al que todo esto nos puede conducir.
¿Cuál es ese escenario?
Uno en el que se han pasado todas las líneas rojas. Lo hemos visto hace muy poco con el anuncio de Trump sobre Palestina. Hemos ido viendo cómo se atacaba la democracia, como se iban socavando sus cimientos para construir otra cosa, otro mundo en el que lo que prime sea la ley de la selva. Y los gobernantes democráticos no han hecho nada. En todo caso, protestar, lamentarse, condenar. Pero no medidas, iniciativas. En mi opinión, las democracias están muertas. No todavía, pero van camino de desaparecer. Y es terrible. No es una cosa de cinco o diez años, espero. Pero el camino por el que vamos es tremendo.
Hay un elemento en la novela que engarza con la batalla cultural que rodea a la memoria histórica: el afán por borrar lo que pasó, por reescribirlo.
Creo que se ve la influencia en la novela de una de mis referencias de toda la vida: el libro 1984. En la novela de Orwell cuenta cómo se puede reescribir la historia poco más o menos que con típex, cogiendo los periódicos, borrando, tachando, quitando y pegando encima. Ahora es mucho más sencillo. Y yo creo que ya lo están haciendo. Basta con tocar los algoritmos o los buscadores para manejar lo que puedes ver o no.
Poco a poco se pueden ir cambiando hechos y que, al final, en la conciencia colectiva quede una impresión de lo que ha ocurrido que se aleje cada vez más de la realidad
¿Quién nos dice que no han eliminado noticias o elementos clave de lo que pasó? De hecho está ocurriendo ya, amparándose en leyes de protección de la intimidad y de los datos personales. Pero eso puede llegar al extremo, que es lo que se relata en la novela, de hacerlo con una intención clara de reescribir toda la historia.
Obviamente, no se puede hacer de la noche a la mañana y de una forma burda, pero poco a poco se pueden ir cambiando hechos y que, al final, en la conciencia colectiva quede una impresión de lo que ha ocurrido que se aleje cada vez más de la realidad. Solo imaginemos qué hubiera pasado si los Serrano Súñer o los Franco de la época hubieran tenido los medios tecnológicos que tienen hoy Elon Musk, Netanyahu o Donald Trump.
Ese relato que nos llega del futuro habla de una incapacidad para cuestionar los mensajes que recibimos de la red, al punto de que los ciudadanos acaban viviendo en una realidad paralela, falsa.
El espíritu crítico que siempre hemos reivindicado ahora tiene que ser todavía más intenso. Tenemos que estar mucho más alerta ante la amenaza que supone este control tecnológico, y sobre todo el desconocimiento que tenemos de cómo funciona.
No sabemos qué hay en las tripas de Google, en las de X o Facebook. E incluso si llegamos a conocerlas, al día siguiente las pueden cambiar, porque siempre hay unos señores detrás. La resistencia –la que siempre ha habido contra el fascismo, contra las dictaduras y demás– tiene que ser una resistencia contra la tecnología.
¿La tecnología es la gran amenaza?
No hablo de negarse a utilizar la tecnología ni dejar de aprovechar las tremendas ventajas que nos ofrece, pero sí de una resistencia a la utilización acrítica de esa tecnología.
La inteligencia artificial no va a cobrar vida y nos va a destruir como humanidad, como nos contaban en Terminator y otras películas. El peligro es: ¿quién está detrás de la inteligencia artificial?, ¿quién está detrás de las redes sociales, de los programas, de las grandes tecnológicas? Personas, que las manejan y las pueden manipular. De hecho lo están haciendo y lo pueden hacer todavía más.
Los protagonistas del libro emprenden una resistencia a través de la palabra escrita, pero a la vez intentan transmitir su mensaje por las redes. ¿En el presente el combate es analógico o digital?
La resistencia de los años 40 contra los nazis, que se hacía con ametralladoras y con granadas de mano, ahora la vamos a tener que hacer a través de la propia tecnología. Empezando por no creernos todo lo que nos llega a través de nuestros terminales.
