No, tu salud mental no solo depende de ti
No siempre puedes cortar por lo sano con personas que te generan picos de cortisol. No siempre puedes practicar ejercicio por falta de tiempo, así que no siempre puedes tener esa reconstituyente sobredosis de endorfinas. E incluso las personas con los vínculos más portentosos pueden llegar a romperlos si llegan a casa agotados a diario
Hay una pequeñísima, pero inequívoca señal de que has pasado un día terrible o agotador: llegar a casa y sentarte en el sofá con el abrigo puesto. Quedarte ahí petrificado, mirando al infinito o scrolleando el teléfono móvil durante un buen rato, hasta que te levantas, previa pose de manos en las rodillas, con un suspiro ensordecedor -¡Ay!- y te diriges, ya sí, al armario.
La pasada semana estuvo en ‘El Hormiguero’ la popular psiquiatra Marian Rojas, autora de muchos libros superventas como ‘Cómo hacer que te pasen cosas buenas’. “Las dos únicas cosas que llenan el corazón del ser humano, que le dan sentido a la vida, tienen que ver con el amor y el trabajo”, dijo en un momento de la entrevista. Dijo muchas más cosas, algunas con todo el sentido del mundo, otras bastante cuestionables según los expertos. Por ejemplo, Nacho Roura, neuropsicólogo conocido en redes sociales como Neuronacho, describió su intervención como “una divulgación que te pide que bailes y cantes mientras el mundo arde a tu alrededor (...). Según la divulgación de esta profesional, la causa de la conducta humana, así como todos los problemas relacionados, se encuentra en el cerebro”, explicó.
Yo no soy experta y, por tanto, no voy a entrar en consideraciones neurocientíficas. Pero basta con echar un vistazo a tu entorno más cercano para saber cómo, más allá de estímulos cerebrales propios, la coyuntura económica y social influye –y mucho– en la salud mental de las personas. Quien no conozca a alguien de baja laboral por ansiedad derivada de las sus condiciones laborales que levante el dedo, que igual conseguimos sumar una mano entre todos los lectores de esta columna.
Basta con echar un vistazo a tu entorno más cercano, o a ti mismo, para atestiguar que la precariedad genera muchísimo estrés. ¿No saber si vas a poder pagar un alquiler en caso de que te suban un poco el precio? Genera estrés. ¿Ir al supermercado y ver una botella de aceite de oliva con un candado a doce euros? Genera estrés. ¿Entrar en Idealista y ver bajos reconvertidos en pisos que podrían ser el centro de retención de un presidiario, pero por 1300 euros mensuales? Genera estrés e instintos homicidas. ¿Haber dejado una relación y tener que asumir sola todos los gastos de vivienda y derivados? Genera estrés. ¿Pensar que esos gastos se reducirían a la mitad si tuvieses una pareja, que no tienes? Genera estrés. ¿No vislumbrar ninguna expectativa de mejora vital? Genera estrés. ¿Los ingentes gastos de tener uno o varios hijos? Generan estrés. ¿La incertidumbre o falta de control? Genera estrés. ¿La privación material derivada de la precariedad? Genera estrés y frustración. ¿Una deuda familiar heredada? Genera estrés. Ah, y lo más importante: ¿No poder pagarte un psicólogo privado para cuidar tu salud mental porque los especialistas públicos tardan meses en atenderte? Genera estrés.
Por supuesto que las relaciones sociales sanas son fundamentales para la salud mental. Por supuesto que deshacerte de relaciones tóxicas mejorará tu vida. Por supuesto que el amor llena y reconforta el alma, el cuerpo y hasta el cutis. O por supuesto que hacer deporte genera endorfinas que suben el ánimo. Pero no siempre puedes cortar por lo sano con personas que te roban energía o te generan picos de cortisol, la famosa hormona del estrés, porque a veces esas personas antivitamina -personitas colesterol podríamos llamarlas siguiendo la jerga de Rojas- son tus jefes o compañeros de trabajo. No siempre puedes practicar ejercicio por falta de tiempo, así que no siempre puedes tener esa cálida y reconstituyente sobredosis de endorfinas. E incluso las personas con los vínculos amorosos o sociales más portentosos pueden llegar a romperlos si llegan a casa agotados o enfadados a diario por factores que nada tienen que ver con sus relaciones.
Poner la responsabilidad de la salud mental solo en uno mismo es reduccionista y estigmatizante. No, tu salud mental no solo depende de ti.