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Октябрь
2025

Tan sabrosos como peligrosos: los quesos que pueden castigar tu salud cardíaca

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Pocas cosas hay tan universales como el placer de un buen queso. Ya sea un intenso parmesano rallado sobre la pasta, un cheddar fundido o un cremoso mascarpone en un postre, el queso es un pilar de nuestra gastronomía y un disfrute para millones de personas. Sin embargo, detrás de esa satisfacción se esconde una realidad que los expertos en salud cardiovascular no quieren que pasemos por alto: puede ser un enemigo silencioso para el corazón.

De hecho, la advertencia procede del cardiólogo Tariqshah Syed, jefe de cardiología del Holy Name Medical Center, en Nueva Jersey, quien ha puesto el foco en la composición de muchas de sus variedades más populares. El problema reside en su elevado contenido de grasas saturadas y sodio, dos componentes que, consumidos en exceso, se relacionan directamente con el aumento del colesterol LDL —el conocido como «malo»— y con un peligroso aumento de la tensión arterial. Ambos son factores de riesgo directos para sufrir infartos o accidentes cerebrovasculares.

En este sentido, las cifras son contundentes y no dejan lugar a dudas. La Asociación Estadounidense del Corazón recomienda limitar la ingesta de grasas saturadas a unos 13 gramos diarios en una dieta estándar. No obstante, una única porción de queso cheddar puede alcanzar los 22 gramos, mientras que el mascarpone se dispara hasta los 29, una cantidad que supera con creces el límite diario recomendado por los especialistas.

No todos los quesos suponen el mismo riesgo

Por lo general, los quesos procesados, los muy curados o duros y los elaborados con leche entera son los más perjudiciales para la salud. Esto coloca a variedades muy apreciadas en el centro de la diana, obligando a replantear su consumo si se quiere proteger el sistema cardiovascular. La clave no es la prohibición, sino la elección consciente.

Por otro lado, afortunadamente para los amantes de este lácteo, existen numerosas alternativas que permiten seguir disfrutando de su sabor sin poner en jaque la salud. Los especialistas recomiendan decantarse por quesos frescos y bajos en grasa, como pueden ser la mozzarella fresca, el requesón o la ricotta. Estas variedades presentan un perfil nutricional mucho más equilibrado, con un aporte de grasas y sodio considerablemente inferior, convirtiéndose en alternativas mucho más saludables.

En definitiva, la solución no pasa por desterrar el queso de la dieta, sino por consumirlo con inteligencia. El consejo fundamental es la moderación y la correcta selección del producto, integrándolo en un patrón de alimentación saludable, rico en frutas, verduras y cereales integrales. Al final, todo se resume en encontrar la moderación y el equilibrio.




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