No puede ser que quienes nos manden y nos dirijan realmente sean los empresarios de las grandes tecnológicas
Y puede parecer muy anacrónico, pero yo creo que de alguna manera tenemos que garantizar que los ciudadanos –y especialmente los medios de comunicación– puedan tener acceso a archivos no corrompibles, no dependientes de un tal llamémosle Elon Musk o Zuckerberg o quien sea.
Pero no lo vamos a hacer si nuestros gobernantes siguen siendo ingenuos, indolentes o incluso temerarios al no actuar. Tienen que hacerlo con absoluta dureza y contundencia, sin complejos, para legislar y evitar que este tipo de cosas sigan ocurriendo. No puede ser que quienes nos manden y nos dirijan realmente sean los empresarios de las grandes tecnológicas.
La protagonista, Anne Watts, repite en el año 2149 una frase con la que los periodistas solemos mofarnos de nosotros mismos: “El que vale, vale y el que no, es periodista” Lo cierto es que vivimos quizá el momento de menor valoración social de nuestra profesión. ¿Por qué? ¿Qué hemos hecho mal?
Los medios de comunicación hemos tenido un problema histórico que es el control económico. Siempre ha habido detrás unas grandes empresas que presionan, que quieren (y te pueden llegar a) comprar. Pero claro, ha cambiado la magnitud: los millonarios son cada vez más millonarios. Para fortunas como la de Elon Musk, gastarse 44.000 millones en comprar Twitter y convertirlo en un arma de propaganda es muy fácil.
Los periodistas tenemos que hacer una autocrítica muy profunda. En muchos casos nos hemos convertido en herramientas del poder. Y eso ha contribuido a que nuestra credibilidad esté por los suelos. No generalizo. Hay periodistas y periodistas, hay medios y medios. Pero hay algunos que han asumido que en lugar de contar la verdad, tienen que contar lo que sus jefes, sus dueños, les dicen que tienen que contar.
O lo que creen que su público quiere leer o escuchar.
Creo que tampoco ha ayudado la generalización de las tertulias. Soy un enemigo de la tertulia por la tertulia. Creo que los periodistas podemos participar en debates, pero lo que no puede ser es que un porcentaje altísimo de los programas de televisión y de radio consistan en cuatro personas que lo mismo te hablan de Palestina que de un nuevo virus, de política nacional y luego de lo mal que está la economía. No puedes saber de todo.
Si tú eres juez y dictas una sentencia sabiendo que es falsa, estás cometiendo un delito de prevaricación. Yo creo que los periodistas tendríamos que pasar por el mismo filtro. Y si mentimos a sabiendas, tener consecuencias profesionales e incluso penales
Eso ha convertido a muchísimas tertulias, no todas, en simples debates de periodistas que actúan ni más ni menos que como políticos. Al final, si la gente ve a un periodista que dice una cosa y a otro que dice exactamente lo contrario, tiene la sensación de que existen realidades paralelas, de que ya no hay una verdad. Antaño estaban los hechos y luego había opiniones. Ahora nos encontramos con que hay hechos y hechos alternativos, como ya se dijo en la antigua era de Trump.
¿Sale gratis mentir?
Los hechos alternativos no son otra cosa que falsedades, pero las hemos puesto al mismo nivel, de tal manera que la sociedad no sabe qué es verdad o qué es mentira. Y se han construido burbujas en las que cada uno consume lo que más o menos refuerza sus ideas y no busca un periodismo de verdad, objetivo e independiente.
Si tú eres juez y dictas una sentencia sabiendo que es falsa, estás cometiendo un delito de prevaricación. Yo creo que los periodistas tendríamos que pasar por el mismo filtro. Y si mentimos a sabiendas, tener consecuencias profesionales e incluso penales. Eso se tenía que haber hecho hace mucho tiempo. Porque los bulos que tanto criticamos en redes sociales están igual de generalizados y lanzados por parte de supuestos medios de comunicación.
