La Superliga china apareció a finales de 2016 en el panorama futbolístico y lo hizo a base de dinero, mucho dinero. Convirtió a Carlos Tévez en el jugador mejor pagado del mundo, atrajo a un puñado de futbolistas que prefirieron buenos sueldos a competitividad y se instaló como una amenaza fija para los equipos europeos. Como un gigante emergente siempre dispuesto a birlar a las grandes estrellas que, sin embargo, tiene los pies de barro. Diferentes razones incitan al escepticismo respecto a los ingentes rumores en torno al torneo asiático del último año y medio.