Pilar Cernuda: «Mi abuelo también emigró, pero ni él sabía dónde estaba»
Pilar Cernuda no solo es una de las periodistas con más credibilidad de este país, además es una mujer de carácter y con una sólida trayectoria literaria en no ficción. De hecho, cuenta con más de veinte libros de actualidad política en su haber y aunque aparezca como contertulia en televisiones y radios, lo suyo, de siempre, es contar por escrito. Tenía una asignatura pendiente desde hacía años: escribir una novela, pero es prudente y de tempos y necesitaba el suyo para relatar una historia de su tierra, Galicia, y de las mujeres fuertes que vivieron solas esperando a sus maridos cuando estos cruzaron el Atlántico con promesas de vueltas no siempre cumplidas.
«Volveré a buscarte» (La esfera de los libros) es la historia que encontró a Pilar Cernuda y que ella transformó en su primera novela. «Hace muchos años un marinero gallego que regresaba de América tras haber vivido allí me contó una historia que me conmovió y decidí que era esa y no otra la que me tocaba desarrollar». Por supuesto, se trataba de una que tenía que ver con Galicia, con los hombres que se iban y sus promesas a las mujeres que dejaban en su tierra madre, pero Pilar le dio la vuelta y las mujeres cobraron protagonismo. «Todos los gallegos tenemos una aldea. La nuestra es la de mis abuelos, donde está la casa familiar en la que hemos pasado los veranos de la infancia. Allí me he encontrado cantidad de mujeres cuyos maridos, novios o hijos se habían marchado, ni siquiera sabían a dónde porque en la época de analfabetismo no sabías qué era América, y esperaban sin saber qué ni cuándo».
En esta historia, como en tantas de la vida real, las familias acaban repartidas a ambos lados del Atlántico y todos sus miembros tienen que seguir viviendo. Son historias de la emigración que siempre conllevan promesas demasiadas veces incumplidas. «Es que las historias se complican con la distancia. Los que se van no saben ni a dónde van y los que se quedan viven esas otras historias que quedaban por contar; porque se han contado historias de emigrantes que han tenido o no fortuna, pero nadie cuenta lo que pasó con las mujeres que se quedaban. Como las de esa aldea nuestra, muy pequeña, del Vallé del Salnés, en Pontevedra, con las que yo conviví». Una aldea a la que Pilar Cernuda rebautiza en el libro, pero dejando clara su identidad, como tam-
bién la de algunos personajes de ficción basados en personas de carne y hueso.
«A muchos de ellos yo los he conocido con sus circunstancias. Recuerdo a María, ya muy mayor, cuyo marido se fue y jamás volvió a saber nada de él... Tenía siete hijos y siempre nos puntualizaba: “Pero cada uno de un hombre distinto”, como si de aquella manera no hubiese deslealtad. Según ella, al ser de siete padres diferentes significaba que solo tenía las relaciones con ellos por una necesidad afectiva asexual, pero nada más. Y todo el mundo lo aceptaba». Otros personajes reales a los que Cernuda convierte en literatura pertenecen a su propia familia: «Entre ellos, mis abuelos, a los que no conocí. Mi abuelo Antonio emigró, no sabemos adónde, aunque dedujimos que a Paraguay. Era un cestero de Mondáriz que iba por los pueblos vendiendo cestas y tenía una novia con la que no se podía casar porque no tenía dinero en el Salnés. Entonces decidió irse a América. Sabemos cuándo volvió, pero ni él sabía dónde estaba. Lo que sí contaba era que la primera forma de sobrevivir que tuvo fue la de ir al campo de batalla, coger los caballos muertos allí y con los cueros hacer odres, por eso imaginaba que debía ser la guerra del Chaco o algo así y que andaba por Uruguay o Paraguay. Luego se fue a Argentina y allí aprendió a leer y hasta le tocó la lotería. Entonces regresó, se casó con su novia, hizo esa casa, que sigue siendo nuestro lugar de encuentro, y se volvió obsesivo con la educación, porque se había dado cuenta de lo importante que era». Y tanto. Hubiera sido providencial para algunos emigrantes que ni siquiera pudieron paliar la distancia escribiéndose cartas porque no sabían. «No podían escribirse cartas ni leer el menú del bar en el que estaban trabajando».
«Las viudas de los vivos»
Como buena periodista, Pilar Cernuda se ha documentado muchísimo para escribir esta novela en la que se recogen con esmero todos los detalles, por ejemplo, del Centro Gallego de Buenos Aires. «Es impresionante, el mejor hospital de Buenos Aires y el lugar de la cultura que todos los grandes escritores y pintores gallegos visitaron en algún momento de su vida. Un lugar de encuentro y de ayuda. Fue fundamental para la generación de los 50, pero también para mí para poder escribir esta novela». Una novela en la que, aunque se narran ambos lados, se profundiza en el de ellas, «las viudas de los vivos», que decía Rosalía de Castro. «Recogí esa frase de ella porque me parece una descripción increíble. Viudas de vivos que ni sabían si estaban vivos y se quedaban a cargo de todo, de cultivar la tierra... Salían por la mañana de casa con el carro de vacas a llenarlo de hierba y hacían todo lo demás, pero siempre esperando a sus maridos, sin saber si algún día volverían y sin tener noticias de ellos».