Después de un arranque pasado por agua, la segunda jornada de O Son do Camiño 2025 ha ganado en brillo y en público. El Monte do Gozo ha respirado el viernes un ambiente más amable, con menos viento, sin apenas lluvia y un notable aumento de asistentes desde primera hora. También ha subido la temperatura musical: la diversidad de propuestas se ha mantenido, pero yendo a más en intensidad. De principio a fin, la jornada ha dejado varios conciertos memorables. La tarde la abrieron las bandas Aiko, primero, y Merino, después, que disfrutaron e hicieron disfrutar desde el escenario mientras se allanaba el terreno para todo lo que estaba por venir. La primera ronda de aplausos potentes del día se la llevó Siloé. El conjunto vallisoletano -con el pontevedrés Jacobo Betanzos en la batería, que se marcó un tremendo solo que inició con los ojos tapados- fue creciendo en intensidad a medida que se poblaban los aledaños del escenario. 'Reza por mí' sirvió de arranque y conexión directa con los primeros fans, mientras que en 'La oposición' la ironía y el ritmo arrancaron risas y coreos -«nuestro sueño es sacar la oposición estudiando desde el sofá», remarcaba el vocalista, Fito Robles-. La banda fue sumando emoción que pareció culminar con 'Que merezca la pena', un tema que fue coreado con los brazos en alto por un público ya numeroso para esas horas, y con 'Nada que se parezca a ti', que compartieron con Luis Fercán. Se despidieron con 'Si me necesitas, llámame' y una versión instrumental de 'Song 2' de Blur como guiño final para los más rockeros. Al final, el grupo no abandonó el escenario hasta que el último acorde de su playback se desvaneció, bailando y agradeciendo como si fuese la despedida de una gira. Amaia fue la siguiente en conquistar a las masas, y de qué manera. La navarra encadenó delicadeza y energía con un repertorio que creció en escala emocional. 'Tocotó' fue su carta de presentación, y desde ahí, el set avanzó con una mezcla de ternura y efusividad: 'C'est la vie', 'Auxiliar'... más algún que otro imprevisto del directo -le trajeron a escena un arpa que resultó estar desafinada- que, entre risas suyas y de su público, acabó por solo añadir autenticidad. La gran ovación le llegó con 'El encuentro', que desató lágrimas entre algunos fans captados por las cámaras. Su versión de 'Me pongo colorada', de Papá Levante, encendió a un público ya emocionado. La cantautora acabó tejiendo un ambiente delicado y envolvente con mucho protagonismo para su piano, aunque no faltaron violines e incluso una mandolina. De principio a fin, la pamplonesa supo conectar con su público, que la no dejó de arroparla ni un momento; ella, de hecho, llegó a dirigirse de forma directa a algunos de sus fans de las primeras filas -a una incluso le deseó suerte en su futuro para tener una exitosa carrera musical-. En la recta final encadenó 'Yamaguchi', dedicada al parque homónimo en su tierra, 'Tengo un pensamiento' y 'Bienvenidos al show'. Con la tarde ya asentada, Carolina Durante hizo acto de presencia como ellos saben: directos al grano, con ruido y crudeza. El vocalista Diego Ibáñez, al que sus compañeros remolcaron hasta el escenario, apareció sentado en silla de ruedas y con muletas tras una lesión reciente. Pero ni así renunció a recorrer el escenario de arriba a abajo ni a -intentar- moverse al ritmo de sus propios temas. Desde 'Joderse la vida' hasta 'Las canciones de Juanita', pasando por 'Cayetano', 'Hamburguesas' y 'Granja escuela', la banda madrileña convirtió el Monte do Gozo en una olla a presión, y su público respondió con entrega absoluta. El tono cambió con la llegada de Kase.O, que desplegó una clase magistral de rap y sabiduría veterana. Hubo una gran presencia de clásicos de Violadores del Verso: 'Vicios y virtudes', 'Vivir para contarlo' o, por supuesto, 'Cantando'; completado por el repertorio del rapero en solitario. El de Zaragoza no solo encendió al público: también le dejó reflexiones y versos contundentes. «Me alegro de verte, Santiago. Galicia está en la casa», proclamó entre gritos de júbilo. Para cuando sonó 'Repartiendo arte', el Monte ya estaba más lleno que a esa misma hora en la jornada anterior. La noche seguía subiendo el listón. Y fue Kasabian quien recogió el testigo para llevarlo aún más arriba. La banda británica no necesitó mucho para levantar a un público ya entregado. 'You're in Love with a Psycho', 'Underdog' o 'Vlad the Impaler' fueron disparos certeros. A esas alturas, el recinto bullía y el sonido, como en la jornada previa, seguía a gran nivel. Los himnos guitarreros de los de Leicester encajaron a la perfección con el tono ya explosivo del festival. El final de fiesta vino por partida doble. Primero con Bad Gyal, que convirtió el Monte en una pista de baile desde que pisó el escenario hasta que después decidió subirse a un sofá. La catalana no quiso dejarse temas como 'Chulo', 'Flow 2000' o 'Angelito' y cautivó al público más joven en uno de los sets más coreográficos de la jornada: «Qué energía tan bonita, me ha encantado», confesaba antes de arrancar con 'Otra vez más'. Después, entrada la noche, le llegó el turno al rey del electro latino: Juan Magán recogió el testigo con un repaso a sus mayores éxitos, en un show de clásicos aderezado con homenajes a Camela, Danny Ocean, Hombres G y Juan Luis Guerra. La sesión incluyó 'Mal de amores', 'Ella no sigue modas' y 'Bailando por ahí', y la velada acabó elevándose a auténtica verbena para cerrar la noche en alto. Segundo día de Son, segundo éxito. El festival mantiene su pulso y sigue sumando público, variedad e intensidad. Ya parece haber encontrado un equilibrio entre espectáculo, emoción y contundencia conforme avanzan las horas con el que artistas y público se sienten cómodos. De momento, aún es pronto para despedirse. Todavía falta el sábado.