Alfonso González-Calero , que firma este su tercer poemario, Temple y Tiempo , se ha destapado como poeta en un tramo muy maduro de su biografía. No cabe hablar de 'edad tardía': ¿cuándo es tarde para la poesía? Ante todo, cuando se trata de poesía de verdad: vivida, decantada, elaborada desde la cabeza y el sentimiento. Anticipo ya que con esta su tercera entrega Calero pasa a engrosar la nómina de la mejor poesía castellano-manchega . Unas pinceladas sobre el autor. Alfonso Calero o Castilla-La Mancha. Estamos hablando de uno de los ideólogos y arquitectos de Castilla-La Mancha , tal y como hoy la viven, con sus precariedades y carencias (que algunas tiene), las nuevas generaciones, para las que es un concepto histórico, diríamos, casi natural. Los que vinimos al mundo antes de 1970 sabemos que esto no es así, que la democracia hizo posible el autogobierno. Desde las trincheras del periodismo, procedente de una revista alternativa tan influyente como Ozono , Calero aglutinó en Almud , una revista de estudios ciudadrealeña, a una serie de intelectuales de diferentes ramos que propusieron/diseñaron un marco político específico para la meseta Sur, fragmentando una Castilla que acaso solo debió ser dividida en Norte o Sur (lo de La Vieja y La Nueva era sobre impreciso, mal documentado). De allí surgiría un plantel de personalidades decisivas en la consolidación (lo que por entonces llamábamos 'hacer Región') y hasta la gobernación de Castilla-La Mancha. Como el consejero de Educación y Cultura, Juan Sisinio Pérez Garzón , o José María Barreda , que alcanzó la Presidencia de la Junta, o él propio Calero, que fue director general de Juventud y dirigió la primera época de la revista institucional de la Junta. Había entusiasmo, fervor sin localismo, en la acción y la actitud de Alfonso. Nos recuerdo en aquellos espléndidos salones tardogóticos del palacio de Fuensalida, haciendo con recortables a mano la revista Castilla-La Mancha o el Diario Oficial de CLM (él dirigía la primera y yo el segundo, por aquel tiempo). Luego vino su dedicación a la edición desde Añi l, revista de estudios y editorial de libros en todos los campos, con un denominador común: temática o autores de Castilla-La Mancha. Durante tres décadas, ha editado nuestros artículos, nuestros poemas , nuestros relatos. Personalmente, le agradezco la impecable edición de mi relato 'Los ojos del monte', protagonizado por un legendario maqui libertario, al que llamé El Muñones, o el libro en la etapa de Añil-Celeste con la compilación de cuentos 'Los ruidos del Jardín'. Lo más reciente que sé de Alfonso, infatigable, tras aquel impagable boletín bibliográfico digital, es su valiosa Db (Biografías: Diccionario biográfico de Castilla-La Mancha ), para el que (como para la Enciclopedia que coordinó años atrás) me ha encargado algunas entradas. Ahora recuerdo las de los actores Cristian Casares y Luis Esteso. Y desde hace unos pocos años, desde 2017, nos desvela su faceta más personal y creativa: su dedicación a la poesía, que hunde raíces más de medio siglo atrás. Lo primero que me ha llamado la atención en esta poesía que va a la esencia de la existencia , que afronta su devenir con actitud estoica y un realismo que no excluye la esperanza, es su radical anclaje histórico, periodo postcovid, pero la escasa referencia toponímica (salvo en la datación de algunos poemas). El lado castellano-manchego no parece manifestarse externamente, no hay loas localistas, ni exaltación de la provincia. En un reconocido arquitecto, como ya hemos apuntado, de Castilla-La Mancha, esto, si no sorprende, si es digno de resalto. Y es que el propio poemario subraya dos magisterios, entiendo, decisivos en la poética de Calero: los poetas castellano-manchegos Antonio Martínez Sarrión y José Corredor Matheos . Ante todo, el segundo, maestro de la síntesis, de la abstracción concreta y la concreción abstracta, tan influido por las artes del silencio y los poetas de Oriente. Pero espiguemos con unas cuantas apuntes algunos temas de este libro: La fugacidad de la vida y de las cosas: -«casi todo es agua entre las manos, / diluyéndose como el tiempo vivo.» Distinguir el otro del adversario: -«Y no es el adversario sino el otro / que con otros intereses, / camina junto a ti.» La fe en la raza humana: -«La llamada de alguien que creías perdido / basta pare recuperar / la fe en la raza humana / que creías perdida para siempre». La niebla o los contrarios: «Días sin sol, así es el orden del invierno / frío y silencio / distancia y temblor, / y algo de tu propio aliento / para vencer la niebla de tu alma.» Garra o abrazo: -«Si puedes elegir, elige abrazo.» Y la lúcida, tristemente, premonición de lo que estaba por venir, ya en noviembre del 23: -«Niños que mueren en Gaza: / Todavía no sabemos / de todo lo que es capaz el ser humano.» Hay v arios poemas que recogen las pérdidas de seres queridos . No tanto necrológicos cuanto crónica de un tiempo en que la muerte exhibió su omnipresencia, su omnipotencia: el tiempo del Covid. Y también, un reflejo generacional, de una edad en que se empieza a hacer inevitable recuento de bajas. Estos poemas siempre tienen el valor añadido de proponer una idea general, un concepto, que trasciende el triste hecho luctuoso sin restarle sentimiento. Porque la muerte: «es gran ingrediente de la vida, / igual que no habría luz de no haber sombra». Poemario intenso e interesante, voz propia, nada que ver con eso que llaman 'línea clara', aunque el autor se declare alejado de los poetas oscuros. Destellos de esperanza en medio de la desolación. Como escribe en su prólogo María Muñoz : «el poeta ordena los símbolos de su realidad…, y no es remembranza, es espacio dialogado, re(existencia) de su itinerario vital». En palabras del crítico y poeta Cristian Lázaro (revista Galatea, num. 304, marzo 2005): «Altamente recomendable Temple y Tiempo, un álbum de distancias y evocaciones destinado a activar nuestra sed lectora y la atemporalidad, que no pierde la fe en la raza humana y logra narrar lo ignoto con un lirismo de orfebre, verso sobre verso». Una vez más, destacar el cuidadoso apoyo editorial de Joan Gomper y su sello Celya , desde la colección Generación del Vértice, a la difusión de la mejor poesía actual, con una magnífica ilustración de portada a cargo del gran artista toledano Pablo Sanguino .