Finalmente ocurrió lo inevitable: Jair Bolsonaro ganó la elección y será el nuevo inquilino del Palacio de Planalto, sede de la presidencia brasileña. Huyendo de las definiciones, sin proponer un programa claro y sin presentarse a debatir con su adversario ni con la prensa, el impulso de la ola conservadora de las últimas tres semanas le bastó para lograr aquello que hasta a él mismo creía imposible dos años atrás.