La UE acoge con alivio el pacto de no agresión entre Trump y Juncker
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No todos los países podrían ver las cosas con el mismo cristal, pero en general la sensación inicial en Bruselas ha sido la de alivio por el cambio de rumbo del problema. De ser considerada como el enemigo de Estados Unidos, en unos días Europa pasa a ser el socio preferente en una situación en la que además parece haber un cierto distanciamiento -al menos aparente- entre Trump y el autócrata ruso Vladimir Putin. Después de haber anunciado el acuerdo, un periodista belga que acompaña a la delegación comunitaria le preguntó a Juncker si creía que sería razonable fiarse de un personaje tan voluble como Trump, a lo que el presidente de la Comisión respondió con una de sus frases lapidarias: «¿y usted cree que sería sensato que yo le dijera que no me fio de él?».
Una buena señal
La expresión más representativa de la acogida de la noticia en las instituciones económicas europeas la hizo el presidente del Banco Central Europeo, Mario Draghi, que calificó el resultado de la reunión de Washington como «una buena señal» que «demuestra que hay una gran disposición para debatir asuntos comerciales en un marco multilateral una vez más», pero teniendo en cuenta que «para nosotros sería difícil ir más allá porque realmente no conocemos la esencia» del acuerdo.
«La razón ha prevalecido», dijo el presidente de la patronal europea «Business Europe» Pierre Gattaz, mientras que para las cámaras de comercio alemanas «las soluciones propuestas se mueven en la dirección correcta, pero sigue habiendo una importante dosis de escepticismo». Eso es lo único cierto, que ni el BCE ni nadie sabe todavía cuales son los detalles concretos de un acuerdo que era tan improbable antes del comienzo de la reunión que no se había previsto ni siquiera una rueda de prensa. Fuentes de la delegación europea reconocían que habían llegado a Washington sin tener la menor idea de cual podría ser el resultado de sus gestiones, preparados tanto para esto como para una reacción furibunda de Trump y un resultado desastroso.
Si acaso, los únicos que habían preparado el encuentro han sido Martin Selmayr, el secretario general de la Comisión y auténtico brazo derecho de Juncker para todo tipo de asuntos, y Larry Kudlow, el principal consejero económico de Trump que el martes se habían reunido en Bruselas con toda discreción.
En realidad, la base del pacto es dejar las cosas como están, es decir, que las dos partes se abstendrán de tomar ninguna medida suplementaria que entorpezca las relaciones comerciales, teniendo en cuenta que las tarifas que decretó Trump y que provocaron un primer paquete de contramedidas europeas de represalia seguirán en vigor.
Por un lado se ha logrado paralizar de momento los planes de Trump de subir los impuestos a las importaciones de coches y de piezas para las fábricas del sector y como una especie de «compensación» difusa, la UE se compromete a aumentar sus compras de soja norteamericana, que es una medida muy simbólica para la Administración norteamericana porque es un guiño al poderoso grupo de presión de los agricultores y para Trump además un pellizco contra China, que había incluido a este producto en la lista de los que han visto aumentar sus tarifas aduaneras, precisamente como represalia a los ataques estadounidenses.
Alto el fuego
El problema es que la soja norteamericana puede que no cumpla los rígidos requisitos medioambientales europeos y específicamente de una potencia agrícola como Francia, donde están prohibidos los cultivos transgénicos. En una declaración divulgada ayer, el ministro de Economía francés Bruno Le Maire alabó la vuelta al diálogo con Washington porque «había que evitar una guerra comercial de la que no habría más que perdedores», pero al mismo tiempo insistió en que la agricultura debe permanecer al margen porque hay instrumentos de regulación en Europa, al margen de las barreras arancelarias, que «no son negociables».
O tal vez es el síntoma de que alguien ha conseguido convencer a Trump de que el rumbo que había tomado, atacando a unos y otros y desequilibrando sectores enteros de la economía mundial, no conducía a nada bueno para nadie. De hecho, los sectores que él pensaba estar defendiendo, como el del automóvil, están siendo los más dañados. Pero eso solo lo sabe Trump. Y tal vez Juncker.