Las pretemporadas es lo que tienen
0
La escena, de sobra conocidas por los aficionados de Les Arts, es la del director chino Chen Kaige aunque en esta ocasión Allex Aguilera ha asumido la labor de ponerla sobre las tablas. Resultona y agradable más allá de pasajes más o menos sonrojantes, como el de las banderitas enarboladas por el pueblo en el pasaje de los enigmas. Una atractiva, aunque a mi entender demasiado clásica propuesta que empieza a envejecer sin ganar. Pienso que ya bien entrado el siglo XXI hay que esperar algo más que una sucesión de clichés.
Nunca me han molestado los desajustes o los errores si estos son puntuales y más si se deben a una lectura arriesgada, de hecho, mientras escribo esto suena de fondo una versión de Leopold Stokowsky con los prestigiosos cuerpos estables del Met y unas voces de excepción. Es una versión en vivo llena de tropiezos y algún que otro descalabro, pero con una idea clara de dirección- a veces cuestionable- y una fuerte personalidad en lo musical. Nada de eso se apreció en la lectura del director nacido en Reino Unido, Alpesh Chauhan, que me pareció un tanto anodina, plana (que ya es difícil en esta espectacular partitura) como si diera la impresión de que había pasajes que directamente le aburrían de forma soberana. Sin ser mala, me temo que pasará a engrosar la lista de directores que han pasado por el teatro sin pena ni gloria. La orquesta se dejó llevar por esta sensación y no fue de sus mejores noches. La partitura se la sabe y el tono general fue de profesionalidad con puntuales intervenciones de calidad por parte de los solistas. Decía Norman Lebrecht que una de las virtudes de un gran director, más allá de cuestiones técnicas, es transmitir a la orquesta su magnetismo y arrastrar a los músicos a la excelencia con sólo levantar la batuta. A sensu contrario, es muy fácil, si se carece de este, que el músico se deje llevar por la apatía. El coro sin embargo estuvo excelente y también merecen la felicitación por su rendimiento los niños de la Escolania de la Mare de Déu dels Desemparats.
Tras el fiasco de Wilson, la cosa no podía ir a peor. Lejos de ello, Teresa Romano me sorprendió para bien con una Turandot bien cantada. Es evidente que el rol está muy en el límite de lo que sus posibilidades físicas le dan, con lo que fue una princesa más lírica de lo que se demanda, pero esa carencia de medios fue salvada con nota gracias a una excelente técnica en los pasajes más comprometidos. Lució una voz bonita, una línea de canto homogénea y una afinación irreprochable, apoyándose en un vibrato impecables, aunque faltó el metal propio de las grandes, y escasas, sopranos dramáticas. No puede decirse lo mismo del joven Amadi Lagha al que su rol de Calaf se le atragantó, no tanto en los momentos de bravura, que cumplió bien, como en los pasajes más líricos en los que se evidenciaron sus carencias de tipo técnico, con una línea de canto un tanto errática. No fue una debacle pero las expectativas que crearon los primeros compases, en los que mostró una voz fresca y un timbre cálido, se vieron defraudadas. El segundo acto de tono mas heroico se adaptó mejor a sus posibilidades y salió airoso del envite. Un nessun dorma aceptable despertó el aplauso espontáneo del publico sin que Chauan parase la orquesta. Aunque el papel de Turandot es bastante más comprometido que el de Liu, sin embargo, el de la esclava suele ser más aplaudido por el carácter lírico y cercano que provoca la empatía del público. Un regalo para muchas cantantes pues no ofrece grandes dificultades técnicas. No fue una excepción esta velada en la que, sin ser una Liu para recordar, la soprano española se llevó la gran ovación de la noche al mostrar un centro bonito, ancho y cálido y cualidades expresivas sobradas. Miren Urbieta-Vega, supo ser una Liu sensible, lo que en el rol de la esclava es conditio sine qua non, ya que Puccini le reserva los pasajes más líricos y hermosos de la partitura. Podemos decir que la cantante donostiarra salvó su cometido con un notable.
Me gustó bastante Abramo Rosalen como Timur y también los ministros Ping, Pang y Pong, interpretados por Damián del Castillo, Valentino Buzza y Pablo García López que conocen sus papeles a la perfección. Las prestaciones de Javier Agulló como Altoum pasaron un tanto desapercibidas por culpa de la lejanía en que lo sitúa la escena de Kaige. Si bien no fue clamoroso, el éxito fue importante con un público que llenaba hasta arriba la sala y que salió más que satisfecho.
Ficha
Palau de les Arts, 26 de octubre de 2018
Turandot, ópera en tres actos de Giacomo Puccini (estrenada en 1926)
Teresa Romano, Amadi Lagha, Miren Urbieta-Vega, Abramo Rosalen, Damián del Castillo, Valentino Buzza y Pablo García López, Javier Agulló
Cor de la Generalitat y Escolanía del la Mare dels Desemparats
Orquesta de la Comunitat Valenciana
Alpesh Chauhan, director musical
Chen Kaige/Allex Aguilera, Dirección de escena