¡Vaya faena!
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San Isidro le tenía envidia a Valladolid ayer, podía ser la mejor corrida del mundo, y hoy le es indiferente. Lo mejor de los toros, ya digo, son las previas. Ilusionarse como se ilusiona el personal por ir a ver a Morante torear. Pero esto depende de la plaza y la gente lo sabe, te lo dice: «Si aquí Morante no va a hacer nada». Y en el primer toro les dio la razón a todos. Al segundo, cuando Manzanares mandaba con la muleta se escuchó un: “A ver si aprendes, Morante», que debe de sentar como unas banderillas. De ahí que después cortara una oreja, supongo.
Ayer envestía mejor el viento que los toros y Talavante… Ay Talavante. Talavante las tardes espléndidas torea en endecasílabos, como dice Karina Sainz Borgo, pero ayer estaba poco lírico. Tuvo algún estatuario para enmarcar, pero la faena fue corta, más bien unas coplas de pie quebrado. De los toros, en Valladolid, lo mejor es la previa, la ilusión con que el personal va desde su casa camino del coso y otros vienen de Madrid.
El último toro de la tarde a Talavante le salió endeble. Pero la presidencia quería irse a casa porque los toros a esa hora ya son lo de menos. Para qué devolverlo a corrales y alargarlo si uno se puede ir de vinos. Lo importante aquí es la previa, el personal ilusionado con un «cartel de lujo» que decían los medios. Lo de menos que Manzanares saliera a hombros. La plaza es de segunda y aunque los toros sean de primera aquí acaban dando al traste.
Pudo ser la mejor corrida del mundo, pero se quedó en faena.