Este valle de Suiza tiene más de 70 cascadas y vistas únicas: un paisaje alpino sin coches entre acantilados
Conectado por trenes de montaña y senderos panorámicos, este enclave ofrece acceso directo a cumbres glaciares, aldeas remotas y rutas que cruzan parajes verticales
La estación de tren que parece un castillo y es patrimonio de la Unesco
Ubicado en una profunda hendidura entre montañas alpinas, Lauterbrunnen es uno de los valles más escarpados y angostos del territorio suizo. A su alrededor, paredes rocosas de hasta 400 metros se alzan como bastiones naturales desde los que descienden más de 70 cascadas, alimentadas por los glaciares que dominan la región del Jungfrau.
Este paraje singular, situado en el cantón de Berna, se ha ganado un lugar entre los paisajes más evocadores del país, sin necesidad de artificios: sus elementos naturales y su arquitectura tradicional explican por sí solos su reputación.
A medio camino entre Interlaken y los altiplanos de Mürren y Wengen, este valle de origen glaciar extiende su topografía vertical desde las faldas de tres cumbres icónicas: el Eiger, el Mönch y el Jungfrau. Desde allí, el agua se precipita en múltiples frentes, dibujando líneas blancas sobre la roca y humedeciendo el fondo del valle, donde se asientan los escasos núcleos habitados.
El propio nombre de Lauterbrunnen puede traducirse como “fuentes ruidosas”, una descripción directa de lo que define a este entorno alpino: el rumor constante del agua cayendo. Más allá de su atractivo visual, este enclave se ha consolidado como puerta de entrada al Oberland bernés. Desde aquí es posible acceder fácilmente a otras localidades de altura, donde no circulan coches.
La conexión ferroviaria con Interlaken y la buena red de teleféricos permiten al visitante moverse sin necesidad de vehículo propio. Esta combinación de entorno espectacular y acceso sostenible ha convertido a Lauterbrunnen en un destino habitual para senderistas, excursionistas y viajeros en busca de inmersión alpina sin artificios.
Cascadas y pueblos sin coches
El paisaje de Lauterbrunnen está dominado por las cascadas, muchas de ellas visibles desde cualquier punto del valle. La más célebre es la Staubbachfall, cuya caída libre de 297 metros desde lo alto de un acantilado convierte el agua en una fina bruma que se dispersa con el viento.
Esta característica la convierte en uno de los saltos más altos de Europa. Un sendero ascendente lleva a una cueva habilitada tras la cortina de agua, lo que permite contemplar el valle desde una perspectiva poco habitual. Otra de las formaciones acuáticas más visitadas son las Trümmelbachfälle, una serie de diez cascadas interiores alimentadas por los glaciares del Eiger y el Jungfrau.
A diferencia de la Staubbachfall, estas permanecen ocultas dentro de la roca y solo son accesibles a través de una infraestructura de túneles, ascensores excavados y pasarelas metálicas. El estruendo del caudal y la vibración del suelo bajo los pies revelan la fuerza de la erosión glacial. La visita a estas cascadas, abiertas solo de abril a noviembre, está regulada y se accede mediante una entrada de pago.
A pocos minutos en tren desde Lauterbrunnen, se encuentran dos localidades que no admiten coches: Wengen y Mürren. Ambas se asientan sobre altiplanos con vistas al valle, y comparten un modelo de desarrollo basado en el turismo de baja densidad y la conservación del entorno.
Wengen se conecta mediante el tren de cremallera Wengernalpbahn, que continúa hasta Kleine Scheidegg, punto de partida para ascender al Jungfraujoch. Mürren, por su parte, se alcanza combinando un teleférico hasta Grütschalp y un tren panorámico que recorre una antigua línea de ferrocarril de montaña. Desde allí se accede al Schilthorn, famoso por haber sido escenario de una película de James Bond y por albergar un restaurante giratorio a más de 2.900 metros.
Naturaleza accesible y patrimonio vivo
Lauterbrunnen no es solo un punto de paso ni un mirador natural: también conserva un patrimonio humano y arquitectónico que da forma a su identidad. Las casas tradicionales, construidas en madera oscura, forman una estampa homogénea en la que predominan los tejados a dos aguas y los balcones con flores.
Muchas de estas viviendas, que se remontan al siglo XVIII y XIX, siguen habitadas por familias locales o se han reconvertido en alojamientos rurales. En el pequeño centro del pueblo se encuentran algunos comercios de productos locales, una iglesia reformada en el siglo XIX y el Museo del Valle, donde se exhiben objetos que documentan la vida cotidiana en la región antes del auge turístico.
El valle también cuenta con una red de rutas señalizadas que permiten recorrerlo a pie sin dificultad. Una de las más frecuentadas es la que va desde Lauterbrunnen hasta Stechelberg, un trayecto prácticamente llano que discurre junto al río Lütschine. A lo largo del camino se suceden prados verdes, granjas activas, algunas de las cascadas del valle y miradores improvisados. Esta ruta puede continuarse mediante un teleférico que sube desde Stechelberg hasta el macizo de Schilthorn.