La razón por la que Hamás es una organización terrorista tuvo ayer una imagen fiel en el espectáculo que montó para la entrega de los cadáveres de cuatro rehenes secuestrados el 7 de octubre de 2023. Con impostada solemnidad y falso respeto a los restos mortales de una madre y sus dos hijos pequeños y de un adulto, los terroristas aprovecharon la ocasión para endosar su culpa original al gobierno de Tel-Aviv por el bombardeo que les causó la muerte. Todo terrorista –como hacía ETA en España– culpa a los demás de sus propios crímenes, que nunca son violaciones de los derechos humanos sino trágicas consecuencias de las responsabilidades de los Estados que los combaten. La víctima verdadera es ese terrorista que pierde su inocencia por la maldad de un conflicto que le viene impuesto. Por eso, el telón de fondo del escenario con los cuatro ataúdes tenía la imagen de un vampírico Netanyahu, sobre el que se hallaban impresos los rostros de los rehenes muertos, junto al típico texto repulsivo de transferencia de culpas. Habrá quien se crea esta patraña y habrá, entonces, que insistir en que esos rehenes –entre ellos, dos niños de 5 y 2 años– eran civiles ajenos a cualquier acción militar, víctimas fáciles de una voracidad criminal, que murieron porque antes fueron secuestrados como piezas de caza alevosa. La ostentación de armas y pasamontañas, la mentira que tantos digieren en las progresías occidentales son las bazas propagandísticas del terror organizado de Hamás, títere de Teherán y amenaza para Israel y para toda la región. Este alto el fuego tiene que servir para cambiar el curso de la historia. Y el cambio no puede ser que Israel deje de existir como Estado y como democracia, sino que deje de existir Hamás como amenaza a Israel y yugo de los palestinos. Si el resultado de este intercambio de presos palestinos por rehenes israelíes es solo un paréntesis para nuevas campañas terroristas contra Israel o para el reabastecimiento de Hamás, se repetirá el conflicto entre el legítimo derecho de Israel a vivir seguro y la obsesión exterminadora que anula cualquier atisbo de humanidad. La solución tampoco estará en el desplazamiento forzoso de cientos de miles de gazatíes fuera de su tierra, abono seguro de más odios, pero los palestinos tendrán que tomar las decisiones necesarias para vivir sin sumisión a islamismos extremistas y violentos. Lo único cierto es que Hamás no puede volver a controlar Gaza.