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La verdadera bomba atómica china: la vertiginosa transición del carbón a la nuclear

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De cenizas a átomos. China está emprendiendo una metamorfosis notable al transformar sus obsoletas centrales térmicas de carbón en avanzadas instalaciones nucleares, en un movimiento audaz hacia la meta de neutralidad de carbono para 2060.

Con más de 1,19 teravatios de capacidad de carbón, equivalente al consumo energético de Estados Unidos, la iniciativa «Carbón a Nuclear» (C2N), liderada por China Energy Engineering Group Co (CEEC), busca optimizar las infraestructuras existentes para acelerar un proceso de descarbonización que resulta vital en el contexto climático actual.

Este enfoque, que va en la dirección opuesta al que ha emprendido el Gobierno de Pedro Sánchez, que sigue apostando por el apagón nuclear de los siete reactores españoles entre 2027 y 2035, no solo amalgama la innovación técnica, sino que también promueve una utilización eficiente de los recursos, redefiniendo así el paisaje energético mundial y proponiendo un modelo que podría ser emulado por otras naciones en su búsqueda de sostenibilidad.

La gran reconversión del carbón: 100 GW en un lustro

El reto es monumental: descarbonizar un titán energético. Como el mayor consumidor de carbón del planeta, la segunda potencia mundial genera más del 60% de su electricidad a partir de este combustible fósil. Sin embargo, con compromisos climáticos que son, a la vez, ambiciosos e imperativos –alcanzar el pico de emisiones antes del año 2030 y lograr la neutralidad de carbono tres décadas más tarde–, la nación asiática se encuentra ante la colosal tarea de reconfigurar su matriz energética.

Con 100 gigavatios (GW) de capacidad de carbón programados para el desmantelamiento antes de un lustro, la estrategia C2N ofrece una solución ingeniosa: la reconversión de estas plantas en lugar de su demolición.

Al aprovechar las conexiones a la red eléctrica, los sistemas de refrigeración existentes y las ubicaciones estratégicas, especialmente en regiones costeras donde el terreno es escaso, este enfoque minimiza costes y acorta los plazos de implementación en comparación con la construcción de nuevas instalaciones nucleares.

Pekín ha dado un paso decisivo al autorizar la construcción de una decena de nuevos reactores nucleares en sus regiones costeras. Ocho de estos reactores implementarán la tecnología Hualong One, un sistema de agua a presión de tercera generación desarrollado localmente, mientras que los dos restantes adoptarán la tecnología CAP1000, derivada del AP1000 de Westinghouse.

En Lianjiang, en la provincia de Guangdong, se ha finalizado la estructura principal de una imponente torre de refrigeración, que se alza a 218,7 metros de altura y tiene un diámetro máximo de 174,6 metros, convirtiéndose en la más grande de su tipo en el mundo. Este proyecto innovador, que utiliza tecnología de refrigeración por circulación secundaria de agua de mar, ha entrado en la fase de instalación de equipos y puesta en marcha de sistemas.

Con un área de aspersión de agua de 20.000 metros cuadrados, la primera fase del proyecto, que incluye dos unidades de 1,25 gigavatios, generará anualmente 20.000 millones de kWh, suficientes para abastecer a unos 4 millones de hogares cuando entre en operación en 2028.

Con 58 reactores operativos y 44 en construcción, China se encuentra en camino de convertirse en líder de la generación nuclear global en un horizonte de cinco años, con una capacidad proyectada de 113 GW.

En 2024, la energía nuclear produjo 450.000 millones de kWh, evitando el uso de 140 millones de toneladas de carbón y reduciendo las emisiones de CO2 en 370 millones de toneladas, según datos de la Administración Nacional de Energía (NEA, por sus siglas en inglés).

La estrategia C2N se fundamenta en el uso de reactores de cuarta generación, destacándose entre ellos los reactores de gas de alta temperatura (HTGR) y los de sal fundida con torio (MSTR). Estas tecnologías representan un avance significativo en comparación con los reactores tradicionales.

Los HTGR, que utilizan helio como refrigerante y grafito como moderador, son capaces de generar vapor a temperaturas que alcanzan los 950C, lo que les otorga una notable compatibilidad con las turbinas de vapor de las plantas de carbón existentes.

Por otro lado, los MSTR, que emplean un sistema de combustible y refrigerante basado en sal fundida, ofrecen una flexibilidad operativa superior y una gestión más eficaz de los residuos radiactivos. Ambos diseños integran sistemas de seguridad pasiva que eliminan el riesgo de fusión del núcleo, lo que simplifica los procesos de aprobación regulatoria y refuerza la confianza del público en la energía nuclear.

El primer SMR en 2026

Los avances en este ámbito son sobresalientes. Hace dos años, se inauguró el primer reactor comercial HTGR del mundo, y se prevé que para 2026 se complete el primer reactor modular pequeño (SMR) terrestre. Estas innovaciones posicionan a China como un líder indiscutible en la conversión de plantas de carbón a nucleares, un logro técnico sin parangón en la industria a esta escala.

La IA, cerebro de las plantas

En un centro de mando en Pekín, las pantallas destellan con un flujo constante de datos: 2 millones de métricas por segundo que monitorean cada aspecto de una central nuclear. Este es el primer sistema operativo inteligente para plantas nucleares, desarrollado por General Nuclear Power Group (CGN).

Con un solo comando, los ingenieros pueden iniciar un reactor en un proceso automatizado, mientras algoritmos avanzados detectan anomalías –como fallos en bombas de refrigeración– hasta 20 días antes que los sistemas convencionales. «Hemos creado un cerebro digital para las centrales nucleares», afirma Guo Jingren, ingeniero de CGN.

Presentado en una reciente exposición nuclear en la capital, este sistema basado en inteligencia artificial optimiza la seguridad y reduce los costos de mantenimiento. Según Chen Yingjian de la Asociación de Energía Nuclear de China, la «nuclear inteligente» eleva la fiabilidad de las plantas y consolida su papel en la transición hacia una energía limpia.

La conversión de plantas de carbón a nucleares reduce los costes al reutilizar infraestructura existente, acelera la transición y elimina millones de toneladas de emisiones de CO2 al año. En 2024, el 46% de la generación nuclear se comercializó en transacciones en el mercado, un alza desde el 30% de 2020, lo que muestra una mayor integración energética.




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