«Para la provincia de Alicante, el Corredor Mediterráneo es más importante, incluso, que el AVE con Madrid». Esta frase del entonces presidente de la patronal alicantina, Joaquín Rocamora, allá por 2005 –veinte años han pasado y Joaquín no ha podido verlo completado - sirve, por sí sola, como ejemplo del tiempo perdido y de lo mucho que le cuesta a esta provincia dar cada paso hacia el progreso. Disponer del famoso corredor ferroviario no sólo significa que los pasajeros puedan viajar con más facilidad y agilidad por la periferia peninsular (hoy aún tardamos cinco horas, las mismas que en 2016, en llegar a Barcelona con el Euromed, el tren más rápido en cubrir este trayecto), o alcanzar Francia en menos de una eternidad, sino poder descargar en Austria, Holanda, Alemania y el resto de países centroeuropeos, que son los principales clientes de la huerta alicantina, las miles de toneladas de productos hortofrutícolas, que diariamente tienen que viajar por carretera ante la falta de un ferrocarril que circule a través de un corredor de alta velocidad y del siglo XXI. Fíjense si hace falta que, pese a tener todo en contra, desde hace dos semanas hay un grupo de valientes que ha apostado por poner en marcha un tren de carga semanal entre Alicante y Londres.