Una amarga victoria para los democratacristianos alemanes
Los democratacristianos alemanes de Friedrich Merz obtuvieron una ajustada victoria en las elecciones federales de ayer: El sistema político alemán se encuentra en un estado de profunda agitación y está más fragmentado que nunca en su historia. El resultado de las elecciones puede considerarse una señal de advertencia para los partidos centristas. La amenaza del populismo de izquierda y derecha no se ha desvanecido, lo que debe ser especialmente preocupante a la vista de los desafíos a la seguridad europea.
Elecciones en Alemania: las últimas cifras
Las elecciones al Bundestag de 2025, que determinarán el Parlamento alemán y, por tanto, el canciller de la República Federal de Alemania, han arrojado un resultado complejo. La CDU/CSU del candidato a canciller Merz obtuvo un resultado del 28,5% (+4,3 %), varios puntos por debajo de lo esperado. La ultraderechista «Alternativa para Alemania» casi duplicó su resultado de las elecciones de 2021 hasta el 20,7% (+10,3 %) y se convirtió en la segunda fuerza.
Los partidos de la coalición «semáforo» que se hundió en noviembre fueron castigados, especialmente los socialdemócratas de su canciller Olaf Scholz, que obtuvieron su peor resultado de la historia con un 16,5% (-9,3%). Los liberales del FDP perdieron más del 50% de sus votos y dejarán de estar representados en el nuevo Bundestag al no poder superar la barrera del 5% que marca la ley electoral alemana. Las pérdidas de los Verdes fueron menos graves, con un 11,7% (-3%). Sorprendentemente, el Partido de Izquierda, heredero del partido comunista de la extinta República Democrática Alemana, entró en el Bundestag alemán con un 8,7% (+3,8%), gracias sobre todo al éxito de la campaña en TikTok de su principal candidato.
Este resultado no solo pone de relieve el auge del populismo de derechas en Alemania, sino también la fragmentación general del sistema de partidos. La presumible no entrada de la recién fundada «Alianza Sarah Wagenknecht» (4,9%), una escisión nacionalista de izquierdas del Partido de la Izquierda, garantiza por sí sola que entrarán en el Parlamento alemán cinco partidos en lugar de seis. Con este resultado electoral, en el que los votantes han querido castigar a los partidos establecidos votando a los extremos, Alemania se acerca a las condiciones austriacas y francesas.
Los democratacristianos alemanes de Friedrich Merz obtuvieron una ajustada victoria en las elecciones federales. (Foto: Reuters/Fabrizio Bensch)
Posibles alianzas de gobierno
La formación de un gobierno de coalición bajo el liderazgo de los democratacristianos de Merz estará decisivamente influida por el resultado del BSW. Si este pequeño partido no logra entrar al parlamento, podrá gobernar una alianza bipartidista entre la CDU/CSU y los socialdemócratas. Merz descarta categóricamente una alianza con la ultraderechista, antieuropea y prorrusa «Alternativa para Alemania». Si el BSW entra en el Gobierno, solo una alianza de tres partidos podrá alcanzar la mayoría sin la AfD, lo que para Merz significaría gobernar con dos partidos de izquierdas. El ejemplo negativo de la fracasada coalición «semáforo» hace que esta perspectiva parezca muy poco atractiva para todas las partes implicadas. Si, a pesar de todo, el BSW entrara en el parlamento, también sería previsiblemente imposible una mayoría de dos tercios. Esta mayoría cualificada es especialmente importante para la adopción del previsiblemente necesario mayor gasto en defensa a raíz de la amenaza rusa para Europa, que requeriría la modificación del freno de la deuda consagrado en la Constitución alemana. AfD, Partido de Izquierda y BSW son claramente prorrusos y contrarios a apoyar a Ucrania o aumentar los gastos en defensa.
Consecuencias para los ámbitos políticos
La trascendencia de las elecciones alemanas se extiende mucho más allá de Alemania. Muchos Estados de la UE exigen más liderazgo a una Alemania vacilante ante la agresión rusa contra Europa del Este y las amenazas de Trump. A pesar de las garantías de lo contrario, la cacofonía del "semáforo" y su canciller Olaf Scholz nunca han sido capaces de proporcionar este liderazgo.
Los problemas de la mayor economía europea -tres años seguidos de recesión, el alto coste de la vida para la clase media, la falta de fuerza innovadora, el exceso de burocracia, las críticas a la política migratoria de los últimos años- palidecen ante las declaraciones de la semana pasada del nuevo presidente de Estados Unidos, Donald Trump. Su cancelación del apoyo a Ucrania, combinada con la retirada del apoyo de los socios europeos de la OTAN, significa nada menos que una ruptura de época y el colapso de la alianza transatlántica en su forma anterior. Las consecuencias gigantescas e impopulares de la postura de Washington fueron -por razones obvias- ignoradas casi por completo por todos los partidos en los últimos días de la campaña electoral alemana.
En cualquier caso, el probable nuevo canciller alemán Friedrich Merz tendrá que hacer frente a esta crítica situación en cooperación con socios debilitados del centro del sistema de partidos. Los retos son inmensos y tendrán que llevar al sacrificio de muchas de las «vacas sagradas» a las que la política alemana se ha aficionado durante décadas. Entre ellas figuran la moderación en la política de defensa, las cuantiosas transferencias sociales, la ignorancia de la situación demográfica, las asociaciones económicas internacionales apolíticas y sin riesgo, las costosas «soluciones de vanguardia» en la protección del clima y las rígidas normas fiscales. En la UE, el nuevo gobierno alemán tendrá que idear soluciones extremadamente rápidas ante la pérdida del antiguo aliado EE.UU., incluida la búsqueda de nuevos socios comerciales como MERCOSUR.
Si Merz no consigue crear un segundo milagro económico en este nuevo desorden mundial, el democristiano tendrá que imponer duros recortes a la población alemana. Por tanto, la democracia cristiana alemana ha obtenido una victoria -pero es una victoria amarga- y sobre ella pende la espada de Damocles del autoritarismo mundial encarnado por Putin, Xi y, más recientemente, Trump.