Los obstáculos de Emma para seguir con la educación inclusiva en la ESO: "El sistema nos expulsa de la escuela pública"
Las quejas de la familia de una alumna de Barcelona que padece una enfermedad rara evidencian la falta de recursos para la inclusión en muchos institutos de Secundaria
España es incapaz de implantar la educación especial inclusiva por falta de inversión
Emma acaba de cumplir 12 años y está a punto de completar la Primaria. Es un “ejemplo de éxito” del modelo de escuela inclusiva, se enorgullece su madre, Virginia González. A pesar de padecer una enfermedad genética rara que está en el origen de su discapacidad intelectual, esta niña ha podido acudir a una escuela pública ordinaria, la Escola Dovella de Barcelona. Pero con el salto a la Secundaria, los institutos que le tocan por área de proximidad no cuentan con los profesionales especializados que necesita.
Ahora que se acercan las fechas de las preinscripciones, el Equipo de Asesoramiento y Orientación Psicopedagógico (EAP) ha dictaminado que Emma requerirá de cara a la ESO un Apoyo Intensivo a la Escolarización Inclusiva (SIEI, en sus siglas en catalán). Se trata de una unidad de recursos y profesionales para acompañar a alumnos con discapacidades y otras necesidades educativas especiales, pero que no existen en todos los centros. El problema para la familia de Emma es que ninguno de los dos institutos adscritos a su escuela de Primaria lo tiene.
Las opciones que tiene la familia si quiere optar a estos recursos es acudir a centros públicos de otro barrio o costearse una concertada. “Ir a otro barrio implica que perdería todos los vínculos sociales que ha generado durante esta etapa, cuando todos los terapeutas nos dicen lo beneficioso que es tener un tejido social cercano a su alrededor”, explican sus progenitores, Virginia y Francesc. Además de renunciar a una cierta autonomía a la que aspiran, como, con el tiempo, poder ir y volver sola del instituto.
En cuanto a la opción de uno concertado, la madre se queja de que no es su modelo educativo, pero sobre todo de que ya acarrean muchos gastos relacionados con el desarrollo cognitivo de su hija. “Vamos a psicólogos, logopedas, estimulación sensorial… Todo terapias privadas que vamos a tener que seguir costeando”, advierte esta mujer.
La situación en que se encuentra Virginia con su hija evidencia una deficiencia en el modelo de educación inclusiva, que es la continuidad con el paso a Secundaria, según el último informe del Síndic de Greuges (el Defensor del Pueblo catalán). Actualmente existen 1.234 dotaciones de SIEI en centros catalanes, más de lo que preveía la ley del 2017, que regula la inclusión, pero aun así “no dan cobertura al conjunto del alumnado con propuesta de recurso”, dice el documento.
“Hay territorios que tienen lista de espera e invitan al alumnado a cambiar de centro para poder disponer de SIEI, o que no pueden garantizar el recurso del SIEI en el centro adscrito en el paso de Primaria a Secundaria”, recoge el Síndic. Coincide con ello Noemí Santiveri, presidenta de la Plataforma Ciutadana per una Escola Inclusiva: “En Primaria la inclusión está mejor resuelta que en Secundaria, con más formación y más recursos, aunque es cierto que ha ido mejorando con los años”.
Sobre el caso de Emma, el Consorci d'Educació de Barcelona –ente participado por la Generalitat y el Ayuntamiento– reconoce que sus centros adscritos de Secundaria no tienen los recursos del SIEI. Pero argumentan que esos mismos institutos le van a garantizar todos los recursos con los que cuenta la alumna a día de hoy en Primaria. Esto incluye básicamente la adaptación curricular (el llamado Plan Individualizado) y unas horas de un maestro de educación especial.
El problema sin embargo es que los psicopedagogos de la misma Administración consideran que Emma va a necesitar más que eso en la Secundaria. “En la ESO las ratios son más elevadas, el contenido académico es más complejo, y las adaptaciones dependen de cada profesor especialista, de ahí que se considere que ahora necesitará una atención más individualizada”, explica Virginia.
Los años de inclusión en Primaria
Emma es uno de los 38.000 niños y niñas con necesidades educativas especiales que están matriculados en centros ordinarios en Catalunya. La cifra ha crecido de forma significativa desde 2017, cuando se aprobó la norma sobre la escuela inclusiva que fue pionera en España, pero al mismo tiempo el modelo ha despertado críticas de profesionales y familias por falta de recursos.
Para la familia de Emma, la experiencia había sido hasta ahora satisfactoria. Cuando iba a la escuela infantil recibió ya un dictamen del EAP y a los siete años, el diagnóstico de la enfermedad genética que padece, una alteración del cromosoma X que le provoca lentitud en la memoria de trabajo, en la comprensión y en la planificación. A nivel motriz no tiene problemas, tampoco en su interés por tener relaciones sociales, pero su rendimiento académico a día de hoy equivale por ejemplo al del Ciclo Inicial de Primaria.
Cuando tocó escolarizarla, Virginia y Francesc optaron por la Escola Dovella por recomendación del equipo de psicopedagogos de la Generalitat. A pesar de que no cuenta con una dotación SIEI, el centro ofrece el acompañamiento necesario. Entre las horas de maestra de educación especial que tiene asignada y la codocencia –aulas con dos docentes– que hacen en la escuela, Emma dispone semanalmente de unas 13 horas de atención directa ya sea dentro de clase o en sesiones aparte. “Con el apoyo adecuado ha ido progresando siempre, nunca se ha estancado, y sus maestros dicen que es trabajadora”, celebra su madre.
Su apuesta por el modelo de educación inclusiva es la que les ha llevado precisamente a levantar la voz contra la falta de recursos en los institutos de su barrio, lo que hace también que muchas familias acaben matriculándolos en centros de educación especial. “El sistema nos expulsa de la educación pública de proximidad”, lamenta.