Sant Antoni, entre la ilusión y el desasosiego
Ocho años y medio después, el mercado de Sant Antoni se prepara para volver a abrir sus puertas. Nunca, hasta la fecha, la reapertura de un espacio tan mítico había levantado tantas suspicacias entre los vecninos. Están contentos, sí, pero no ocultan el desasosiego que les acompaña. Los comerciantes, por su parte, respiran aliviados, aunque con una nota de tristeza por los que se han quedado por el camino. De los 94 comerciantes originales solo 53 irán al nuevo mercado. Las sensaciones, por lo tanto, se entremezclan.
El próximo 23 de mayo abre sus puertas el mayor mercado de Barcelona. Tras casi nueve años de obras, 70 millones de euros, 40.000 metros cuadrados edificados, cuatro plantas subterráneas excavadas y 1.500 técnicos y operarios contratados, el mercado volverá a convertirse en el centro neurálgico del barrio. Mucho ha cambiado Barcelona en este tiempo y mucho lo ha hecho también el barrio sometida a la misma presión turística que antes vivió Ciutat Vella y que Gràcia comienza a olerse. Sant Antoni será más que un mercado. Ya era, sin lugar a dudas, un icono del barrio con sus míticos encantes, pero ahora aglutinará también una suerte de museo para lucir el yacimiento romano que ocultaban sus entrañas, espacios de uso cívico y una importante reurbanización de las calles de su alrededor. Es decir, los ingredientes necesarios para darle la puntilla a uno de los barrios de moda y en el ojo del huracán de los inversores.
Decadencia
Daniel Fernández lleva cinco años en el barrio y forma parte de la plataforma vecinal «Fem Sant Antoni». No esconde su pesimismo. «La única duda es si la decandencia del barrio llegará a corto, a medio o largo plazo. Pero la sentencia parece firme», asegura. «Me tendría que hacer ilusión la reapertura, lo sé, pero no lo consigo. Creo que me gustaría que se quedara como estaba. Los precios se han disparado y el barrio ha cambiado mucho. Incluso ha abierto una sucursal bancaria al lado del mercado que ocupa casi toda una finca. Eso no tendría que ser un problema, pero es sospechoso. Está todo en inglés. Da buena cuenta de hacia dónde vamos». «Tememos que el barrio pueda perder su carácter. Que nadie se confunda. Sant Antoni es un barrio popular, canalla. Más cerca del Paral·lel que del Eixample», sentencia.
En estos ocho años de obras, los comerciantes de San Antoni han visto las reformas de los mercados de Sants y el Ninot. «Nos gustan mucho los dos y hemos buscado una fórmula mixta, hemos tratado de ser prácticos y estamos encantados. Es majestuoso, espectacular. Las paradas están quedando muy bonitas», explica Maria Masclans, presidenta de la Asociación de Paradistas de Comida Fresca del mercado. Y añade que el camino hasta «ha sido duro desde el punto de vista comercial. Nos estalló de lleno la crisis económica coincidiendo con el traslado a la carpa y muchos compañeros se han quedado por el camino». Sobre las eventuales similitudes entre la Boqueria y Sant Antoni, Masclans asegura que son casos muy diferentes. «Aquí tenemos un barrio muy potente, clientela de toda la vida, así que podemos decir que tenemos un barrio fantástico que viene a comprar». Pero también hay vecinos como el Jesús Miralles que, a pesar de la ilusión por el nuevo equipamiento, no esconden «la preocupación por cómo pueda afectar a los vecinos», para quien «San Antonio ha tomado un aire muy turístico», señala.
La etapa en el mercado provisional se cerrará el 19 de mayo. Será el último día de trabajo en la carpa donde se trasladaron en octubre de 2009. Aprovecharán que el lunes 21 de mayo es festivo y el martes 22 tampoco abrirán. Son los últimos esfuerzos para tenerlo todo a punto el 23 de mayo. «Cuando baje la persiana tendré mi momento de despedida. Aunque ha sido duro hay que dar las gracias porque con la carpa nos hemos podido mantener muchas familias. Las dificultades nos han llevado a renovarnos, a crecer», concluye Masclans.
Plan de usos
En este sentido, el Consistorio prepara el nuevo plan de usos del barrio de Sant Antoni, que solo se ha aprobado inicialmente, y que deberá frenar los posibles efectos colaterales de la transformación del mercado. Para ello, está previsto poner límite a la apertura de restaurantes, bares, tiendas de alimentos con degustación, autoservicios, locales musicales y negocios turísticos. Si el plan funcionará o no, sin embargo, será una incógnita hasta que se ponga en marcha y hasta que el edificio histórico del mercado vuelva a cobrar vida.