Veinte años sin Frank Sinatra, la voz eterna
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Nacido el 12 de diciembre de 1915 en Hoboken (New Jersey), su infancia estuvo marcada por sus orígenes italianos, la rigidez de su madre y la pobreza propia de su zona y de la depresión económica. Quedó fascinado por las canciones de la radio de Bing Crosby, modelo de referencia para un Sinatra que se beneficiaría de los cada vez mejores micrófonos para fundar un estilo mil veces copiado: los vocalistas ya no tendrían que gritar para sobreponerse a las orquestas, sino que podrían cantar relajados, gustándose, susurrando y hasta saboreando cada nota.
En una entrevista en la revista «Life» en 1970, Sinatra creía recordar que la primera vez que se subió a un escenario fue a finales de los años 20 en un hotel de New Jersey. «Probablemente me pagaron con un par de paquetes de cigarrillos y quizá un sándwich», añadió. Ya en la década de los treinta formó parte del cuarteto Hoboken Four y luego alcanzaría la popularidad al frente de las orquestas de Harry James y Tommy Dorsey, aunque pronto decidió jugársela por su cuenta.
El sueño americano
«Voy a volar alto. He planeado mi carrera. Desde el primer minuto que me subí a un escenario decidí llegar justo hasta donde estoy, como el chico que empieza siendo un oficinista y tiene la visión de llegar a ocupar la oficina del presidente», dijo Sinatra en 1943 según el libro «Frank: The Making of a Legend», de James Kaplan. Para entonces la fiebre por Sinatra ya era una realidad, con miles de jóvenes —las bobby-soxers, por sus característicos calcetines— suspirando por un magnético vocalista, de irresistible atractivo, voz cálida y mirada pícara.
La era dorada de Sinatra llegó con su época en Columbia y los «discos conceptuales» de los años 50, álbumes como «In The Wee Small Hours» o «Songs For Swingin' Lovers» en los que bordó su estilo elegante «jazzy» de seductor y de «bon vivant». En ese cambio de registro hacia un Sinatra más maduro, que ya no solo canta al amor feliz sino también a la soledad y la melancolía, tuvo una importancia crucial el cine, ya que tras pasar por comedias como «Anchors Aweigh» (1945) dio un sorprendente golpe en la mesa con su papel dramático de «From Here to Eternity» (1953), que le valió un Óscar.
Sin embargo, la imagen del canalla incorregible pervivió, ya que nunca abandonó los vicios y las juergas aventureras, casi siempre acompañado por sus colegas del «Rat Pack» en Las Vegas: Dean Martin, Sammy Davis Jr., Peter Lawford y Joey Bishop. En el tema «Love and Marriage», Sinatra cantaba que «no se puede tener uno sin el otro» y en su vida lo aplicó con rectitud: hasta cuatro veces se casó, sin que eso le privara de tener otras relaciones como con la actriz Lauren Bacall.
Nancy Barbato, Mia Farrow y Bárbara Marx, esta última su mujer hasta que el cantante murió, fueron tres de sus esposas, aunque el más recordado sea su matrimonio con Ava Gardner con quien tuvo una relación extrema, volcánica y tormentosa. Otro punto oscuro de Sinatra es su posible relación con la mafia, sostenida por su ascendencia italiana, su presencia constante en Las Vegas y su relación con capos como Lucky Luciano o Sam Giancana, hasta el punto que la investigación del FBI concretó un expediente de 1.275 páginas de investigación sobre el artista.
Resistente a los inicios del rock, música que despreciaba como apunta el documental de HBO «All Or Nothing At All», Sinatra demostró una longevidad admirable al permanecer durante cuatro décadas en lo más alto de las listas con canciones imperecederas como «I've Got You Under My Skin», «Fly Me To The Moon» o «My Way». Tras una retirada frustrada en 1971, prolongó su carrera hasta su muerte en 1998, el fin de una estrella con alrededor de 1.300 canciones grabadas y cuya vida definió así su hijo Frank Sinatra Jr.: «Sus imperfecciones eran irritantes, pero fue un artista genuino y su obra perdurará mientras las personas puedan escuchar, reflexionar y sentir».