¿Nos acercamos al fin de los medios de comunicación tal y como los conocíamos? Elon Musk ha ungido a los usuarios de X como periodistas con su “You are the media”.
Fíjate, ese tuit concreto de Musk demuestra debilidad. Si dice a sus usuarios ‘vosotros sois ahora los medios de comunicación’ es porque teme al periodismo de verdad. Sabe que es una amenaza para ellos. Por eso llevan tanto tiempo intentando desacreditarnos. Y por eso es importantísimo. Pese al desánimo que podamos tener, tenemos que reivindicar el periodismo real.
Contar la verdad es una de las pocas formas que tenemos de defendernos de esta deriva que nos puede llevar al totalitarismo
¿Y cuál es ese periodismo?
El que debe decir a Netanyahu ‘Eso que usted está haciendo ahora mismo en Gaza es un genocidio y un crimen de guerra. Y no es una opinión. Lo dicen las leyes internacionales’. Contar la verdad es una de las pocas formas que tenemos de defendernos de esta deriva que nos puede llevar al totalitarismo. Uno de los grandes peligros, se cuenta un poco en la novela, es que la ultraderecha mundial ha dejado atrás ese discurso casposo que incluso reivindicaba casi el legado de Hitler, y que, por lo tanto, llegaba solo a minorías, para convertirse en una opción muy atractiva con un lenguaje populista.
Y apropiándose de términos como libertad o igualdad.
Es bastante loco que se use la palabra libertad para defender la no regulación. O que quienes más hablan ahora de libertad de expresión sean los que quieren acabar con ella: difundir bulos, insultar, alentar linchamientos de grupos étnicos como se está haciendo en las redes sociales no es libertad de expresión. Es delito. Y hay que perseguir al que lo hace, al que lo escribe y al que lo difunde.
Hemos hablado mucho de Estados Unidos, pero este es un fenómeno que se está dando al mismo tiempo en Europa y América latina.
Para mí el cambio determinante del crecimiento de la ultraderecha es la coordinación internacional. Antes eran grupos peleados entre ellos; hoy siguen teniendo intereses contrapuestos, pero han establecido una alianza muy poderosa.
Pensar que se va a poder controlar a Trump siguiéndole el juego es el mismo error que se cometió con Hitler. A la bestia no se la apacigua, se la combate
Es verdad que la situación y el contexto es diferente, la tecnología es diferente, pero no es exagerado decir que estamos en una situación muy parecida a la que vivió no solo Europa, sino el mundo entero, en los años 30 del siglo pasado. Y no es exagerado decir que Trump es una versión actualizada de Hitler. No hay cámaras de gas, pero se está hablando de deportar a millón y medio de personas, de invadir terceros países, incluso dentro de la propia Alianza Atlántica.
Si algo nos enseñaron los años 30 es que a la ultraderecha no se la apacigua. Pensar que se va a poder controlar a Trump siguiéndole el juego es el mismo error que se cometió cuando Hitler invadió los Sudetes. A la bestia no se la apacigua, se la combate.
¿Qué papel juegan los poderes económicos en el resurgimiento de la ultraderecha?
Su aliado más poderoso es el gran capital, que hasta hace poco consideraba que la democracia era un régimen que le convenía para hacer negocios y mantener su poder, y ahora cree que puede ser un estorbo para sus intereses.
Creo que hay una parte muy importante de los grandes empresarios que han decidido que hay que dejar caer a la democracia para ir a otro tipo de regímenes. Unos que serán maquillados también como democracias, pero que serán en el fondo totalitarismos, donde podrán hacer los negocios con mayor impunidad todavía y ganar aún más dinero.
Vemos cómo desde el triunfo de Trump grandes corporaciones y fondos de inversión han abandonado sus programas de igualdad o diversidad y sus compromisos medioambientales.
Lo que demuestra que todas esas políticas empresariales eran mentiras o simplemente una herramienta de marketing más: ser feministas, aparentar no ser racistas, las prácticas ‘verdes’... Resulta que ahora dan marcha atrás porque les interesa estar a bien con el nuevo orden mundial liderado por Trump. Esa es otra de las cosas que debemos denunciar y hacer ver a la sociedad.
