El éxodo venezolano despierta recelos en los países vecinos
Huir del socialismo del siglo XXI ha conducido a millones de venezolanos fuera de sus fronteras. La emigración, que se cuenta por miles a diario, ya no es por aerolíneas, sino a pie y hacia países fronterizos o cercanos. Es un éxodo empobrecido.
Pero además es un exilio que genera ya un sinfín de problemas. No solo se exportan epidemias y enfermedades, sino también malas prácticas sociales. Y los países receptores dicen no tener capacidad de atender ni las cantidades de gente que llegan, ni las consecuencias que ello trae para sus territorios, donde ya se viven escenarios de exclusión y enfrentamientos.
En Brasil, el sábado hubo una confrontación entre locales e inmigrantes cuando un comerciante brasileño fue robado y malherido por personas supuestamente de nacionaldiad venezolana. La respuesta fue enardecida. Una turba atacó un refugio de desplazados, quemando sus pertenencias. El Ejército tuvo que impedir que el ataque llegara al campamento instalado por la ONU, ubicado en la misma localidad de Paracaima. El Gobierno de Roraima, al norte de Brasil, insistió en pedir que se cierre la frontera. Unos 1.200 venezolanos abandonaron el país en las últimas horas tras los incidentes.
Sin embargo, la crisis ha tenido sus efectos más allá, en Colombia, Ecuador y Perú, a donde se desplazan hasta 30.000 venezolanos a diario. En el primero de esos países, hay planes de contingencia, vacunaciones masivas y atención con respaldo de fondos de Estados Unidos.
En Ecuador y Perú, han anunciado que exigirán el pasaporte a los padres de familia, en el primero de los países, o a todos los que intenten entrar, en el segundo. Hasta ahora, por convenios multilaterales, tan solo con el DNI venezolano se podía ingresar a ambos territorios.
Ambos Gobiernos justifican su decisión. No hay capacidad de hacer una comprobación de antecedentes, cuidar «qué tipo de gente» entra ni llevar un registro certero. En la práctica, es un primer paso para el cierre de fronteras a venezolanos provenientes de un país donde la entrega de pasaportes es un proceso ineficiente, corrupto y costoso.
La frontera de Ecuador se mantiene repleta de cientos de venezolanos que se quedaron varados, después de que el Gobierno de Lenin Moreno no modificara el plan de migración. Muchos afirman estar de paso hacia Perú o incluso Chile, y otros tantos afirman que no tienen a dónde regresar, pues vendieron todo para poder lanzarse a la aventura de recalar en otro territorio, otra economía y alguna oportunidad de no ser golpeados por el hambre y la falta de medicinas que sufre Venezuela.
«Venimos a trabajar, a pedir la ayuda de alguien porque no tenemos gobierno en nuestro país», lamenta Danelis Flores en Rumichaca, la puerta de entrada a Ecuador. Asociaciones de venezolanos en ambos países han pedido a las autoridades flexibilizar las normas para permitir atender a los que ya estaban viajando. Irónicamente, el Ministerio de Exteriores de Venezuela ha exigido a los demás países acoger a sus nacionales, y condenó los «desalojos masivos» en Brasil, ya que «violentan normas de Derecho Internacional y vulneran sus derechos humanos».