Utrech (1713) Bruselas (2018)
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Han vuelto a engañarnos. Esta vez, el timador ha sido Barnier, el comisionado europeo, que nos hizo creer que la cláusula 24 de la negociación -«Tras abandonar el Reino Unido la Unión, ningún acuerdo entre ambas partes podrá aplicarse al territorio de Gibraltar sin la aprobación de España»- nos daba derecho a veto. Pero en el protocolo final ha sido sustituido por: «La Unión Europea y Reino Unido harán los máximos esfuerzos, de buena fe y respetando sus respectivos ordenamientos jurídicos, para negociar con rapidez los acuerdos que regirán su relación futura». A España ni se la nombra, a Gibraltar menos, el veto ha desaparecido. Como que Naciones Unidas estableció que Gibraltar «es una colonia que debe de ser descolonizada por negociaciones entre los gobiernos del Reino Unido y España». O que, para la propia UE, es «un territorio europeo cuyos asuntos externos lleva un Estado miembro». Y nosotros, en Babia. Claro que nuestros mayores enemigos no son los extranjeros que nos roban, sino los «otros españoles». Gibraltar es el mejor ejemplo desde hace 300 años.
Pero esta vez se han pasado. La vergüenza no es tener una colonia al sur del territorio, sino que Gibraltar tenga colonizada la comarca con nuestro consentimiento. Incluso Pedro Sánchez parece dispuesto a rechazar el Brexit, con todo lo que significa. Habrá quien diga que lo hace para hacerse perdonar sus concesiones al nacionalismo catalán. No lo creo porque nada tienen que ver. Es más: ceder Gibraltar para siempre sería la prueba definitiva de que España le importa un bledo. Ya sé que ocurre a bastantes españoles. Ahí tienen al alcalde de La Línea pidiendo convertir su ciudad en «autónoma». Supongo que para unirla a Gibraltar, la Verja incluida. Aunque no estoy para bromas y sigo teniendo la esperanza de que somos más los que pensamos que vale la pena luchar por nuestro país, incluso si no nos gustan cosas como la bronca tabernaria en el Congreso. Pero precisamente porque perdimos Gibraltar en una trifulca civil, no podemos perderlo para siempre, junto a su Campo, por más divididos que estemos ni Europa nos lo pida. Aparte de que saldría también perjudicada. No hay que olvidar que la frontera con Gibraltar será, en el momento que se consuma el Brexit, una frontera exterior europea. ¿Y quiere Bruselas tener a su espalda una colonia, un paraíso fiscal por donde se colaría dinero negro y todo tipo de negocios sucios? Es la primera pregunta que hay que hacer a monsieur Barnier. Sin admitir otra respuesta que no.