La fauna ibérica (y de medio mundo) tiene su copia de seguridad en un sótano de Sevilla
De la primera lince reproductora en cautividad al último lobo andaluz, las colecciones científicas de la Estación Biológica de Doñana son un archivo de la biodiversidad mundial con más de 140.000 especímenes catalogados y de referencia internacional para varias especies
Fotogalería - Un paseo por curiosidades de las colecciones científicas de Doñana
¿Qué tienen en común Saliega, la primera lince que dio a luz en el programa de cría en cautividad, y el último lobo que dejó su huella en Andalucía? Pues que los dos se conservan en un sótano de Sevilla, en la isla de la Cartuja, donde se ubica la que podría decirse que es la copia de seguridad de la fauna ibérica... y de medio mundo. Estos dos ejemplares se integran en las colecciones científicas de la Estación Biológica de Doñana (EBD), una especie de arca de Noé científica que preserva muestras de más de 140.000 especímenes que además sirven para sustentar infinidad de investigaciones.
Las colecciones se ubican en la sede de este organismo dependiente del Consejo Superior de Investigaciones Científicas (CSIC) y tienen su fuerte en la biodiversidad de la Península Ibérica, pero son también referencia mundial para la de Bolivia, Nicaragua, Venezuela, Guinea Ecuatorial, Marruecos o el Sáhara, entre otros enclaves. Y es también punto de peregrinación para expertos de todo el mundo a la hora de estudiar determinadas especies, sobre todo ibéricas, desde el lince hasta el lobo, pasando por el águila imperial, la ardilla o la avutarda.
Carlos Urdiales, responsable de estas instalaciones, explica de partida que una colección científica es un “archivo de la diversidad de la Tierra” que es además el respaldo material para descripciones científicas. ¿Qué significa esto? Pues que para cada especie hay un ejemplar que es el canon: reúne las características que le son propias y es la guía de referencia para los investigadores. Y además, tiene que estar depositado precisamente en una colección científica.
De esta manera, se convierten en “un patrimonio natural público de toda la humanidad”, resume Urdiales, que establece su origen en los añejos gabinetes de curiosidades que se popularizaron en el siglo XVIII, en muchas ocasiones impulsados por el monarca de turno. El de la Corona española, por ejemplo, dio lugar a los actuales museos del Prado, Arqueológico y de Ciencias Naturales en Madrid. Con los años, las colecciones recibieron un fuerte impulso del que España se quedó descolgada “por nuestro lamentable siglo XIX”.
José Antonio Valverde, el punto de partida
La de Doñana la empezó a mediados del XX el que está considerado como el padre del parque nacional, José Antonio Valverde, que “es consciente de la importancia” de un elemento de este tipo y, con su propia colección personal como base, empieza a recopilar material de otros naturalistas. Por ejemplo, incorpora ejemplares de fray Saturio González, monje de Silos al que conocía, y que al fallecer el abad del monasterio no sabe qué hacer con sus pertenencias. Valverde aprovechó su viaje de bodas para hacer escala en Burgos y llevarse todo lo que cabía en el coche, y poco después un incendio destruyó lo que quedó allí.
El material se nutre sobre todo de donaciones, de decomisos, de zoológicos (especialmente el de Jerez) y hasta de atropellos, aunque aclarando que “esto es una colección, no un cementerio”. “Hay ejemplares de los sitios más insospechados porque Valverde tenía contactos en todo el mundo”, y así acabaron aquí roedores de los años 20/30 de la por entonces ciudad rusa de Leningrado (hoy San Petersburgo) que cedió el reconocido naturalista Eugenio Morales Agacino. Hay también gorilas (más de 40), una considerable muestra de cetáceos (la más importante de España con alrededor de 800), una imponente variedad de murciélagos y hasta los últimos guepardos del Sáhara.
La Estación Biológica, resalta Urdiales, custodia holotipos de varias especies, que es el ejemplar físico que la define y es la referencia para la comunidad científica. Que el holotipo acabe en uno u otro lugar depende mucho del investigador que la describe, así por ejemplo el del lince ibérico está en Francia y el del águila imperial ibérica, en Alemania.
El abuelo de los Machado
Con una colección de vertebrados que le sostiene el pulso a la del Museo de Ciencias Naturales, en los últimos años ha incorporado invertebrados y ha integrado por ejemplo una importante colección de mariposas (10.000 nada menos) que llegó de la Universidad de Córdoba. También no hace mucho echó a andar el herbario, que se está especializando en la evolución de la biodiversidad en Doñana.
Ahora mismo cuenta con 140.000 ejemplares, aunque el cálculo apunta a que hay el equivalente al 25% de esta cifra todavía sin catalogar. Y aunque nació a mediados del XX hay numerosas muestras del XIX provenientes de colecciones, como por ejemplo la del instituto San Isidoro de la capital hispalense, que puso en marcha Antonio Machado y Núñez, todo un humanista (antropólogo, geólogo, médico y zoólogo) que fue rector de la Universidad de Sevilla y abuelo de los poetas Antonio y Manuel Machado.
Carlos Urdiales calcula que la mitad del material está integrada por especímenes de la Península Ibérica, mientras que la procedencia de la otra mitad está muy repartida: un tercio es de África del norte y ecuatorial, otro tercio de Centroamérica y Sudamérica y lo demás, del resto del mundo. “Hay pocos países de la Tierra de los que no haya algo”, señala, con preparaciones que suelen constar de piel de estudio y material óseo, normalmente el cráneo (“lo más importante”) y el esqueleto parcial. Anfibios y reptiles están enteros conservados en alcohol.
La importancia de un mirlo el año 2800
¿Y qué es lo que más llama la atención de todo esto al visitante? Pues “lo más espectacular”, lo que define como “la nobleza”: linces, águilas imperiales, lobos (hay más de 700) o gorilas. Aunque los escolares también salen con que quieren ver al búho de Harry Potter y una vez alguien dijo un pavo real... y resulta que no había ninguno. Desde el zoo de Jerez suministraron uno llegado el momento.
Hay ejemplares montados completos, empezando por un rorcual común de 19 metros colocado en vertical y que ocupa las cinco plantas del edificio de la Estación Biológica. Está también la “colección mundial más significativa” de foca monje, o una de las más importantes de Europa de hienas rayadas. Hay una tigresa de Bengala, un cachalote, cocodrilos cubanos, un molde en fibra de vidrio de uno de los últimos esturiones del Guadalquivir, más de cien huevos de águila imperial y hasta 400 zorros. “Tenemos muchos ejemplares de especies comunes y eso a los investigadores les interesa porque tienen muestras representativas”.
Urdiales incide en que no basta con tener un ejemplar sin más, sino que requiere una “preparación digna” para mostrar un “respeto” y reconocer también “el valor que tiene la especie”. Y resalta que en el mundo hay muchas colecciones científicas, pero que “todas son complementarias, esto no son soldaditos de plomo que se repiten” porque, por lo pronto, hay especímenes que “hablan en términos espacio-temporales”. Esto, concluye, es “un archivo de la biodiversidad a disposición de las generaciones presentes y sobre todo futuras, porque un mirlo de 2025 no sabemos la importancia que tendrá en el año 2800”.