Ese periodo de paz, de cierta libertad, con problemas y demás, pero de democracia en casi toda Europa, se ha terminado
Desde el final de la Segunda Guerra Mundial, las democracias se construyeron con algunos cimientos de barro. Y uno de ellos era estar apoyados en el gran capital e incluso muchas veces haber comprado su relato.
¿Ese nuevo orden mundial que menciona es el que precede a ese futuro distópico que relata la protagonista de la novela, con un gobierno totalitario que ejerce control a través de la tecnología?
Uno de los objetivos del libro es que la gente sea consciente que se ha acabado el periodo que empezó en 1945 en Europa (aquí un poco más tarde por el franquismo). La ONU, que se crea poco después del final de la Segunda Guerra Mundial, está muerta porque las grandes potencias no creen en ella ni les resulta útil. Con lo cual ese periodo de paz, de cierta libertad, con problemas y demás, pero de democracia en casi toda Europa, se ha terminado.
Estamos en el principio del fin y vamos a una etapa nueva de la que estamos viendo solo los primeros bocetos, pero unos bocetos que ya nos dibujan claramente el destino, porque estamos viendo una vulneración de la legislación internacional sin ningún tipo de complejo. La eliminación de los derechos y conceptos que hemos considerado… no voy a decir progresistas, sino simplemente de derechos humanos.
Anne Watts habla de una realidad que se intuye, pero que no se quiere ver y esa puede ser una sensación que muchos tengamos ahora mismo. De que nos damos cuenta de que algo no está bien, pero no queremos acabar de ver cuán grave es.
Sabemos que nos pueden espiar a través de los teléfonos móviles. Sabemos que les hemos entregado nuestra intimidad y nuestra privacidad y seguimos pensando que bueno, lo utilizarán para intentar vendernos cosas pero poco más. En el fondo sabemos que quizá lo puedan utilizar para algo más, pero no queremos ser conscientes.
Estamos como adormecidos. Hay una pregunta en el libro que no puede ser más clara: ¿Si pueden hacerlo, por qué piensas que no lo van a hacer?
¿Qué pasará el día que todos esos datos y esa tecnología en la que hoy basamos nuestra vida esté en manos de psicópatas, de totalitaristas, de gente a la que le importan un pimiento los derechos humanos? Eso está ocurriendo ya y va a empezar a ocurrir todavía con más intensidad.
¿Seguimos creyendo en la bondad de la humanidad?
Yo creo que en general, no. (Risas) Hemos visto cómo Musk tocó algoritmos de X durante la campaña electoral para beneficiar a su candidato. Vemos cómo está utilizando la red para influir en las elecciones en Alemania en favor de la ultraderecha neonazi… Pero estamos como adormecidos. Hay una pregunta en el libro que no puede ser más clara: ¿Si pueden hacerlo, por qué piensas que no lo van a hacer?
La gran amenaza a la que se enfrenta la protagonista es un plan de control masivo de las personas a través de una tecnología que nos permitiría conectarnos directamente a la red, sin pantallas. ¿‘Créeme’ es o no una distopía?
Frente a algunas de las cosas que se dicen en la novela que pueden parecer las más descabelladas, piensas cuidado, que podemos llegar hasta eso. Hasta las cosas más extremas. Con lo cual sí, yo me temo que este libro va a acabar siendo otro ensayo histórico. Los hechos nos lo están demostrando.
La protagonista de la novela intenta que su relato sea un despertar para la gente que lo lea en el presente. ¿Funcionará?
A veces necesitamos que venga alguien de fuera a decirnos lo que está pasando. Y ese era uno de los objetivos de la novela. Que alguien, en este caso ficcionado, venga del futuro para decirnos cómo no nos estamos dando cuenta de lo que estamos haciendo y por qué no estamos reaccionando. Quiero creer que sí, que la gente puede reaccionar para evitar un destino que se ve muy negro a día de hoy.