Gibraltar no admite cambios de guión
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La cuestión no tiene nada que ver con la discusión sobre la soberanía de la colonia británica, con otros tiempos y tal vez otros caminos, sino con la voluntad de España de evitar que, en el futuro, en sus negociaciones con el que ya será un país tercero, la UE pueda tomar por su cuenta decisiones que dañen nuestros derechos legítimos sobre ese territorio, aunque lo hiciera «de buena fe», como dice un polémico artículo 184 que deja abiertas todas las puertas.
El Gobierno ha hecho bien en levantar la voz, pero, si lo sabe, el ministro Josep Borrell haría bien en explicar públicamente cómo ha sido posible que nos hayan colado este gol, y quién es el responsable, porque España no debería aparecer como culpable de haber añadido esta innecesaria dosis de dramatismo en la recta final de unas negociaciones en las que lo que está en juego es algo tan importante como la supervivencia de la propia UE.