¿Una Serie del Caribe en Seúl?
El emergente
Ignacio Serrano
Allá por 2012 —ha pasado más de un lustro— José Grasso Vecchio llegó a Venezuela con la noticia de que Corea del Sur había sido invitada a la Serie del Caribe de 2013.
El entonces presidente de la LVBP se había aliado con la Liga Mexicana del Pacífico, principal promotor de los cambios que necesitaba con urgencia el Clásico de Febrero, un torneo por entonces anquilosado, aburrido para el gran público y amenazado con la huida de los patrocinadores.
Los manitos han sido los grandes sostenedores de la competencia. El Chino Ley, legendario propietario de los Tomateros de Culiacán, ya fallecido, defendió durante años la conversión del torneo en una especie de Champions League, con un cuadro eliminatorio de noviembre a enero, hasta llegar a una final.
La participación de los surcoreanos no se concretó, a pesar de que en marzo de 2012 se daba casi como un hecho. De aquellas propuestas quedó la disputa de un encuentro decisivo entre los dos mejores equipos, puesta en práctica a partir de 2013, y luego, con la entrada de Cuba, a partir de 2014, ocurrió el cambio de formato tan ansiado.
Mexicanos y venezolanos eran por entonces quienes más insistían en dar cabida a los cubanos y diseñar un nuevo sistema de competencia. Dominicanos y puertorriqueños formaban una entente en contra de los cambios. Curioso, ¿verdad? Porque esos últimos dos países han sido, precisamente, los que menos asistencia han tenido en sus parques y menos interés han generado al organizar la cita.
La propuesta de incluir a Corea del Sur e incluso Taiwán o Japón ha sido reflotada por Juan Francisco Puello Herrera, el comisionado del Caribe, que en el último quinquenio se ha pasado al campo de los reformistas, luego de mucho tiempo en el bando conservador. Lo hace con sus modos de siempre: con lentitud y mucha mano izquierda.
Hace meses, habló sobre la inminente entrada de Panamá, que hoy se menciona con menos entusiasmo. El circuito istmeño es el más adelantado respecto a las ligas nacionales que tocan la puerta de la competencia. Nicaragua y Colombia vienen un poco más atrás, aunque es entendible el prurito con estos países, que a finales de enero disputan la Serie Latinoamericana, con importantes problemas de organización: este año, por ejemplo, esperaban contar con representantes de Argentina y Chile, pero ambos faltaron por motivos económicos, mientras que panameños y colombianos causaban bajas por disputas salariales o de premios por pagar.
Los protagonistas de esa Serie Latinoamericana, que incluye a la mexicana Liga Veracruzana y ahora también a la Curacao Winter League, aspiran a enviar en un futuro a su campeón absoluto a la Serie del Caribe. No parece viable, todavía, pese a que sigue siendo tentador ampliar el rango internacional de la justa nacida en 1949, en La Habana.
El comisionado sostiene que toda expansión pasa por adelantar las fechas de la cita. Habla de disputarla entre fines de enero y el 2 de febrero. Sorprende la premura, siendo que el Winter League Agreement permite jugar hasta el 9 de febrero. También parece un obstáculo insalvable; está por verse la reacción de otras ligas, pero la LVBP ha sido reacia frente a la idea de empezar la eliminatoria el 1° de octubre, no digamos ya disputar la final el 23 de enero, como pide Puello. El tiempo dirá.
Columna publicada en El Nacional, el viernes 9 de febrero de 2018.